17. Amor

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Se despertó como si fuera la primera vez que abriera los ojos luego de estar en coma por años. Un coma que la había sumergido en la más absoluta felicidad. Matilda no recordaba cuándo se había sentido tan bien. Tan satisfecha. Tan viva. Las ondas psíquicas de los múltiples orgasmos que Charlotte le había dado seguían inundando su cuerpo, y su sangre, nada acostumbrada al éxtasis, hervía dentro de sus venas.
Estaba al lado de su dormida novia, y ambas sin un solo paño de ropa. El cuerpo de Charlotte era tan hermoso, y Matilda se preguntó por qué nunca antes le había prestado la suficiente atención. Hasta entonces, sólo se sentía atraída por la forma en la que ella la hacía sentir. Ahora, después de probarla, pensaba de una forma diferente y deliciosa. Se ruborizó al recordar que había recorrido con sus labios cada parte de esa proporcionada anatomía. Charlotte era fuerte. Sus piernas la habían aprisionado como las patas de una araña, y sus caricias habían sacado marcas en la delicada piel de sus piernas.
Mati vio los dos lindos pezones coronando los pechos. Acomodándose mejor, rosó la punta de su nariz contra esas turgentes curvas. Era una piel tan suave como el terciopelo, y comenzó a mamar de ellos como una pequeña cría buscando alimento.
Charlotte notó algo raro, y despertó. Cuando vio una cabecita rubia besándole los senos, dejó que una sonrisa aflorara en ella. Tomó a Mati de las mejillas y la atrajo para besarla. Ambas muchachas se unieron de nuevo, buscando desesperadamente las hendiduras de la otra y acariciándose la parte interna de sus labios. Habían aprendido a moverse, y estaban agotadas.
— ¿Cuánto tiempo dormimos? —preguntó Charlotte. Matilda miró el reloj.
—Unas cuatro horas.
— ¡Pff! ¿Tanto?
—Nos quedamos sin energías.
—Tuvimos un rico sexo ¿verdad?
—No estuvo mal para ser mi primera vez. Normal.
— ¡Jaja! Pero, amor, estabas gimiendo como loca. Especialmente cuando hice eso con mis dedos.
Las mejillas de la chica se ruborizaron.
—Sí... pues, avisa la próxima vez.
—Ah, mi querida Mati —la abrazó con cariño extremo y le besó la frente —. Te amo tanto. ¿Cómo te sientes?
—Pues... menos dolida —se giró hasta quedar bocarriba. La muerte de un ser querido pesaba aun, pero no de la misma forma que antes.
Charlotte se relamió los labios, y abrió suavemente las piernas de Mati. Esta se acomodó mejor para recibir la lengua de su novia en las partes más dulces de su cuerpo. Le sorprendió la rapidez con la que había vuelto a mojarse, y casi sin darse cuenta, sus finos dedos estrujaron sus pechos en un suave masaje que la excitó todavía más.
— ¿Qué pasa, amor? —le preguntó Char, acariciando con sus dedos el interior de Matilda.
—Estaba pensando en mi tía.
— ¿Quieres charlar sobre eso?
—Sigue con lo que haces. No te preocupes. Yo sólo... estaba pensando en cómo fue —se estremeció cuando la boca de la chica se pegó a su raja al mismo tiempo que penetraba con profundidad su recién abierta intimidad.
— ¿Cómo fue?
—Una maestra. Me enseñó a ser humilde. Bueno, tampoco es como si lo fuera mucho. Nací entre esta riqueza, y sin embargo, siento que me faltan cosas que el dinero no puede comprar.
—Como el amor de tu novia.
—Como el amor de mi novia, la amistad de las chicas de la mansión, y la vida de mi tía.
—Tienes las dos primeras.
—Lo sé. ¡Auch! Me vas a arrancar los labios.
—Perdón. Mojas mucho. No es mi culpa querer absorber todo. Oh, mi amor, eres tan dulce.
—Mi tía siempre me dijo que aceptara a los demás y que no fuera una persona de vicios. Me costó mucho hacer amistad en la mansión. No le caía bien a nadie, y ¿sabes? Realmente no me importaba. Cuando vi lo que sucedió con Lucy, me puse a pensar en que sería bonito tener a gente que te apoyara pese a todo.
Charlotte escuchaba atentamente con los ojos cerrados. Besaba la vagina de Mati y le acariciaba la parte interna de sus muslos.
—Sigue, amor. ¿Qué más?
—De repente quería tener muchas amigas. Creo que eso era lo que mi tía quería para mí. Que viviera con personas que me quisiera por quien soy, y no porque desearan cerrar tratos monetarios conmigo y mi familia.
—Clítoris de oro.
Mati se carcajeó.
—No digas tonterías, mensa. Ahh... Dios ¿por qué se siente tan bien?
—Por cada terminación nerviosa que hay aquí. Y las conozco todas.
—Charlotte ¿qué vamos a hacer? Somos novias. ¿Cómo le diré a mi familia que te amo y no a los tontos niños con los que me quieren casar?
—Pues no se los digas —la castaña lamió sus dedos y luego se recostó al lado de Mati—. Tu turno.
—Sí.
La boca de Matilda cubrió la raja de Charlotte, y esta sintió que podría ver estrellas explotando detrás de sus párpados. No era la primera vez que alguien le daba sexo oral, pero sí era la primera chica a la que amaba tanto quien se lo estaba haciendo. Tomó sus grandes senos y jugó con su lengua la punta de sus puntitas rosadas.
—Te amo, Char. No quiero dejarte ni que nada se interponga entre esto. Sé que apenas llevamos unas horas confesándonos y prometiéndonos amor; pero no soy tan ingenua como para pensar que no tendremos peleas y momentos donde no nos soportemos.
—Hay que aprender a calmarlos. Hagamos algo. De ahora en adelante, cuando nos peleemos, tendremos sexo de reconciliación ¿te parece?
— ¿Y si no tenemos ganas?
—Siempre tendremos ganas —Charlotte la miró con amo y le acarició los labios, mojados por los jugos que Mati había recogido—. Lo veo en tus ojos. Ardes en deseos. Todo esto, el sexo conmigo, los orgasmos que te he prometido, y el amor que te daré de ahora en adelante, son algo nuevo para ti. Los deseas porque es un mundo nuevo que apenas estás explorando. Nunca has tenido novio, y mucho menos esperabas tener novia ¿verdad?
—Nunca esperé tener sexo, de hecho.
— ¿Por qué? Si eres muy bonita y sabes moverte. Es como si tuvieras un instinto.
— ¿Moverme? —le preguntó, tratando de introducir más dedos dentro de Charlotte. Le gustaba la fuerza con la que su cuerpo apretaba sus falanges—. Casi me caigo de la cama.
—Pero me hiciste muchas cosas pervertidas, cosas deliciosas. Eso vale mucho. El simple hecho de saber que soy tu chica ya me excita. Matilda, mi bebé.
Charlotte se colocó en un sesenta y nueve con su novia. Había descubierto que esa posición la ponía al borde de la locura, y ya no tenía pena en mostrar cada centímetro de su cuerpo. Sabía que Charlotte la amaba en todo sentido. Descansó su trasero sobre el rostro de la otra muchacha, y esta, con tiernos besos, recorrió a su novia y procuró darle un placer con cada beso. Masajeó las firmes nalgas y deslizó su lengua entre ellas. Matilda rio, y continuó con su labor.
— ¿Señoritas? —Llamó una criada—. Es hora de la merienda ¿quieren comer algo?
—Yo ya estoy disfrutando de algo delicioso —rio Char, tirando con sus dientes uno de los labios de Mati.
—Yo si tengo hambre, en buen plan.
—Valeee. Entonces vamos a merendar algo y continuamos más tarde.
—Mmm... diez minutos más. Quedémonos así diez minutos más.
—Vale. Pierde la que tenga el orgasmo primero.
— ¡Oye, eso es trampa, Charlotte! Sabes que perderé.
Entre risas amorosas, la nueva pareja se entregó en cuerpo y alma.

La mansión de los placeres lésbicos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora