La encontró en el jardín trasero, con las rodillas encogidas y debajo de la sombra del manzano. Pilar captó el rostro triste que agriaba lo que antes había sido una mirada llena de picardía y emoción. Ver así a Elena le dolía, y no podía comprender por qué su corazón palpitaba tanto con la simple fantasía de querer compartir tiempo con ella.
Pensó qué clase de palabras podría decirle para iniciar una conversación. No quería llegar sin más que un simple "hola", aunque tampoco estaba dispuesta a dejar ver todas las ganas que tenía de estar con ella.
Respirando profundamente, se acercó cautelosa y le tocó el hombro.
Elena levantó la vista y la bajó rápidamente. Se frotó los ojos y carraspeó para deshacerse del nudo que le oprimía la garganta. Cuando Pilar se sentó junto a ella, la muchacha sintió deseos de alejarse para que no la vieran llorar. Expresar sus emociones nunca había sido fácil, pues ni ella misma se consideraba una persona sentimental. Toda su vida había presumido ser un titán de piedra, entregada sólo a su cuerpo, su vida y sus gustos. Difícilmente consideraba a alguien más su amigo.
—Zafira me dijo que querías hablarme —mencionó la colombiana.
—Sí, bueno. Sólo quería disculparme por haberte tratado de esa forma tan dura.
—Te perdono.
— ¿En serio? Es bueno saberlo —tomó aire y sintió como la culpa abandonaba sus hombros—. Eso me alegra. No te mereces ser tratada así, y menos por un desastre como yo.
—Me gusta lo desastrosa que eres —sonriendo, Pilar se atrevió a besarla en la mejilla.
—Escucha... —la miró a los ojos, y el sentimiento de amor que debería estar allí, simplemente se había ido. Elena ya no la miraba con deseo. No tenía ganas de lanzarse sobre Pilar y arrebatarle la ropa. Aquello le dijo cuánto había cambiado—. Lo que pasó entre nosotras sólo fue cosa de placer.
—Lo sé —dijo Pilar, esforzándose por no marcharse de allí—. Sólo me es difícil olvidarte.
—Posiblemente... te confundiste en cuanto a tus emociones. Eres una chica encantadora —le acarició la mejilla con ternura—, y bastante sexi.
—Me vas a decir que sólo me quieres como amiga ¿verdad?
—No soy lo que quieres de una pareja, Pilar. Francamente sólo tengo mi cuerpo y ya. Me falta estar más en contacto con mis emociones. Si te correspondiera, créeme que no sería capaz de darte el amor que buscas.
—Eso lo dices para que no me sienta mal —se frotó los ojos con el dorso de la mano—. Ya sabía que no debía de haber venido.
—Oye, todavía puedes convivir con las demás. Creo que les caes bien a las chicas.
—Me miran raro.
—No es verdad. Lo que pasa es que te quieren desnudar.
La colombiana sonrió tímidamente.
Elena pensó que sería bonito volver a besarla. Quizá eso la calmaría. Lo único que la frenó fue el saber que, si la besaba, le sería más difícil a Pilar abandonar los sentimientos que tenía hacia ella. Aun así, qué hermosos eran sus labios finos.
— ¿Te gusta alguien más? —preguntó Pilar.
— ¿Qué? No. En lo absoluto.
— ¿Qué hay de Zafira?
—Somos amigas. Casi hermanas ¿sabes? No podemos ser pareja. La adoro, claro, pero no llegamos al amor.
—Es bonita —mencionó Pilar, tanteando el terreno—. No me extrañaría si de repente te gustara.
—Eso no sucederá, linda. Es más, ¿por qué no intentas algo con ella? Estoy segura de que a Zafira le gustará tenerte entre sus brazos.
—No sería lo mismo sin ti.
—Me conoces de nada, Pilar. Quiero que lo tengas presente. Nada más fue cosa de una sola noche. Cariño, mírame. Eres maravillosa de verdad. Sólo que yo no quiero una relación. Sólo quiero... —suspiró, cansada—. En realidad, ya no sé lo que quiero. Mi mente divaga entre un montón de ideas raras. De pronto siento que me he desestabilizado emocionalmente.
—A lo mejor son tus hormonas —dijo Zafira, apareciendo tras el tronco—. Cuando tuviste tu primer periodo, lloraste amargamente por haber sacado un cero en matemáticas. Tuvieron que llevarte a la enfermería.
—Prometiste no volver a contar eso.
Sonriendo, Zafira se acomodó al otro lado de Elena, y el trío de chicas se quedó en silencio por unos minutos.
— ¿Qué han decidido? —les preguntó, visiblemente curiosa por cómo iba a terminar aquella extraña relación entre su mejor amiga y la chica que se había enamorado de ella—. ¿Van a hacerse novias o seguirán con el drama?
—Es un tema importante —replicó la colombiana—, pero ya me han mandado al diablo.
—No fue así —rio Elena, y en un arrebato de alegría, cruzó un brazo detrás de cada una y las atrajo hacia sí—. Ustedes dos siempre me sacan de mis casillas. Me ponen como loca, niñas. Hacen que mi vida sea un pequeño desastre.
—Habla por Zafira —objetó una ofendida Pilar—. Dices que apenas me conoces.
—Oh, cuando conozcas a Elena, te caerá bien —le aseguró la cantarina voz de Zafira—. Deberíamos tener un trío para limar asperezas.
Las tres soltaron suaves y graciosas risitas cómplices, y guardaron silencio por un rato, antes de que Pilar hablara.
— ¿En serio podemos estar las tres en la misma cama?
—A mí no me metan en sus juegos lésbicos —fue la alegre respuesta de Elena, aunque la idea le hizo agua la boca... y otras partes de su cuerpo.
—Claro, por mí no hay problema. Siempre y cuando Pilar no se salga con "ay, te amo Elena". Niña, hay que aprender a diferenciar amor de sexo.
—No se burlen de mis sentimientos —chilló la aludida, y arrancó otras alegres risas en las dos. Sonrojada y humillada, se separó de ellas y cruzó los brazos bajo sus lindos pechos, que se asomaban muy apretaditos debajo de su blusa. Vio que Elena y Zafira la miraban—. Oh, dejen de violarme, par de cochinas.
— ¡Pff! Creo que mejor me largo —Elena se estaba burlando de las dos—. Parece que entre ustedes las cosas se van a poner interesantes.
—Yo creo que... —Zafira miró a ambas chicas—, si nos gustamos tanto... sería interesante probar una relación que nos involucre a las tres.
— ¿Ser novia de la novia de la novia? —Rio Elena—. Amiga, creo que has perdido la cabeza.
—No. Eso es raro... y perturbador. Hablo de... por qué no forjar nuestra amistad con... ustedes saben... unos cuantos besitos, unas cuantas caricias... unos pocos orgasmos...
Pilar se sonrojó como un tomate. La idea sonaba linda, claro.
—No lo sé —Elena masticó la idea un momento, imaginando los pros y los contras de hacer un trío con las dos—. ¿Pilar? ¿Crees ser lo suficientemente madura como para eso?
—No sé.
—Podemos intentarlo. Oh, vamos. Hay demasiado drama —urgió Zafira—. Esto se parece a la novela de las ocho.
Rieron otra vez y se miraron con curiosidad. Formaban un trío bastante peculiar: Elena, que era la más alta de las tres, seguida de Pilar y por último estaba Zafira, con su casi metro sesenta de estatura. Se parecían entre sí, con el cabello negro y los rostros angelicales. Una imagen de las tres desnudas y retozando sobre la misma cama debería ser capaz de excitar hasta al más frío de los hombres, y la más frígida de las mujeres. Una amazona con muchísima experiencia. Una brasileña con un lindo y coqueto sentido del humor, y una colombiana curiosa que apenas estaba iniciando su vida sexual entre mujeres.
—Bueno... —dijo Pilar— ¿En la cama de quién?
—Si va a haber una fiestecita, será en la mía, por supuesto —dijo alegremente Zafira— ¿vamos?
— ¿Ahora? —se sorprendió Pilar.
—Sí. No querrás dejar a tu clítoris esperando. Le aguardan muchas mordidas de mi parte.
—Es cierto —sentenció Elena—. A Zafira le fascina morder.
—Pero no sean tan duras conmigo. Apenas soy una niña inocente.
Las tres entraron riendo a la mansión, pero al llegar a la sala, sólo había seriedad por parte de las otras muchachas. Estaban al lado de Sarah, que estaba, según pudo ver Elena, vestida nada más con una bonita blusa casi transparente y unos diminutos shorts deportivos. Recorrió con la mirada los fuertes muslos y los grandes senos tensando la tela de algodón.
—Las estábamos esperando. Siéntense. Hay noticias de la casa Su.
— ¿Qué pasó? —preguntó Leonore.
—Ha dispuesto un reto final en el que participarán las tres mansiones principales —hizo una pausa dramática—, Carolina estará entre ellas.
— ¿Qué clase de reto? —preguntó Charlotte, acariciando la frente de Matilda, que descansaba sobre sus piernas.
—Será una misión de supervivencia. Se llevará a cabo de una isla del caribe, propiedad de lady Su. Formaremos equipos con otras muchachas. Partiremos por la madrugada.
— ¿Madrugada? —Matilda no estaba feliz con la idea. Quería pasar más tiempo con sus más grandes amigas, a las que adoraba ahora que tenía muchas cosas en común con ellas.
—Sí. Será mañana por la mañana. Después de esa prueba... hijas mías, no volverán a esta mansión.
Se escucharon leves gemidos de sorpresa y angustia. Sarah vio cómo sus niñas se miraban entre sí. Las recorrió con la mirada, sonriéndoles con amor y afecto.
—Las adoro. Sépanlo bien. Estoy segura de que seguiremos en contacto ¿verdad?
—Claro que sí —dijo Charlotte—. Señora, es una de nuestras amigas ¿verdad?
—Lo es —asintieron todas.
—Gracias. Me llenan de alegría verlas tan hermosas y felices. Queridas mías, hoy voy a llevarlas a cenar a uno de los lugares más caros de la ciudad, así que quiero que se vistan de gala. Tendremos una fiestecita de despedida.
Marcela fue la primera en despertarse, y lo hizo con mucho frío. El aire acondicionado de la habitación zumbaba sigilosamente, y tapando su cuerpo desnudo con la sábana, se apresuró a apagarlo. Aunque el cuarto estaba oscuro, al girarse de nuevo a la cama, se deleitó con la figura que dormía junto a ella. Era como si todavía pudiera sentir el roce de esas manos y la caricia de aquella boca de fresa sobre la suya.
Se recostó de nuevo, teniendo cuidado de no despertar a su pareja.
— ¿Qué haces levantada? —preguntó María.
—No quería despertarte. Sólo apagué el aire acondicionado.
—Vuelve a dormir —se giró hacia Marcela y la abrazó, subiendo una pierna sobre las de ella—. Mañana será un gran día. Mi venganza contra las putas de la casa Sarah será dulce.
—Ten cuidado. Es peligroso buscarle bronca a la leona. Ya ves de lo que es capaz.
—De no haber sido por su golpe a traición, la hubiera derrotado. Nunca en mi vida había estado tan furiosa con alguien. Se me calienta la sangre de sólo imaginarlo.
—Bueno... si se te calienta tanto, tal vez puedas... —lentamente, Marcela bajó a besos por el vientre de María—. Tal vez puedas darme un poco de ese calor.
—Será un gusto, amor —dijo, abriendo las piernas para la chica.
Marcela lamió con energías lo que se le estaba ofreciendo. Sin la puta de Pilar para interrumpir y sacar de sus casillas a María, la tenía sólo para ella.
— ¿Ya pensaste con quién harás equipo? —le preguntó mientras introducía dos deditos dentro de los apretados pliegues de la brasileña. El calor que manaba era delicioso, y el sabor, tan exquisito como para no ignorarlo.
—Lo sé. Ahora, lame, y no dejes de hacerlo.
El primer sujetador en salir volando de la cama fue el de Pilar. Cuatro brazos la empujaron contra la cama. Antes de que pudiera protestar por qué era ella la que iba a recibir la primera tanda de cariño, dos bocas cubrieron sus pechos. Cada una masticó sus puntitas con suavidad, y después bajaron al mismo tiempo hacia su abdomen. Sentir esas húmedas lenguas llenándole de saliva la superficie inmaculada de su piel de bronce la hizo sonreír. Era muy cosquilluda, y Zafira se dio cuenta de eso.
Mientras Elena seguía besándola, Zafira se quitó la blusa con todo y el brasier. Sus pechos saltaron alegremente, excitados al momento. La mano de Pilar se movió hasta tomar uno. Le pidió que se aproximara, y la morena así lo hizo, poniendo sus tetas a la altura de la boca de la colombiana.
Cuando esta última los tomó con sus labios, le fue imposible no morderlos y jugar con aquellas calientes puntitas con su lengua. Eran del tamaño apropiado y justo para decantarse un buen rato sintiendo su textura y su peso.
Zafira miró a Elena, que luchaba por quitarle los ajustados jeans a Pilar. Ambas intercambiaron una mirada y se sonrieron cómplices. Elena al fin consiguió quitar los pantalones de la otra chica, y esta ayudó al abrir las piernas. Llevaba una pequeña tanga de encaje rosa, que resaltaba muy bien contra la coloración de su cuerpo.
—Dios, me fascinan las latinas bronceadas —sonrió la amazona y comenzó a frotar con sumo cariño el triángulo que se formaba entre las piernas de Pilar.
Zafira se deshizo de la falda y del resto de su ropa.
—A ver, espera me coloco en posición.
Cruzó una pierna por encima de la cabeza de Pilar, acomodándose de tal forma que su coño quedó a la altura de la boca de esta, y con el rostro frente a Elena. Zafira gimió cuando la lengua de la colombiana entró en ella, mientras sus deditos separaban con sensualidad sus pliegues mojados. Elena, sentándose a horcajadas sobre el pequeño cuerpo de Pilar, introdujo una mano dentro de su ropa interior y buscó la hendidura que tanto le había fascinado. Pellizcó el pequeño clítoris al mismo tiempo que chupaba los pechos de Zafira y ésta se acariciaba el pelo en un gesto de erotismo puro.
—Es tan... tan delicioso —dijo la pequeña Pilar. Zafira se estaba humedeciendo cada vez más, y ella se encargaba de saborear su cuerpo. Mordía los pequeños labios y tiraba de ellos. Exploraba a profundidad con sus dedos y besaba las nalgas después de apretarlas con sus dientes. Eran firmes, comprobó.
—Me vas a arrancar los pezones —se quejó Zafira una vez que Elena tiró de sus puntitas. Las amigas se acariciaron las caras, y procedieron a besarse al estilo francés. Sólo el chasquido de sus lenguas resbalosas, junto con los sonidos de succión de Pilar, llenaron la habitación.
En el techo de la mansión, otra pequeña fiestecita se estaba llevando acabo. Tres parejas estaban allí, mirando las estrellas esparcidas como escarcha sobre una noche despejada. Cada una tenía una lámpara al lado, y estaban cubiertas con cobertores para protegerse del frío.
Charlotte oía el chasquido de los besos que se daban Noriko con Leonore, y Lucy con Nicole. No estaban muy lejos de ellas, y podía ver sus siluetas con claridad. En esos momentos, por ejemplo, Lucy tenía una manita dentro de los pantalones de pijama de su novia, y jugaba con sus deliciosas partes. Al otro lado, Leonore hacía lo mismo, sólo que ella sacaba la mano mojada con los propios jugos de Nori, y se los daba a probar. A Nori, según había oído Charlotte, le gustaba probarse a sí misma.
—Más duro —dijo Matilda, cuando la mano de Char dejó de moverse discretamente sobre su clítoris.
—Lo siento, mi vida. Me distraje.
—Voy a echar de menos este lugar —confesó a su novia, después de besarla y de cubrirse más con el cobertor—. Aquí te conocí.
—Pero seguiremos siendo novias. Matilda, mi hermosa Matilda.
—Oh... Lucy —dijo Nicole cuando ya no aguantó más.
—Hey, vayan a una habitación —habló Leonore del otro lado, con sus dedos siendo saboreados por la boca de su novia.
—Vayan ustedes —protestó Lucy—. Yo quiero quedarme aquí.
— ¿Alguna ha hecho el amor bajo las estrellas? —les preguntó Charlotte, para distraerlas.
—No —dijo Leonore —. Al menos nosotras no.
— ¿Y si lo hacemos? No juntas, claro. Pero... cada quien.
— ¿Ahora? —preguntó Nicole.
—Será nuestra última noche juntas en la mansión.
—Pues... no sé a Lucy.
—Yo lo haría —dijo la chica con una mirada coqueta—. Además, está oscuro y nos podemos tapar con las sábanas.
— ¿Leonore? ¿Qué opinas?
—Me parece bien.
—Entonces... a disfrutar.
Riendo, las tres parejas se metieron bajo los cobertores, y comenzaron a amarse.
—Creo que ha sido la mejor idea —le dijo Matilda a Charlotte, ayudándole a quitarse el brasier. Los pechos de la castaña se vieron libres de su confinamiento, y con ellos cubrió a su novia.
—Siempre tengo buenas ideas.
Los movimientos de ambas hicieron que la sábana cayera un poco, lo suficiente como para que sus cabezas quedaran descubiertas. Así, mientras Matilda se enfrascaba con los exuberantes senos que tenía a su disposición, Charlotte miró a las otras chicas.
Lucy besaba apasionadamente a Nicole, mientras esta le levantaba la blusa hasta quitársela por completo. En medio de la noche, Charlotte vio los maravillosos y pequeños pechos que pertenecían al pastelito de la mansión. Sonrió, porque en realidad eran apetecibles. Tenía que reconocerlo. Claro que los de Mati eran todavía más lindos y suculentos. Notó sus puntitas levantadas por la excitación, y arqueó una ceja cuando Nicole los tomó con ambas manos y los lamió al mismo tiempo.
—Se los vas a arrancar —dijo Charlotte, con una risita. Lucy la miró y le guiñó un ojo en la oscuridad.
A las dos le llamó la atención el gemido de Noriko. La japonesa estaba recostada, y su novia había desaparecido debajo de las sábanas. Podían ver la silueta de Leonore ubicada entre las piernas de la muchacha, haciendo estragos como sólo ella era capaz de hacerlo.
Charlotte volvió la vista a la pareja de Lucy, que se le hacía la más tierna. La pequeña había sufrido tanto por culpa de Sam, y verla de nuevo demostrando su picardía era gratificador. Sonriendo, siguió de cerca cada movimiento que hizo al quitarle los pantalones de pijama a Nicole. Esta separó las piernas y arqueó la espalda cuando su novia se hundió entre ella.
— ¡Así se hace, Lucy! —gritó Noriko, desde el otro lado del techo. Lucy se limpió la boca y sonrió a su amiga. Después volvió a su labor.
— ¿Vas a ver a otras chicas, o me mirarás a mí, amorcito? —fue la astuta pregunta de Matilda.
Excusándose, Charlotte le quitó los pechos de la boca, y también la despojó de la camiseta.
De vuelta a la mansión, el cuarto de Zafira estaba plagado de un delicioso aroma a vainilla. Las luces estaban prendidas con la intensidad suficiente como para que las tres se miraran, pero sin dejar de lado el ambiente erótico.
En esos instantes de gozo, Elena penetraba lentamente a Zafira con un consolador que zumbaba dentro de la vagina de la mujer. Detrás de Elena estaba Pilar, haciendo lo mismo, pero con sus deditos dentro de Elena.
—Oigan... pásenme esa cosa.
—Ahí te va —dijo Elena, tirándole el alargado artefacto. Pilar no dudó en limpiarlo con su lengua, saboreando los néctares de Zafira en él. Luego, procedió a introducírselo ella misma. Lo activó, y lanzó un grito al ponerlo sin querer a la máxima velocidad. Riendo, lo retiró despacio. Bajó la intensidad. Lo volvió a poner dentro de sus carnes, y regresó a su labor, brindándole atenciones a Elena.
—Fue buena idea hacer esto —dijo Zafira, acariciándose los pechos y pellizcando sus pezones—. ¿Todas estamos contentas?
—Sí —dijo Elena, moviendo el trasero para que la boquita de Pilar pudiera sentir mejor sus suaves roces—. ¿Tú, Pilar?
—Yo sólo sé que ya quiero correrme.
Se alejó un poco de Elena y extrajo el juguete de su interior. Lamió la superficie rugosa, y mientras, miró a las dos chicas que se besaban. Durante unos momentos, se preguntó si estaba haciendo lo correcto al meterse con ambas. Sabía que Zafira y Elena compartían la cama como buenas amigas que eran, pero... ¿tenía ella el derecho de estar en el mismo sitio? No era el mejor momento para reflexionar sobre esto, y lo sabía. Sin embargo, era una idea que no dejaba de retumbar en su mente.
— ¿Qué pasa? —le preguntó Zafira.
—Nada. Sólo... estaba pensando si las cosas están bien entre nosotras tres.
— ¿Por qué no lo estarían, amor?
—Apenas las conozco. Eso es cierto. Bueno... físicamente ya las vi enteritas. Me refiero a... ¿qué hago con mis sentimientos? —se dejó caer sobre la almohada. Zafira y Elena se acostaron a su lado, y ambas dirigieron sus manos hacia la vagina de Pilar. Elena separó sus labios con sus dedos, mientras Zafira ayudaba penetrándola despacio y explorando su interior. Siguieron conversando.
— ¿Sigues enamorada de mí? —preguntó Elena.
—No... ay. No es eso. Sólo... que no sé qué hacer con mi vida.
Zafira sacó sus dedos.
—Hagamos una pausa ¿vale?
Asintieron, y se acostaron las tres muy juntitas.
—Cuéntanos qué te está preocupando —le pidió Elena amablemente.
—Es que... bueno, mi familia tiene ciertos problemas. Problemas económicos. Dejé de estudiar para ayudarles... cosas de gente pobre. Ustedes saben. El tercer mundo y eso...
—Anda, no te cortes —le sugirió Zafira, dándole un besito en los pechos—. Estamos haciendo el amor entre las tres. Bien podemos charlar con franqueza.
—Sí —dijo Elena—. Al menos no salimos a aburrirnos como las de allá arriba, mirando las estrellas. ¡Qué flojera!
Sólo que no era así. En esos momentos, Leonore y Charlotte competían por ver quién lograba correr a su novia en el menor tiempo posible. Seguían ocultas detrás de la oscuridad de la noche, apenas iluminadas por las lámparas. Sólo sus siluetas eran visibles, pero claramente se veían recortadas contra la penumbra.
— ¡Vamos, Leonore! —animó Lucy, totalmente desnuda igual que sus amigas. No se había movido de su lecho. Nicole estaba tras ella, besándole la espalda.
— ¿No deberías de apoyarme a mí? —le dijo Charlotte, sonriéndole.
—No te detengas, boba —exclamó Matilda, abriéndose los labios vaginales con sus pequeños deditos—. Nos van a ganar.
—Ya voooy.
—Y entonces... papá tuvo ese accidente. Se golpeó la cabeza y perdió la vista.
Zafira secó las lágrimas de Pilar, y la chica respondió abrazándola amorosamente y escondiendo el rostro en su cuello. Elena solamente las miró sin saber qué decir para apaciguar el llanto de su nueva amiga.
—Ya... no llores —dijo Zafira, colocando a Pilar a horcajadas encima suyo. Tomó sus suaves manos y las colocó sobre sus pechos—. Pilar, bonita, tu papá sigue vivo. Es duro, por supuesto. Te entiendo. Mi papá murió en un choque de coche, pero aprendí a salir adelante. Lo harás. Aunque no pueda ver, sigue siendo el mismo hombre cariñoso para ti ¿no es cierto?
—Lo es.
—Todo irá bien —sonrió Zafira, sobándole las piernas y subiendo por sus costados hasta atrapar sus senos y masajearlos con ternura—. Me alegra que lo dijeras.
—No se lo cuenten a nadie más.
—Claro que no. Será un secreto —le prometió la morena, pellizcándole las puntitas de un suave color marrón—. Mi vida, la vida es un sube y baja. Ahora estás arriba de mí. Seguro lo disfrutas ¿verdad?
Pilar asintió y se secó una lágrima.
—Puedo sentir tu vagina tibia sobre mi vientre. Oh, Pilar. Tan hermosa eres. No llores.
— ¿Por qué me hablas así de bonito?
—Así es Zafira —dijo Elena, que se había hecho a un lado y miraba por la ventana—. Cuando le entra lo romántica, enamora con sus palabras.
—Además, te acabo de hacer el amor, Pilar. Es normal que me ponga en plan cariñosa.
—Elena ¿por qué no puedes ser como ella?
Las tres se rieron alegremente. La tristeza de la colombiana se iba apagando poco a poco.
—Nos iremos en unas cuantas horas —dijo Elena, mirando el reloj—. Será mejor terminar con nuestra fiesta antes de eso.
— ¿Cómo quieren acabar? —le preguntó Zafira a sus dos chicas.
—Podemos hacer un anillo.
—Me gusta la idea, Pilar. Anda. Las tres al suelo.
Se acomodaron de tal forma que cada una pudiera disfrutar de la otra. Pilar lamía a Zafira, quien a su vez gozaba con los jugos de Elena, y Elena también probaba a Pilar. Se mordieron. Se arañaron. Se masturbaron y se penetraron todas a la vez. No tardaron en unirse en un orgasmo casi, casi sincronizado. Terminaron en la boca de las demás, y cuando finalmente estuvieron satisfechas, se fueron de vuelta a la cama en medio de caricias y besos.
En el techo, la fiesta aun no terminaba. Charlotte se estaba esforzando en brindarle el mejor sexo oral a Matilda. Su lengua buscaba cada parte con gesto famélico. Lucy y Nicole, animadas ahora, se habían acercado más y estaban al lado de ellas.
—Qué bonita vagina —dijo Lucy.
—Gracias... gracias —soltó Matilda, guiñándole un ojo.
—De nada.
Sin embargo, ni esos apoyos pudieron ayudar a Charlotte. Un gemido por parte de Noriko anunció que había terminado. Leonore se inclinó de nuevo, limpiándose la saliva de la boca.
—Te gané, Char. Estás muy lejos de igualarme.
—Sería distinto si Matilda no se estuviera conteniendo.
—Nada de eso —contestó la rubia, recuperando el aliento—. No me contuve. Lo que pasa es que soy de efecto retardado.
Nicole se rio encantadoramente.
—Bueno, es mi turno. Yo sí que le puedo ganar a Leonore.
— ¿Ah, sí? Por Dios. Lucy debe ser muy fácil de excitar.
—Claro que no. Es como un témpano.
— ¡Oye! —exclamó la pequeña y le dio un golpe en el hombro.
—Anda, háganlo. Matilda y yo seremos las jueces —sugirió Charlotte.
—Bueno, vale. ¿Lista, Noriko?
—Siempre... siempre lista.
—Vamos a demostrarle quien gana.
—Acerquémonos más —sugirió Charlotte. Hubo un momento de silencio, pero en medio de la calentura que las seis experimentaban, accedieron.
Unieron las sábanas hasta formar una más grande. Noriko se echó con las piernas abiertas. Lucy igual, descansando la cabeza sobre el regazo de Charlotte, al igual que lo hacía Nori sobre el de Matilda.
—Es la primera vez que nos vemos desnudas en su totalidad —rio Matilda.
—Supongo que después de esto, nuestra amistad quedará sellada de por vida.
— ¿No sería fabuloso hacer una orgía con todas, incluida Sarah? —Preguntó Leonore—. Es decir, nos llevamos muy bien. Tenemos los mismos gustos sexuales y al parecer, nos estamos quedando sin pudor.
—Sería lindo y excitante —asintió Matilda, y las seis fantasearon un momento con eso.
—Bueno, a darle ya —dijo Lucy, cuyo pecho estaba rojo por el calor que sentía. Separó sus hermosas y delicadas piernas, exponiendo la vagina más encantadora que todas hubiesen visto jamás. Incluso Leonore se atrevió a hacer comparaciones.
— ¿Qué? —dijo Lucy.
—Es bellísima. Como... un monumento a los coños.
Estallaron en carcajadas. Y era cierto. La hendidura era pequeña y apretada. El clítoris apenas se notaba entre los labios húmedos y enrojecidos. La piel era lisa y blanca igual al terciopelo, como si Lucy nunca hubiera tenido que entrar a la adolescencia.
— ¿Cuántos años tienes? —Preguntó Charlotte—, porque eso no va con tu edad.
—Cállense ya. Me avergüenzan.
—Vamos, dejen de molestar —soltó Nicole, y a la cuenta de tres, ella y Leonore se hundieron dentro de sus novias.
Charlotte miraba encantada lo que sucedía. No perdía detalle de la carita angelical de Lucy sometida a placeres exquisitos. Abría los labios un poco y mostraba una fila de dientes blancos y pequeños. Sus mejillas estaban muy rojas, y se le perlaba un poco de sudor en la frente. Sus pezones estaban firmes y su vientre se contraía. Era como ver a una hermosa sirena siendo amada hasta la saciedad. Sus gemidos llenaron la noche. Gemidos y jadeos de azúcar. Una voz tan espectacular que parecía el canto de un hada para un bosque virgen que nace de la Madre Tierra.
Lucy no tardó nada en correrse. Leonore ni siquiera pudo competir, porque ella, Noriko y todas las demás, a excepción de Nicole, que estaba todavía entre las piernas de su novia, se habían quedado maravilladas con los soniditos que surgían de la garganta de Lucy.
—Oh... eso fue hermoso —dijo Matilda—. Tienes una vocecita... tan bella.
—Yo... lo sé. ¿Gane?
—Me rindo —dijo Leonore.
Nicole se separó al fin y cerró delicadamente el santuario de placer de su novia.
—Ven. Pan comido.
—Coño comido, más bien —dijo Noriko, mientras acariciaban la pancita de Lucy y esta se recuperaba de su orgasmo.
Lucy miró a sus amigas de una en una. Tenía todas esas manos puestas sobre su vientre y la estaban acariciando. Le gustó.
—Oigan... si hacen esa orgía alguna vez, quiero que me llamen. Nada me haría más feliz que hacerles el amor a mis hermanas.
—Eso somos —dijo Nicole, mirándolas a todas—. Una hermandad.
—Algún día se hará —le aseguró Charlotte, y se rieron con ella.
Luego, desnudas las seis, se acostaron una junto a la otra y miraron el cielo estrellado. El sol ya se estaba asomando por el horizonte. Su última noche en la mansión de Sarah había terminado. Ahora lo único que quedaba era la prueba final.
La verdadera ganadora.
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La mansión de los placeres lésbicos.
Teen FictionLady Sarah es dueña de una mansión, una mansión con un propósito: Reunir chicas de diferentes lugares pero con una característica que las une: el deseo de dar rienda al deseo lésbico. Pero cada una a la vez acarrea sus propios problemas, desde una...