Una inesperada tormenta había aplazado el pequeño torneo amistoso entre Carolina y Sarah; aunque eso nos significaba que el equipo de las latinas estuviera desperdiciando su tiempo. Incluso con el mal viento entrando desde el mar, y las aceradas nubes aproximándose como una muralla de viento y agua, las chicas corrían en fila india sobre la arena para ejercitar las piernas.
—Sólo mírenlas. Son unos monstruos —dijo Lucy, aferrada al barandal de la habitación.
—Nos van a patear el trasero —aceptó Noriko.
—Su espíritu combativo es digno de aplaudir —a Zafira no le hacía la menor gracia que sus amigas estuvieran predispuestas a la derrota. Era cierto que las chicas de Carolina eran de temer, y también era cierto que cada una de ellas podía patearles el trasero. No obstante, para ella eso era una ventaja—. Estarán muy confiadas, y vamos a darles una sorpresa.
El océano rugía y estrellaba feroces olas contra la playa. Hacía frío y la lluvia ya había comenzado. Un rayo encadenado a un trueno hizo que las chicas de Sarah se hicieran para atrás. Cerraron las ventanas y volvieron a sus respectivas habitaciones.
— ¿Les parece si jugamos algo para entrar en calor? —la sugerencia de Zafira fue bien recibida por sus amigas, que estaban tan nerviosas, que cualquier idea de entretenimiento les vendría bien.
— ¿Botella? —Leonore vació el último sorbo de su refresco, y llamó a sus amigas para que se sentaran alrededor de la botella—. Yo giro primero.
Le tocó a Elena.
—Castigo.
—Ah, empiezas bien —rio Zafira.
Leonore miró a sus amigas. Meterse con Nicole y Lucy estaba prohibido. No quería que besaran a Noriko, y Zafira con Elena ya estaba gastado.
—En realidad... creo que no se me ocurre nada.
— ¡Pff! Tienes razón —dijo Lucy—. Sin Charlotte o Matilda, las cosas no son las mismas. Admito que era interesante ver cómo Mati caía en las redes del amor.
—Me pregunto si estarán bien.
—Cállate, Leonore —masculló Zafira, todavía sin querer aceptar la verdad de la salida de la única chica que le había hecho sentir mariposas en el vientre.
—Nosotras nos vamos a nuestro cuarto —Nicole ayudó a Lucy a ponerse de pie, y Elena las siguió sin despedirse de las demás.
Zafira, al verlas marcharse, se sintió como si le quitaran un peso de encima. Le molestaba un poco la melosa relación de Lucy y Nic. Se alegraba por la chica, de verdad. Pero no por eso estaba cómoda teniéndolas cerca y sintiendo el amor que irradiaban las dos.
Triste, comenzó a preguntarse si no habría alguna chica para ella. El mundo era demasiado grande y lleno de posibilidades.
—Vamos a ducharnos —sugirió Leonore a Noriko, y ambas muchachas entraron al baño.
Al quedarse sola, la morena experimentó un deseo escondido y discreto de espiar a sus dos amigas. Desde el campamento, y desde los retos, su relación con Leonore y su novia había ido por buen camino, y ya no se tenían la misma rivalidad de antes. De hecho, Zafira encontraba a Leonore extremadamente irresistible como para no mirarla e imaginar cómo sería estar entre sus carnes.
Aplazando esos sentimientos, se recostó sobre la cama y decidió dormir una siesta. Cosa que fue imposible, porque de repente vinieron a ella las risas de Noriko dentro del baño. A Zafira se le encendió la libido al imaginar todas las cosas que sus amigas estarían haciendo dentro, y poco a poco, fue llevando una mano dentro de su ropa hasta tocar su hendidura. De inmediato le surgió una sonrisa cuando su clítoris envió un pulso de placer a través de sus nervios. Apretó los muslos, aprisionando su mano entre ellos y rasgando en su interior.
Adoraba su vagina, como todo su cuerpo. Aquella zona le había dado tantas alegrías que no podía imaginarse siendo un hombre. Claro, que durante los días difíciles se ponía insoportable, pero el resto del tiempo era embriagador tener un botoncito con tantas capacidades.
Rio y se mordió el labio. Su mente trabajaba a altas velocidades, imaginando los deliciosos senos de Leonore dentro de su boca. Su respiración se fue haciendo más rápida, a tal grado que dejó de experimentar pena y se abrió las piernas.
Justo en ese momento, Leonore y Noriko salieron de la ducha, envueltas en sendas toallas. Las tres chicas se quedaron pasmadas al verse. La asiática fue la primera en reírse, y la cara de Zafira enrojeció como la lava caliente.
— ¡Tontas, cállense!
— ¿Te estabas masturbando? —preguntó Leonore.
—No.
—Creo que nos oyó al otro lado del baño —sonrió Noriko, y traviesamente se tiró a la cama de Zafira y se colocó encima suyo. La morena abrió los ojos de par en par.
— ¡¿Qué crees que haces?!
—Dinos ¿te estabas tocando gracias a nosotras?
—No. ¡Bájate! Me estás aplastando.
Leonore quería gritar y decirle a Nori que no hiciera una tontería, pero... pero no podía hacerlo. Ver a Zafira debajo de su novia, sometida y nerviosa, le produjo una sensación de querer formar parte de eso. Bajó la mirada mientras pensaba en todas las cosas que ella y su novia se habían prometido: disfrutar al máximo de sus cuerpos.
Tragó saliva, y se acercó a la cama. Se sentó al lado de Zafira y le acarició la frente.
— ¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó Zafira, temerosa. La situación se iba de su control.
Noriko miró atentamente la cara de su novia. Cuando hicieron contacto visual, Leonore le sonrió. Ella conocía bien esa expresión. Le daba permiso para la travesura. Era una clara invitación para dejarse llevar. Así pues, riendo, Noriko se quitó la toalla.
Pechos turgentes, medianos. Una piel inmaculadamente blanca. El cabello negro le caía encima de los hombros, y todavía estaba un poco humedecido. Un lunar justo en la parte superior del seno derecho tenía la pequeña forma de una estrella. El vientre plano terminaba en una hermosa vagina lampiña y de tiernas carnes rosadas.
—Hermosa ¿verdad? —dijo Leonore, y antes de que Zafira pudiera decir algo, se quitó la toalla y cubrió la boca de la morena con un beso.
Por un instante, la pobre chica no supo lo que estaba sucediendo. Se quedó con los ojos abiertos, abriendo sus labios para que la lengua mojada de su amiga entrara en ella y tentara la suya. Mientras tanto, Noriko se había hecho para atrás, arqueando la espalda hasta que sus tetas parecieron inflarse, y dirigió sus delicados dedos hacia la intimidad de Zafira.
Aquello fue el desencadenante de una serie de deliciosas reacciones químicas en el cerebro de la chica. Lentamente, colocó ambas manos sobre las suaves piernas de la novia de Leonore, y ascendió hasta encerrar sus gemas dentro de sus manos. La sensación de los pechos de Nori no era diferente a la de otras chicas, pero el saber que ella tenía novia, y que su novia aprobaba lo que estaba sucediendo, le agregaba una dosis de saludable morbo a la situación.
En realidad, la japonesa había querido comerse a Zafira desde la primera vez que la vio, y en más de una ocasión había tratado de hacerle ver sus deseos a Leonore. Sin embargo, ya que siempre parecía haber una constante rivalidad entre ambas, la situación tan deseada nunca se había hecho realidad, hasta ahora.
En su país natal abundaban las chicas esbeltas, de senos pequeños y piel pálida. Zafira era diferente. Era como probar un nuevo tipo de mujer. Inclinándose hacia adelante, se hizo un espacio entre el hueco del mentón y el hombro, y comenzó a besar el cuello con suaves mordidas y lamidas alrededor de toda esa área erógena. Su boca ascendió por la curva de la mandíbula, hasta encontrarse con la boca de ambas chicas. Ahí, Noriko se unió a un beso triple con ambas, en las que cada uno o dos segundos, las bocas se intercambiaban y el chasquido de sus labios llenaba la habitación de un agradable sonido.
Noriko y Leonore se encargaron de desnudar a Zafira. Ninguna de las tres intercambiaba palabras, por miedo a que de la boca de alguna saliera algo que las orillara a detenerse. Estaban excitadas y embravecidas en medio de la privacidad que otorgaba su habitación.
Una vez Leonore vio a su rival sin nada de ropa, con las rodillas un poco separadas, recostada indefensa y acariciándose los pechos, el último tramo de cordura se alejó de ella, y dio paso a una inquebrantable necesidad de poseer su cuerpo. Se encaramó sobre la chica, y la besó con una pasión beligerante. Al mismo tiempo sintió una lengua recorriéndole el trasero. Miró por encima de su hombro y vio que se trataba de Noriko, disfrutando con la hendidura de ambas chicas, llenándolas de besos y mordidas que les hicieron jadear al mismo tiempo.
Leonore clavó las manos de Zafira contra el colchón para tenerla completamente inmovilizada, y restregó sus caderas con movimientos ondulatorios, igual que una serpiente se arrastra por la arena. El contacto de su caliente sexo contra el de su amiga le produjo una sensación inigualable. Se inclinó un poco hacia el frente, permitiendo que la boca de la morena atrapara las rosadas cimas de sus senos.
En realidad, Zafira siempre había querido sentir las curvas de Leonore. Saber que era una mujer de carne y hueso, y no un conjunto de habilidades casi perfectas. No podía existir una chica tan extraordinaria en el mundo.
Por un rato, saboreó los melones de Leonore. Estaban tan suaves como globos cubiertos de seda, y sus puntitas habían adquirido una firmeza tan sofisticada que era difícil no apartarse de ellos. Gimió al notar la lengua de Noriko explorando su intimidad, y luego, sus dedos entrando a través de su vagina e inundando su cuerpo. Gimió y arqueó la espalda. El casi orgasmo le hizo morder los pechos de su amiga, quien a su vez sonrió, y se apresuró a apoyarse de la cabecera de la cama, y poner su entrepierna justo a la altura de la boca de su amiga.
Zafira disfrutó del sexo de Leonore, y encontró que sus pliegues eran extremadamente suaves y resbalosos. El aroma que manaba, la textura de sus jugos. Movió las manos para acariciarle las nalgas y rasgarle la espalda lumbar con las uñas. Separó sus piernas lo más que pudo para darle espacio a Noriko, y la chica japonesa se lo agradeció, penetrándola con mayor violencia y lamiendo su clítoris con avidez.
Leonore estaba en el cielo. Su coño estaba siendo explorado de una manera profunda por una lengua que no era la de su novia. Arqueó la espalda hasta formar una delicada línea que parecía estar a punto de romperse. Se apoyó con una mano de la cabecera, mientras que no sabía qué hacer con la otra. Se mordió sus dedos, jugó con ellos dentro de su boca, y después, mojados con su saliva, se dedicó a pellizcarse las puntas de los senos hasta que le produjo cierto divertido placer.
—Oh... Zafira ¿cómo... haces eso?
La muchacha no respondió, pero sí que dio un grito ahogado cuando Noriko introdujo más dedos de los que podía soportar. Leonore se quitó de su boca y miró con atención lo que su novia intentaba hacer.
—Vas a lastimarla —advirtió.
—Que... siga —alcanzó a decir Zafira, relajándose y frotándose los pechos.
Aunque la mano de Nori era pequeña, luchaba por entrar dentro de la intimidad de la muchacha. Leonore comenzó a acariciarle el vientre para relajarla, al mismo tiempo que mamaba sus pechos con delicadeza, succionándolos como si quisiera extraer algo de ellos.
—Bé...bésame —pidió con un sollozo.
Leonore asintió, y cubrió toda la boca de Zafira con la suya.
Noriko siguió entrando, hasta que al fin, tuvo la mitad de la mano dentro de Zafira. La dilatación de su amiga había llegado a un nuevo límite, y se mantuvo dentro durante un rato, dejando que la simple presencia de sus cinco dedos hiciera estragos dentro de la morena.
Para aumentar más el éxtasis, tanteó con la punta de su lengua el resto de su intimidad. Movió la mano, como queriendo sacarla, y volvió a introducirla. Cada vez se hacía más fácil, pues el cuerpo de la muchacha se mojaba más y más, permitiendo la penetración completa.
Cuando Zafira convulsionó a causa del poderoso orgasmo, Noriko sacó la mano y la lamió por completo. Estaba empapada del sexo de la otra chica.
—Te toca, amorcito.
—Esperen... van a... matarme.
El sudor corría por la frente de Zafira cuando Noriko se sentó sobre su pecho, de espaldas a su rostro. Levantó las piernas de Zafira para dejar que Leonore tuviera acceso a ese delicioso lugar. Desde esa posición, no quedaba ningún rincón oculto.
—Me encantan las vaginas —fue lo que dijo Leonore, pasándose la lengua por los labios. Atacó a Zafira con una fogosidad tal que sólo tenía reservada para sesiones de sexo mucho más intensas que cualquier otra. Besó con fuerza la parte interna de sus piernas, el espacio entre ellas y tanteó su entrada con la punta mojada de su lengua.
—Tienes que probar esto —le dijo a su novia. Así pues, Noriko se inclinó hacia el frente, exponiendo todos sus rincones a los ojos ambiciosos de Zafira. Nori soltó un gritito cuando una lengua le recorrió todo el trasero. Riendo, alcanzó a unir su boca con la de Leonore, y entre las dos se dedicaron a saborear la vagina que tenían a su alcance.
Zafira estaba en la gloria, con dos chicas brindándole placeres inimaginables. Reía y se mordía los labios para que sus gemidos no se salieran de control. Dos manos diferentes atacaban su sexo, y dos lenguas distintas lavaban sus pliegues, separando su vulva y brindándole atenciones inigualables.
Se corrió una vez más, con la rendija de Noriko pegada a su boca.
—Bien... estoy cansada —les dijo, sentándose sobre el colchón—. Ustedes, par de cabronas, han disfrutado de mí. Me toca.
— ¿Qué quieres que hagamos? —preguntó Noriko.
—Un sesenta y nueve entra ambas. Leonore arriba.
Las dos muchachas obedecieron, asumiendo esa posición de una buena vez. Desnuda, Zafira las rodeó, hasta llegar a donde estaba la cabeza de Nori. Desde allí tenía una vista prodigiosa de la lengua japonesa recorriendo toda la zona íntima de Leonore. Una vagina hermosa, de carnes claras y humedecidas por una generosa cantidad de jugo.
Zafira unió su lengua a la de Noriko. Hundió sus uñas en las firmes nalgas, y se permitió morderlas de vez en cuando. Sus labios y los de Nori se encontraban a veces, y se besaban, para después deleitarse juntas y recorrer toda esa zona por completo.
Leonore no sabía ni qué decir. Le costaba seguir el ritmo, y masajeaba el clítoris con una velocidad firme, aunque algo temblorosa, dependiendo de lo que sus amigas le brindaban.
Al terminar, le tocó a Zafira hacer sufrir a Leonore. La acostó bocabajo, y se subió sobre ella. Encontró el espacio entre sus nalgas, y penetró en su interior con una asombrosa velocidad. Al mismo tiempo, sus dientes mordían el cuello y el lóbulo de la oreja de Leonore. Una mano le apretaba el cuello a la chica, como si la estuviera ultrajando de una manera deliciosa.
— ¿A caso creíste que ibas a poder doblegarme? Te faltan años para eso, mi querida Leonore.
La otra no respondía. Los dedos en su interior desgarraban sus carnes de una forma sin igual. Gritó cuando una mordida en el lóbulo de su oreja se hizo más intensa, y sintió que no podía respirar a causa de la mano que el aprisionaba el cuello.
Zafira calculó el momento, y la liberó, permitiendo que tomara aire. Después volvió a tomarla. Miró por encima de su hombro a Noriko.
—No te quedes allí. Tienes trabajo que hacer.
Asintió, y se apresuró a separar las nalgas de Zafira para dedicarse en cuerpo y alma a alimentarse de esa zona. Riendo, la morena siguió penetrando a Leonore con una mano, casi haciéndola gritar de dolor y éxtasis. La cama rechinaba con el movimiento de las tres.
—Más... más —pidió Leonore, con el pelo mojado del sudor pegándose a sus mejillas.
Zafira le dio la vuelta. La tenía dominada por completo, y le hacía pedir más. Rogar por atenciones. Levantaba su ego el saber que las chicas la deseaban.
Se colocó en unas tijeras con la fuente de placer de Leonore, y dejó que el clítoris de ambas se besara con el otro. Querían unirse de una forma nueva, de una forma... una forma más profunda.
—Tráelo. Tráelo, Noriko.
— ¿De qué hablan?
—Ya verás.
Noriko buscó entre su mochila, y extrajo el juguete deseado. Un consolador, con una forma fálica imponente, fabricado con materiales oscuros y con unas venas en forma de relieve. Zafira sonrió y tomó el aparato, luego, lo introdujo dentro de Leonore y comenzó a moverlo, asegurándose de causarle estragos por todo su interior.
Aquella sesión no tenía nada de romanticismo. Noriko se separó y se sentó sobre la otra cama, sin dejar de masturbarse. Era la primera vez que Leonore estaba dominada por una fuerza mayor. Una mano de Zafira penetraba su coño, y otra le sostenía del cuello, como si quisiera ahorcarla por ser víctima de tantas pervertidas intenciones.
—Maldita... —gruñó Leonore, aunque sonriendo con lujuria.
Zafira no le dio más tiempo de seguir hablando, porque se encaramó sobre ella y le sacó el consolador de un solo movimiento. Le arrojó el juguete a Noriko.
—Penétranos a las dos.
—Será un placer —sonrió la chica.
Mientras ambas mujeres, rivales antes, se comían a besos, Noriko tuvo cuidado de divertirse con ellas, lamiendo a una, penetrando a otra, y viceversa, se sentía como la esclava, la sierva, intentando complacer a dos mujeres que pedían más y más, hasta llegar al límite de sus cuerpos. Las vio retorcerse y reír, gemir y jadear. Bebió de ambas, y las acarició en todos los rincones de sus juveniles cuerpos.
Finalmente, Noriko brilló al hacer que las dos se corrieran casi al mismo tiempo.
Leonore y Zafira jugaban con sus lenguas, mientras sentían el cuerpo invadirse por sus orgasmos. Al final, todo pasó y el calor inundó todo el cuarto.
Las tres se miraron, se sonrieron, y se acostaron.
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La mansión de los placeres lésbicos.
Novela JuvenilLady Sarah es dueña de una mansión, una mansión con un propósito: Reunir chicas de diferentes lugares pero con una característica que las une: el deseo de dar rienda al deseo lésbico. Pero cada una a la vez acarrea sus propios problemas, desde una...