A medida que caía la tarde, Leonore organizó un juego en las que se pusieron en círculo, y tomadas de las manos.
— Bien. Aquí tenemos una manzana, y vamos a pasarnos esta manzana la una a la otra, usando sólo la boca. A la que se le caiga, pierde, y la que se suelte de las manos, también pierde. Si la música acaba, igual perderán.
— Creo que una manzana es muy grande. Usemos este limón —sugirió Zafira.
— Bueno, está bien. Lucy, pon algo de música. El chiste será pasar el limón lo más rápido posible. Quien pierda tendrá que cumplir un reto o decir alguna verdad ¿vale?
— Vale... —respondieron las chicas sin entusiasmo.
Lucy sintonizó una estación y halló una canción que recién empezaba. Volvió rápidamente al círculo y se tomó de las manos con Elena y Noriko.
El ritmo rápido de la canción hizo que Charlotte comenzara. Puso el limón en su boca, y se lo pasó a Elena con rapidez. Sus labios casi se tocaron. A su vez, Elena se la dio a Lucy. El limón casi se cayó cuando Lucy sintió la boca de Elena pegada a la suya. Nori recibió sin vergüenza el pequeño fruto y se lo dio a Matilda. Matilda soltó el limón cuando los labios de la otra chica la tocaron.
— ¡No!
— ¿Verdad o reto?
— Verdad.
Zafira sonrió.
— ¿Te has masturbado, pequeña traviesa? Y no debes mentirnos, porque lo sabremos.
Matilda enrojeció de la vergüenza.
— ¡Claro que no! Yo no haría algo tan sucio.
— Bueno, bueno. —Habló Leonore —sigamos, o la canción va a terminar.
Zafira agarró el limón, y con un flamante beso se lo pasó a Leonore. A nadie le importó que sus bocas se encontraran, y Leonore se lo devolvió a Charlotte. El círculo siguió jugando, cada vez más desesperadas porque sabían que la canción terminaría pronto. Matilda hizo acopio de todo su valor al sentir la saliva de sus amigas en la misma superficie, y se la dio a Zafira.
La canción terminó.
— ¿Verdad o reto? —preguntó Matilda.
— Reto.
— Uhm... —miró a sus compañeras, buscando sugerencias. Elena, con los ojos, señaló sus pechos. Matilda comprendió, y sonrió con malicia.
— Muéstranos tus senos.
Las miradas de todas cayeron sobre Zafira, que se quedó con la boca abierta ante el reto que se le había puesto. Comprendió la maldad de Matilda, pero se rio de ella. No le daría el placer de verla avergonzada, así que Zafira, con movimientos sexys, se quitó la blusa y el sostén. Los arrojó al piso con un grácil gesto, y meneó el torso. Sus bonitos pechos se balancearon firmes.
— ¡Wuuu! ¡Sexy girl! —bramó Elena, y todas rieron. Noriko fue la más sorprendida por la redondez perfecta de esos pechos. Nicole carraspeó y Lucy se sonrojó. Leonore cruzó una mirada con Zafira, y asintió, agradecida de que la morena siguiera con la dinámica del juego.
— Bien. Me toca.
El juego empezó con una nueva canción. Entre Charlotte y Elena, Elena soltó la mano de Lucy cuando un mosquito la picó en el brazo. Perdió.
— Verdad.
— ¿A quién de... nosotras te gustaría follarte ahora mismo? —preguntó Charlotte.
Elena recorrió a todas con una mirada lujuriosa. Las chicas se encogieron. Aunque Elena casi pasaba desapercibida en la casa, la muchacha era muy alta, proporcionada, y sus encantos iban a la par con su mirada de plata. Posó los ojos en Noriko.
— Siempre me han gustado las asiáticas.
— Me halagas —respondió Nori, con una coqueta sonrisa. Leonore se rio.
—Es muy difícil satisfacer a Noriko. Tendrías que estar horas entre sus piernas.
— Tal vez tú no sabes cómo hacerlo.
La sonrisa de Leonore se fue, y fulminó a Elena.
— Bueno, sigamos —sugirió Zafira al ver que la tensión comenzaba a crecer.
La siguiente perdedora fue Charlotte.
— Reto.
—Fuera blusa y pantalones —le retó Leonore.
Charlotte le lanzó una mirada entrecerrada. Suspiró, y se encogió de hombros.
— ¡Pero sexy! —le gritó Lucy, a quien el juego ya empezaba a gustarle.
Con un pequeño baile improvisado y muerta de la risa, Charlotte se quitó los jeans y la blusa. Permaneció con unos lindos bóxer negros, ceñidos a sus sugerentes curvas. Sus senos parecían a punto de reventar el broche del sujetador, y sus muslos lucían impecables.
Zafira y Elena silbaron.
— Son de silicona —pinchó Matilda, sólo para joderla.
Charlotte sonrió.
— ¿Quieres verlas, Mati?
— ¡Shh! No he dicho nada.
La siguiente en perder, justo cuando pasaba el limón a la boca de Zafira, fue Matilda.
— Reto... —pidió, tímida. No quería que le preguntaran por sus secretos íntimos.
Zafira aplicó el castigo.
—Uhm... dale un beso sensual en el cuello durante treinta segundos a la chica de tu preferencia.
— ¿La que yo quiera?
Charlotte paró las orejas.
— Sí. A la que tú quieras.
Mati recorrió a todas con la mirada. Charlotte... Charlotte no. seguía furiosa con ella, y en su fuero interno quiso vengarse. ¿Leonore? Tampoco. Ella le daba miedo. ¿Lucy? Ni pensarlo. Elena serviría, y la eligió.
Las dos chicas pasaron al centro del círculo. Elena, una cabeza más alta que la pequeña Mati, se desabrochó la camisa de botones y expuso un cuello largo y estilizado. Matilda tragó saliva, y tomó a la muchacha de las caderas. Se relamió los labios, cerró los ojos y recordó todo el dolor que había sentido cuando oyó a Charlotte decir que no había nada entre ellas. Eso sirvió para que, con un gesto sensual pero tímido, deslizara toda su boca por el caliente cuello de la mujer. Sintió la piel suave bajo sus labios, y también cómo Elena le tocaba los brazos.
Las otras chicas contaban en voz alta, menos Charlotte, que no dejaba de mirar los ojos cerrados de Elena. Tuvo un escalofrío cuando Elena jadeó.
— ¡Treinta! —gritaron las demás, y Mati se separó. Su cara estaba tan roja como un tomate, y vio que su saliva había humedecido el cuello de la mujer. Elena le guiñó un ojo y se cerró la blusa. Volvieron al círculo.
Leonore captó el lenguaje corporal de Charlotte, y vio que la chica estaba incómoda. Quiso parar el juego, pero vio que tanto Lucy como Nicole ya comenzaban a charlar sin soltarse de las manos. Zafira y Nori felicitaban a Matilda por su flamante beso, e incluso Elena tenía las mejillas algo coloradas. No sería bueno detenerse ahora y romper con esa armonía que comenzaba a surgir entre todas.
Siguieron jugando, cada vez menos chicas perdían porque ya estaban acostumbrándose al luego. Lucy y Nori chocaban sus labios sutilmente cuando se pasaban el limón, y Matilda ya no sentía tanta pena al colocar la fruta en los tintados labios rojos de Zafira.
Entonces, Leonore perdió cuando la canción se acabó.
— ¿Verdad o reto? —inquirió Charlotte.
— Reto. Las cosas se están poniendo buenas.
—Date... un sensual beso de boca de un minuto con la chica que tenga la piel más bronceada de todas.
Se miraron entre sí. Las menos claras de tono eran Zafira, Elena, pero la que resultó tener el mejor color fue Zafira, por supuesto.
Ambas muchachas se miraron casi con miedo. No se caían bien. Toda la casa lo sabía. Hablaban poco entre sí y siempre competían. Fue precisamente por esto último que decidieron hacerlo. Zafira asintió, y Leonore lo hizo también, con determinación. Por si las dudas miró a su novia, y Noriko rio y movió la cabeza rápidamente.
— Bien... ven acá, morenaza.
Pasaron al centro del círculo. Los pechos de Zafira se bambolearon sensualmente con cada uno de sus pasos. Se pasó el pelo detrás y lo amarró con una liga que llevaba en la muñeca. Leonore se colocó el cabello negro tras las orejas. Permanecieron quietas unos diez segundos, tomando aire, y rápidamente se besaron.
Las otras, sorprendidas, comenzaron a contar lentamente.
La lengua de Leonore exploró la boca de Zafira, y esta hizo lo mismo, sintiendo que le ardía la cara. La presión de su compañera aumentó, como queriendo doblegarla. Zafira frunció las cejas y abrazó a la otra con más fuerza y aumentó la intensidad de su beso.
El corazón de Nori latía acelerado, excitada al ver a su novia teniendo acción y sometiendo a otra chica. Matilda se había quedado de piedra.
Los chasquidos de sus bocas se hicieron más ruidosos. De repente era una batalla campal llena de erotismo por ver quién besaba mejor y quién se separaba primero por la falta de aire. Cada una era una besadora excelente, salvaje en la cama y una diosa de la dominación femenina.
Pero Leonore comenzó a sentirse propasada. El tiempo discurría lentamente para ella. Zafira no le dejaba respirar. Era una guerra entre sus labios, así que hizo trampa, y rápidamente pellizcó uno de los pechos desnudos de Zafira. La chica gritó de sorpresa y se separó. Las muchachas aplaudieron.
— ¡Eso fue hardcore!
— ¡Fascinante!
— ¡Otro, otro, otro! —aplaudía Matilda, emocionada. Incluso Lucy no dejó de reír.
—No estuvo mal —dijo Zafira, coqueta. Leonore arqueó una ceja.
—Lo mismo digo. Bien hecho. ¿Seguimos jugando?
— Sigamos. Ya se puso bueno —dijo Elena.
— Entonces, una ronda más y luego cambiamos, antes de que todas entremos más en calor.
La menos contenta era Charlotte, que no pudo borrar de su mente la imagen de Matilda comiéndole el cuello a otra mujer. Si siguió jugando fue sólo para no molestar a sus compañeras, y para mantener intacta la poca dignidad que le quedaba.
La música volvió a comenzar, y la siguiente en perder fue Zafira.
— Demonios ¿otra vez yo?
— ¿No lo estás haciendo a propósito? —cuestionó Leonore, después de ver que casi todas las niñas del círculo tenían los ojos puestos en los bonitos senos de la morena.
— Me ofendes. Nunca lo haría. Bien. Elijo reto.
—Está bien —le tocaba a Mati poner el castigo. —Se me ocurre que...
—Ponle algo difícil —sugirió Noriko.
—De acuerdo. Veamos... te reto a morderle los pechos a Leonore.
— ¡¿Qué?! —a Leonore no le hizo mucha gracia el castigo. Ya había tenido suficiente con el apasionado beso de antes. Las miradas de las chicas se pusieron sobre ella, y especialmente la de Zafira, que le guiñó un ojo con una señal de desafío. Leonore comprendió que no podía dejarse amedrentar por su rival.
—Si te da miedo...
—No me da miedo.
Le lanzó otra mirada a su novia, y Noriko asintió con la cabeza.
— De acuerdo. Ven acá, Zafira.
Se deshizo de la blusa, quedándose nada más con un sujetador de fino encaje negro. Sus pechos estaban perfectamente redondos, como medialunas detrás de las suaves copas de su ropa. Su piel blanca delataba un bello lunar en el lado derecho.
Zafira se pasó la lengua por los labios. Se echó el pelo para atrás, y comenzó a llenar de besos todo el espacio entre los pechos de Leonore. Aspiró el aroma femenino que se desprendía de ella, y tanteó la calidez con su lengua húmeda. Leonore cerró los ojos, luchando por no reírse. Zafira le estaba haciendo cosquillas, y también le produjo una deliciosa sensación en el bajo vientre. Sus mejillas se colorearon y volvió los ojos hacia su novia. Noriko miraba toda la escena sin parpadear. No parecía molesta, ni mucho menos celosa. Leonore la conocía perfectamente bien.
— ¿No deberían estar contando? —preguntó Charlotte.
Los sesenta segundos pasaron volando. Leonore se volvió a poner la blusa, y Zafira regresó a su lugar. Intercambió con ella una mirada seductora, que produjo más enrojecimiento en la cara de la pobre muchacha, cuya piel todavía no se curaba de los tremendos besos recibidos.
— Una ronda más y esto se acabó —anunció Leonore.
La última perdedora fue Lucy. Las muchachas se miraron inquietas las unas a las otras. Le tocaba a Elena sentenciar dependiendo de si Lucy elegía verdad o reto.
—Elije verdad —le susurró Matilda.
— Si, verdad. —añadió Charlotte.
Lucy frunció las cejas.
—No crean que no puedo jugar al nivel de ustedes. Elijo reto.
—Uhm... veamos —Elena no era tonta. Sabía que si ponía algo demasiado para Lucy, se ganaría la enemistad de todas las demás. —Dale un beso en la frente a Nicole.
La chica no hizo más que molestarse.
—Oigan, no tienen qué tratarme como si fuera de cristal. Puedo hacer cualquier reto que me pongan. Lo que más me enoja es que me crean débil y llorona. X
Elena se sintió en un aprieto. Por su pervertida mente pasó todo un mundo de posibilidades para torturar a la pequeña Lucy; pero aunque no la consideraba su amiga, tenía cierta estima por ella. Entonces se le ocurrió una brillante idea.
—Dale unos sensuales besos en el cuello a Nicole.
Lucy quiso protestar. ¿Por qué tenía que ser precisamente con Nic?
— No tienes que hacerlo sino quieres.
—Lo haré. Nicole, ven.
Ambas pasaron al centro. Las demás permanecieron expectantes, indecisas. Dudaban de que Lucy fuera a cumplir con el reto, pues la chica había estado evitando el contacto físico con las demás.
Nicole respiró profundo, y se desabotonó la camisa. La bajó lo suficiente para que se le vieran los hombros. Lucy se colocó tras ella, y la tomó de las caderas. Para Nic fue como si le pusieran pinzas ardientes sobre la piel, y dio un brinquito de sorpresa.
— ¿Lista?
— Sí.
Por primera vez desde lo de Samanta, Lucy besó a otra persona. Lo hizo con una delicadeza tal como si besara una nube. Su boca rosa se posó sobre la delgada piel de la chica que se había fijado en ella desde la primera vez que la vio. Percibió el olor a caramelo que se liberaba de su perfume y de su cabello pelirrojo. Besó su nuca, la parte superior de su espalda, y con pequeños roses fue hasta sus hombros.
Nicole, con los ojos y los puños apretados, deseó que ese momento no terminara jamás. Quería llevarse a Lucy a un sitio escondido y amarla como ella se merecía que la amaran. Su corazón latía tan enfurecido como una inhalación a merced de una tromba Cada célula de su ser se estremeció con una dosis de endorfina. Surgió la idea de girarse hacia ella y besarle en los labios. Anhelaba probarla, hacerla reír y regocijarla con el más grande de los placeres. Nicole era una chica saludable, una chica capaz de dar mucho amor a quien lo mereciera, y estaba dispuesta a hacerlo para que Lucy dejara atrás ese horrible pasado al lado de una persona que no hizo más que usarla.
— Tiempo —dijo Charlotte.
Lucy se separó, y Nic casi cayó de rodillas. Se cerró la camisa lentamente, y sin decir palabra alguna, volvió a la fila. Buscó a Lucy con la mirada, y vio que la muchacha estaba igual de avergonzada que ella. Lo único que le hicieron fue sonreírse mutuamente.
ESTÁS LEYENDO
La mansión de los placeres lésbicos.
Fiksi RemajaLady Sarah es dueña de una mansión, una mansión con un propósito: Reunir chicas de diferentes lugares pero con una característica que las une: el deseo de dar rienda al deseo lésbico. Pero cada una a la vez acarrea sus propios problemas, desde una...