Diez años de prisión habían condenado a María por los crímenes cometidos. El intento de homicidio y un riguroso examen psiquiátrico había demostrado no sólo que ella era una sádica y una psicópata, sino que también era un peligro para todas las personas que la rodeaban.
Elena había sido más afortunada de lo que creía, pero sin duda, haber sobrevivido a semejante acto de traición y crueldad, había cambiado su forma de ver las cosas.
Leonore había sido la indiscutible ganadora del reto de la mansión. Su valentía, sus habilidades innatas en cuanto a liderazgo e inteligencia eran, sin lugar a dudas, extraordinarias. Constituían todo un paradigma para las otras muchachas, y se había forjado una reputación en todas las otras casas.
—Es, sin lugar a dudas, el mejor evento que he tenido hasta ahora —les dijo Sarah en cuanto se reunieron en la mansión—, y estoy segura de que todas estarán de acuerdo en que esta experiencia les ha cambiado por completo.
—Lo ha hecho —contestó Zafira, cruzando las piernas—, y personalmente, creo que he encontrado una pequeña familia entre ustedes.
—No te pongas cursi —dijo Leonore, con una divertida sonrisa en los labios.
—Esta es sólo una de las muchas reuniones que quiero celebrar con ustedes —Sarah tomó una botella de vino que le ofrecía Estela. La abrió y pidió a la sirvienta que llenara las copas de las chicas—. En pocas semanas, doce chicas diferentes habitarán los mismos lugares en los que ustedes vivieron y se enfrentarán a un nuevo desafío.
—Pero de seguro no habrá equipo como el nuestro —dijo Lucy, bebiendo un pequeño sorbo de vino—, somos las mejores ¿verdad?
—Las más guapas, sin duda —rio Sarah, apurando su vino—. Pueden pasar todo un día aquí si lo prefieren. Tendremos una cena y un baile más adelante con las otras chicas de las mansiones vecinas.
—Propongo un brindis —la Leona se puso de pie y levantó su copa—, por la amistad, el amor y el sexo, que ha sido lo que hemos aprendido aquí.
—Salud —contestaron las demás, chocando sus delicadas copas.
—Salud —dijo Sarah al final y se levantó de su sillón. Llevaba un escotado y corto vestido rojo. Lucía impecable como siempre, y emanaba de ella una sensualidad que no se veía en otras mujeres. Las chicas que la rodeaban no eran más que pequeñas flores al lado de un inmenso árbol lleno de frutos como el de ella—. Disfruten de la reunión.
—En realidad —dijo Charlotte—, teníamos pensado en darle un obsequio de parte de todas.
— ¿Obsequio? Oh, queridas. No deben de...
—Aquí está —Matilda sacó una pequeña caja de terciopelo y se la entregó a su novia. Esta, a su vez, se detuvo antes de dársela a Sarah.
—Espera. Leonore, te corresponden los honores. Eres la ganadora.
—Bien, lo haré —la muchacha se puso de pie y tomó la caja que le ofrecía Charlotte—. Sarah, no sólo has sido nuestra madre durante este corto periodo de tiempo, sino que te has convertido en una magnífica amiga nuestra. Este obsequio va de parte de todas.
Sarah la miró a los ojos y sintió deseos de llorar. Dejó a un lado su copa y abrió la caja. Dentro, brillando, había un collar repleto de pequeñas cuentas de cristal y de oro. Debajo, una foto miniatura de todas las chicas de la mansión.
A la mujer se le escocieron los ojos. Le dio el regalo a Estela y abrazó a Leonore fuertemente.
—Vengan aquí —les llamó, y las chicas se acercaron para unirse en -un abrazo fraternal.
— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Charlotte, una vez pasado ese emotivo momento.
—Podríamos meternos todas a la piscina —sugirió Pilar.
—Eso suena bien —respondió Sarah—, aunque no me he cargado el bañador.
— ¿Quién dice que necesitamos bañador? —rio Matilda, y todas comprendieron lo que ella quería decir. Incluso Sarah se sonrojó.
Comenzaron, pues, a quitarse la ropa. Primero fue algo vergonzoso, pero después, el morbo invadió el ambiente de la casa, y se desnudaron entre sí.
—Creo que te corresponden los honores de quitarle la ropa a nuestra señora —dijo Nori, luego de que sus pechos quedaran al aire frente a sus compañeras.
— ¿Es que tengo que hacerlo todo yo?
—Definitivamente sí —rio Charlotte, desprendiéndole el sujetador a Matilda.
—Sin duda, tú —añadió Zafira, despojando de la pequeña tanga a Pilar mientras que Elena le quitaba el brassier.
Sarah, cuyo corazón comenzaba a dar tumbos violentos por lo que estaba viendo, optó por permanecer callada. La mayoría de sus hijas ya estaban desnudas, y paseó su mirada por todas ellas. Aunque ya las había visto detrás de las cámaras, tenerlas frente a frente era algo extraordinario.
Leonore, apenada y todavía vestida, se acercó a Sarah.
— ¿Qué dice?
—Pues... —sonrió la señora—, con gusto.
Las chicas se sentaron de nuevo al lado de sus parejas para disfrutar del pequeño espectáculo.
Sarah se dio la media vuelta y se soltó el pelo. A continuación, Leonore tomó la cremallera del vestido corto, y la bajó hasta donde terminaba la espalda. Vio la blanca y suave piel de su señora, y por un momento, le cruzó la traviesa idea de besarla. Después, ayudó a Sarah a desprenderse de los tirantes. Le terminó bajando el vestido hasta quitárselo por completo. Entonces, todas se maravillaron ante el despampanante trasero que ofrecía la mujer. Las nalgas eran redondas y respingonas, y el encaje de una pequeña tanga rosada hacia un excelente juego con sus curvas.
Leonore desprendió el gancho del sujetador. Todas contenían el aliento. En cualquier momento Sarah se daría la media vuelta. Finalmente, la Leona removió la ropa interior que sobraba y regresó a su sitio. Sarah se giró, y todas sonrieron con picardía.
— ¿Qué? ¿Nunca habían visto a una mujer desnuda? Andando, vamos al agua.
— ¿Eh? ¿Y nadie me quitará la ropa a mí? —protestó Leonore, pero nadie le hizo caso. Las muchachas escoltaban a su señora como pequeñas doncellas al lado de una alta reina.
Leonore se desnudó por completo y las siguió a la piscina. Fue la última en meterse. Todas las demás ya estaban nadando o charlando animadamente mientras bebían bajo la luz del sol.
Matilda nadó hasta la orilla y se sentó. Echó su pelo rubio para atrás y arqueó la espalda, de modo que sus bellos senos se abultaron más. Cerró los ojos y respiró ese delicioso aire natural que bajaba de la montaña. Oía las risas de sus compañeras y miró a su alrededor para estudiar la escena. En el pasado, se habría sentido asqueada ante la imagen de tantas mujeres juntas. Ahora, admitió que le excitaba.
De un lado estaban Elena, cuya belleza poco a poco estaba regresando. Abrazaba a Zafira y a Pilar al mismo tiempo y no dejaban de reír. Del otro lado, Estela, Sarah y Charlotte, brindaban y comían bocadillos. Leonore le ponía crema bloqueadora a Noriko, y Lucy y Nicole se estaban besando descaradamente en la orilla.
Vio cómo las manos de la pequeña Lucy acariciaban las firmes piernas de su novia, y luego, Nicole abría sus muslos hasta exponer su estrecha raja. Lucy, sin vergüenza, la tocó de una vez y su novia cerró las piernas para dejar su mano atrapada.
— ¡Esa mano! —gritó Matilda y todas miraron hacia la pareja que comenzaba a calentarse.
—¡Uuuhh! —abuchearon las demás. Lucy y Nicole estaban que se morían de la risa.
—Oigan —nadó Charlotte hasta ellas—. Hay habitaciones allá arriba. Si tantas ganas tienen, vayan y no estropeen nuestra fiesta.
Matilda se lanzó al agua y nadó rápidamente hasta Charlotte. Esta seguía sermoneando sobre los modales y la descendía cuando su novia la atrapó por detrás y le cubrió los pechos con las manos. Charlotte gritó, asustada.
— ¿Qué haces, Matilda?
—Nada, sólo dando un lindo espectáculo a las demás.
Por un momento hubo silencio y luego, risas. Charlotte se dio media vuelta. Miró a su novia con amor y le rodeó el cuello con sus brazos. No tardó nada en besarla profunda y pasionalmente.
Las demás las miraron con sendas sonrisas. Les encantaba el cambio que había tenido Matilda. Zafira, algo molesta aun por la relación de Charlotte, decidió ignorarla y besó a Pilar en la boca. Todo esto a los ojos de Elena. A su vez, la Amazona no dudó en ponerse detrás de su mejor amiga y comenzó a recorrerle la espalda con besos.
Las risas se hicieron insonoras. Al ver que todas estaban ocupadas ya, Sarah agarró a Estela e intercambiaron besos coquetos. Mientras, Leonore, que acariciaba la espalda de su novia mientras le ponía bloqueador, decidió que no se quedaría atrás. También quería disfrutar, y así, separó las nalgas de Noriko y hundió la lengua entre ellas.
Lucy y Nicole vieron que ya no había vergüenza en ninguna pareja, y reanudaron sus arrumacos. Ahora Nicole abrió las piernas por completo, exponiendo su rosada vagina mientras los deditos de Lucy acariciaban el capuchón de su clítoris y lo apretaban.
Charlotte tomó a Matilda de la mano y la subió a la orilla, justo al lado de Lucy y de Nicole.
—Abre —dijo Charlotte, y Matilda así lo hizo, de modo que sus rodillas y las de Nic se tocaron.
Lucy, al ver que la boca de Charlotte cubría la raja de Matilda, también bajó al agua y comenzó a practicarle sexo oral a Nicole. Las que lo recibían se miraron sonrientes y ruborizadas. Traviesa, Nicole alargó una mano y acarició la parte interna de las piernas de Matilda. Luego, ascendiendo, sus pechos y después la cabeza de Charlotte.
Cuando Lucy notó lo que su novia hacía, decidió tocar a Charlotte bajo el agua. Su mano acarició las nalgas de su amiga. Charlotte, separándose y mirando a Lucy, le guiñó un ojo.
—Adelante —le dijo con confianza, y Lucy continuó con sus caricias.
Zafira dio un paso más allá y salió con su dueto del agua. Extendieron una toalla y se tiró encima, con las piernas separadas. Pilar se acomodó de inmediato sobre su cara, y bajó su cuerpo para que la morena pudiera disfrutar de ella. Por otro lado, Elena se acomodó entre las rodillas de su mejor amiga y lamió los jugos que esta le ofrecía.
La piscina ahora estaba rodeada del sonido de los chasquidos de los labios y de pequeños gemidos. Ya no había vergüenza alguna en lo que ellas hacían.
— ¿Cambiamos? —le preguntó Charlotte a Lucy.
— ¿Te molestaría?
—No creo que ellas notaran la diferencia —susurró. Lucy lo pensó dos veces, y asintió.
Así, ambas cambiaron sin que sus parejas lo supieran, pues estaban echadas de espaldas mientras se tocaban los pechos. Lucy, frente a los encantos de Matilda, se sorprendió por el color rosado y tierno de los pliegues de esta. Separó los labios de la chica con los dedos, y cubrió su entrada con la boca.
Quien sí notó el cambio fue Nicole. Lucy le chupaba de una forma lenta y tierna. No como si quisiera arrancarle el clítoris. Abrió los ojos y grande fue su sorpresa al ver una cabeza castaña enfrascada entre sus piernas. Le avisó a Matilda, y vio que está ya se había dado cuenta, pero no decía nada y sus mejillas habían adquirido un divertido tono rojo.
Decidió relajarse y dejar que Lucy disfrutara de otra chica. En esos momentos, sentir celos sería absurdo.
Noriko fue quien tuvo el primer grito de orgasmo y todas miraron hacia ellas. La japonesa estaba a gatas, con Leonore lamiendo todo lo que tenía a su disposición y penetrándola con los dedos. Hicieron una pausa para ver mejor. Aunque Nori ya se había corrido, a su novia no parecía importarle y penetraba más rápido.
Entonces, Leonore se dio cuenta de que la estaban mirando y lentamente sacó sus dedos.
—Am... ¿ups?
Rieron con ella y volvieron a lo suyo, sólo que esta vez todas salieron del agua y se echaron sobre el césped, como un gran tapete de hermosos y mojados cuerpos. Estaban muy cerca las unas de las otras, por lo que tocarse era inevitable. Charlotte y Matilda estaban en medio de todas ellas, dando rienda suelta a su pasión. La rubia, por ejemplo, no dejaba de besar la dulce boca de su novia mientras esta le tocaba el clítoris con los dedos. De repente, Matilda se sintió lamida y miró para atrás. Sonrió.
— ¿Sarah?
— ¿Qué?
—Nada...
Era como una especie de honor ser disfrutada por la madame de la mansión, así que dejó que esto sucediera y bajó sus labios hasta los grandes pechos de Charlotte. Lamió y mordió los pezones de esta con sus pequeños dientes empapados en saliva. A su lado, Zafira y Elena hacían un magnífico sesenta y nueve, mientras que Pilar no para de masturbarse ni de mirar todo el sexo que había a su alrededor. Lucy y Nicole penetraban con sus pequeños dedos la estrecha abertura de Noriko y lamían de su vagina al mismo tiempo. Mientras tanto, Leonore, tras el lindo par de novias, pasaba su lengua de una e introducía sus dedos en la otra de forma alternada.
Estela regresó de la mansión con un juguete largo y de silicona. Con él no dudó nada en dárselo a Sarah y esta, separando las duras nalgas de Matilda, introdujo el juguete en su raja.
Matilda gritó al sentir semejante irrupción y como respuesta, se apoyó en las manos como una gatita y arqueó la espalda hacia abajo. Se relamió los labios. Charlotte notó esto y se colocó en un sesenta y nueve bajo su novia. Tenía, ahora, un primer plano de la intimidad de su novia siendo penetrada por el juguete, y los deliciosos jugos de excitación formaban una pequeña película resbalosa que ella se apresuró a recoger con la lengua.
El desenfreno se extendió por un tiempo más, y cada vez, las prácticas lésbicas fueron aumentando de nivel. Hubo un intercambio total en las parejas. Charlotte, ahora, penetraba con el juguete de veinte centímetros a Leonore, mientras que Zafira poseía a Noriko y la hacía gemir. Sarah y Estela habían tomado como víctima a la inocente Lucy, y le hacían de todo con el permiso de Nicole, quien sostenía a su chica de los tobillos para dejarla bien expuesta a las atenciones de la señora.
Matilda terminó corriéndose en la boca de Pilar luego de que esta se pusiera sobre ella en sentido inverso. Elena se penetraba a sí misma con un vibrador texturizado. No para de mirar lo que sucedía a su alrededor.
Matilda terminó con Pilar cuando esta decidió que iría a por Elena para tener un momento de intimidad. Hubo un intercambio de parejas, y de repente las únicas que se quedaron solas fueron Matilda y Zafira.
— ¿Quieres... hacer algo? —preguntó Zafira, aunque no le gustaba la idea. Estaba mojada, con los pezones duros y el cuerpo bañado de sudor.
—Am... bueno, nosotras no somos algo así como amigas cercanas ¿verdad?
—Podríamos intentarlo. Mira a Charlotte.
Charlotte intentaba soportar el peso del juguete dentro de ella y las lenguas de Sarah y de Lucy que jugaban dentro de su boca.
—Creo que podríamos hacer algo —aceptó Matilda, y se recostó.
Zafira, insegura todavía, se acomodó a gatas sobre ella. Se relamió la boca y bajó sus labios hasta el cuello de la rubia. Era su rival de amores y no le terminaba de caer bien.
Lamió la piel blanca y bajó hasta los pechos. Los apretó con las manos y juntó ambos pezones para morderlos al mismo tiempo. Matilda cerró los ojos y estiró la mano para ver qué atrapaba. Logró conectar con el trasero de Elena, y penetró por su estrecha raja.
Zafira siguió bajando con su lengua hasta el abdomen. Jugó con el ombligo un poco y después... después allí estaba esa tierna y rosada vagina. Se pasó el pelo detrás de las orejas. Levantó las piernas de Matilda hasta exponer toda su intimidad. Mojó sus dedos. Escupió sobre el rosado e hinchado clítoris, y lamió como si no hubiera un mañana. Le gustó el sabor. Le gustó la cantidad de placer que emanaba de forma líquida del cuerpecito de su rival, y se olvidó de que ella le había quitado a Charlotte.
Leonore gateó hasta donde estaba Lucy. Tenía muchas ganas de probarla y de hacerla sentir en el cielo. Ya que ella era la ganadora, Sarah y Estela se alejaron para dejarla. Lucy se sonrojó.
—Oh, no... —dijo antes de que Leonore se apoderara de ella y la hiciera gemir con más fuerza.
Antes de que se dieran cuenta, Leonore, Lucy y Charlotte ya formaban un hermoso anillo de cuerpos y disfrutaban la una de la otra. Estela y Sarah se habían ido a un sitio un poco más alejado de las chicas para darse calor. Pilar amaba a Noriko de una forma tierna, y solamente Matilda y Zafira continuaban retozando la una sobre la otra, penetrándose mutuamente. Zafira alcanzó el juguete de silicona y lo introdujo en la boca de la novia de su amiga. Tenía el sabor del sexo de todas las demás. A Mati no le importó en lo absoluto, y cerró los ojos imaginando mil placeres venirse sobre ella.
—Eres toda una maestra en esto —sonrió Zafira, dándole unos besos en la boca—. Ahora entiendo por qué Charlotte te ama.
Matilda no respondió en ese momento. Lanzó el juguete a Estela, que lo estaba pidiendo, y se sentó con las piernas cruzadas.
— ¿Sigues enojada conmigo?
—Sólo estoy un poco celosa —Zafira decidió tomar un descanso y ambas chicas se fueron de regreso a la piscina. Las demás no notaron su ausencia.
— ¿Celosa de qué? Tienes a Pilar y a Elena.
—Ellas no son buenas para el amor —confesó en voz baja. Tenían medio cuerpo dentro de agua y estaban apoyadas en la orilla. Veían la orgía en primera fila—. Sólo son excelentes compañías.
—Pues creo que te equivocas. El amor no debe ser así. Lo que siento por Charlotte comenzó como un juego.
— ¿No te pone celosa verla con otras mujeres?
—Ahora mismo me parece de lo más excitante, aunque siendo sincera, cuando todo esto pase, habrá ciertos problemas.
—Supongo —rio Zafira y miró a Matilda— ¿Dejamos de lado nuestras diferencias?
—Creo que eso es obvio. Acabo de tener tus dedos dentro de mí.
—Y te gustó ¿verdad?
—No estuvo mal.
Rieron de nuevo.
—Amigas —dijo Matilda por fin.
Luego de refrescarse, volvieron a la orgía y se mezclaron y disfrutaron de todas las mujeres que estaban allí. La fiesta de despedida se alargó, entonces, hasta el atardecer, y cuando el último orgasmo de Lucy fue dado al aire, las mujeres se detuvieron y se quedaron recostadas donde estaban.
—Eso sí que ha sido una despedida —confesó Sarah, tratando de recuperar la respiración.
—Confirmo —aventuró Charlotte, pasando encima de sus amigas y poniéndose al lado de su novia. Le separó los muslos y lamió para limpiar la saliva de las otras chicas que la habían usado.
La idea fue copiada por todas las novias, y en unos minutos, el grupo se desintegró y cada quien se fue con su respectiva pareja. Ahora, luego de la diversión, lo único que quedaba era que cada una hiciera el amor con quien le correspondía, y eso, podría alargarse hasta el anochecer.
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La mansión de los placeres lésbicos.
JugendliteraturLady Sarah es dueña de una mansión, una mansión con un propósito: Reunir chicas de diferentes lugares pero con una característica que las une: el deseo de dar rienda al deseo lésbico. Pero cada una a la vez acarrea sus propios problemas, desde una...