El ensayo del equipo de Leonore no estaba marchando viendo en popa. Mientras que Nic y Lucy hacían bien su trabajo, Charlotte y Matilda tenían constantes roces a la hora de llevar a cabo la escena final. Para montarla, habían dispuesto de un lecho hecho con cojines y paños de seda y terciopelo. Matilda, ataviada con un vestido de encaje, bastante ceñido y que realzaba la redondez de sus senos, tenía que tenderse allí en una posición de somnolencia, y después, Charlotte, que llevaba unos pantalones viejos, una camisola y una chaqueta brocada, entraba y trataba de depositar un beso en la doncella.
Leonore supervisaba la escena desde uno de los asientos del público. Llevaban sólo dos días ensayando y no lograban grandes avances con el acto final. Lucy y Nic, simulando ser guardias derrotadas, estaban echadas sobre el piso. Sus cascos de metal de utilería tenían visores y a través de ellos miraban cómo de desarrollaba el trabajo de sus compañeras.
Charlotte se acercó al lecho y miró a Matilda con atención. El vestido de telas doradas y encajes en las muñecas le gustaba mucho; pero más la chica que lo estaba portando. El escandaloso escote y el corsé hacían que las tetas de la doncella rica se asomaran hasta la mitad, blancas y redondas como dos perlas. Además, el exquisito maquilla le daba un aire más sofisticado y femenino. Charlotte se preguntó cómo serían las puntitas de esos candorosos senos. Era una lástima que su amiga fuera del otro bando.
Se inclinó mientras recitaba sus líneas.
—Oh, mi hermosa, mi amada doncella de cabello de oro. ¡Mira lo que te han hecho! ¡Mi amor, mi querida niña de bien, yo te despertaré! Viviremos juntas, seremos felices. Te lo prometo.
Las mejillas de Matilda se sonrojaron mientras se esforzaba por mantenerse dormida. En cualquier momento vendría el beso. Charlotte, se pasó un mechón de pelo castaño detrás de la oreja y se inclinó para besarla. Lentamente, su respiración suave acarició la nariz de su compañera, y luego pegó la punta de sus labios a los de ella. El beso debía durar lo suficiente como para parecer dramático, y mientras se despertaba, la princesa tenía que envolver a la asesina con sus brazos y acariciarle la cara.
Allí estaba el problema. Matilda apenas movió la mano, tocó a Charlotte en la mejilla y ésta presionó más sobre sus labios. La muchacha se inquietó y despertó de un brinco. Volvió a golpear la frente de la asesina y toda la función terminó mal.
— ¡No! Chartlotte, basta.
— ¡Corte! —exclamó Leonore —. ¿Matilda?
—Sentí su lengua.
— ¡No es cierto! Tengo los labios húmedos. Eso es todo. Además, ya me duele la cabeza. Matilda es tan mojigata.
—Es que no quiero hacerlo. No me gusta. Me gana la risa, me ganan los nervios. No seré una buena actriz. Por el bien de la obra, cambiemos de papel.
—Yo no besaré a nadie más que no sea a Noriko, y tampoco lo hará Tris, ni mucho menos Lucy.
—Tengo una idea. —dijo Nic, levantando la mano —. ¿Por qué no cambian los roles? Si a Matilda le da pena que Chartlotte la bese, mejor que sea ella quien lo haga. Es decir, que Chartlotte se vuelva la doncella.
Las miradas de todas se pusieron en las chicas.
— ¿Les parece la idea?
—Bueno... está bien. —dijo Matilda, inconforme todavía.
Se cambiaron de disfraces, tomaron sus lugares y volvieron a repetir la escena. Esta vez, Chartlotte era la doncella, pero no había podido ponerse bien el vestido porque el tamaño de sus senos difícilmente encajaba en el escote, y le sentía que se los estaban presionando demasiado. Hasta que el ensayo terminara, Lucy haría las adecuaciones necesarias a la ropa.
Matilda interpretó bien su papel y llegó a la escena final. Se inclinó y recitó las mismas palabras que Chartlotte, luego se inclinó. Tragó saliva y notó que su boca estaba seca. Cerró los ojos y le dio un beso de pico a la doncella. Duró menos de un segundo, y se separó.
— ¡Corte! ¡Matilda, tiene que ser sensual, duradero y demostrar amor! ¿Es que no quieres ganar?
— ¡Sí! Es sólo que... no puedo hacerlo. No con las tetas de Char a punto de escapar del vestido.
Tris se rio.
—Uy, eso quiere decir que te apenas al verla.
Repitieron la escena, aunque ésta vez con una manta cubriendo las curvas de la princesa. De nuevo, el beso de Matilda fue demasiado corto y a Char no le dio ni tiempo de acariciarla como estaba en el guión.
En la mansión, el equipo de Zafira no había logrado nada. Estaban en el auditorio, y lo único que se escuchaban eran los besos de las chicas. Tamara y Andrea no dejaban de tocarse en un rincón. En el otro, Elena y Zafira jugaban con sus bocas. Noriko y Ana eran las únicas que estaban trabajando en el guión y haciendo algunas adecuaciones, mientras miraban celosas a las demás.
—Esto no es justo. —protestó Noriko —. Quería ir con mi cariñito.
—Ya. Mejor concéntrate en nuestro trabajo. ¡Oigan, ustedes! ¡Dejen de comerse los morros y vengan a ayudar!
A duras penas, las cuatro muchachas se levantaron y se acercaron para apoyar al ingenio de Ana. Se colocaron los disfraces y se dispusieron en sus sitios para ensayar todo de principio a fin. Ana interpretaba muy bien su papel como la chica del campo, que había venido a buscar mejores oportunidades a la ciudad. Tenía facilidad de palabra, contrario a Andrea, que se trababa con sus diálogos constantemente. Zafira, con las piernas sobre el regazo de Elena, supervisaba el desarrollo de la función y tomaba apuntes sobre algunas cosas que había qué mejorar.
Finalmente llegaron a la escena en donde la campesina se encontraba con su jefa y le declaraba su amor. Tamara, vestida con un sexy traje de ejecutiva, salió detrás de su mesa y tomó a Ana de las caderas.
—Lo siento. Desde que llegaste te he tratado mal, y sin embargo... me gustas mucho. Me has hecho feliz y me has demostrado la verdadera felicidad en el amor. Ana ¿quieres ser mi novia?
—Lo deseo. De verdad que lo deseo con toda convicción.
Las dos muchachas se besaron lento y pausado, pero después, Tamara se encendió y decidió usar su hábil lengua para encantar a Ana. A esta le extrañó la intromisión, pero se dejó llevar y apretó su cuerpo con el de su amiga. Los pechos de ambas se presionaban mutuamente.
— ¡Bien, corte! —dijo Zafira —. Lo han hecho de maravilla. Ana, sería bueno que fueras un poco más apasionada. Pareces tímida, y tú, Tamara, tienes que poner una expresión de gozo y alegría, no una como si quisieras comértela en la cama. Vamos a volver a repetir la escena las veces que haga falta. No dejaré que una boba empollona como Leonore me gane. Todas, a sus puestos.
Ya era tarde cuando Leonore dio por finalizado el ensayo. Recogieron todo y se dispusieron a salir. Matilda y Chartlotte eran las últimas en irse, y miraban el escenario con una clara mueca de preocupación.
— ¿Crees que ganemos, Chartlotte?
—Es probable. Sara quiere ver acción y no dudo que Zafira hará cosas locas en su obra. Hagamos nuestro mejor esfuerzo y veamos qué sucede.
Matilda estiró los brazos.
— ¿Realmente soy tan mala besadora?
—No sé por qué no puedes hacerlo, Mati. Sólo es un beso. Imagina que soy un chico rubio y muy atractivo con gran pectoral.
— ¡Jajaja! No es tan fácil hacerlo. Lo siento, es sólo que... me incomoda mirarte.
— ¿Temes que pueda gustarte? —la pulla iba dirigida a hacerla reír, pero Matilda suspiró con cansancio. Desde el medio día había estado quejándose de dolores de cabeza.
—No me gustan las mujeres. Si fueras hombre, ya me hubiera ido a la cama contigo.
—Vaya, creo que tomaré eso como un halago. ¿No quieres que ensayemos ahora la escena del beso? A lo mejor sin la presión de Leonore, ni las bromas de Tris, puedas hacerlo mejor.
— ¿Crees que sea eso?
—Podemos intentarlo.
Leonore se asomó por la puerta del teatro.
— ¿Vienen?
—Nos quedaremos a ensayar unos minutos más. —dijo Chartlotte. Leonore asintió y se marchó.
—Bien. Vamos a comenzar. Ven, Mati.
Volvieron a ponerse los disfraces. Ahora el vestido ya había sido ajustado para el busto de Char, y le vino como anillo al dedo. A Matilda le gustaba el traje de asesina. La mostraba como una chica dura y decidida.
—Lo primero que debemos hacer —dijo Chartlotte —, es acostumbrarte al contacto físico con una chica. Tienes que ser dócil y gentil. Amorosa y atenta.
— ¿Cómo sugieres que haga eso?
Chartlotte se echó en el lecho de almohadas y tomó una posición relajada.
—Móntame. Vamos a acariciarnos un poco.
— ¡Estás loca!
— ¿Quieres ganar o no?
Suspirando y avergonzada, Matilda obedeció. Cuidadosamente puso ambas rodillas a los costados de Chartlotte. Sintió el cuerpo de esta entre sus muslos. Tragó saliva. Su amiga levantó las manos y empezó a darle suaves caricias en las piernas, sin apartar la mirada de sus ojos azules. Sonrió al ver lo bonita que se veía Mati con las mejillas coloradas. Subió un poco más hasta posar sus dedos en sus brazos. Le tocó los hombros y le frotó el cuello. Finalmente, le sobó la cara con las yemas de sus dedos. Matilda cerró los ojos.
— ¿Te gusta cómo se siente?
—Es... relajante.
Cada caricia le mandaba un escalofrío sobre la piel. Matilda respiró entrecortadamente y aguantó durante unos buenos diez minutos los toqueteos inocentes de su amiga. Abrió los ojos cuando las manos de Char se posaron sobre sus pechos.
—Que me tocaras ahí no estaba en el guión.
—Lo siento. No me pude resistir. Bien. Ahora te toca a ti. Acaríciame. Tienes que acostumbrarte al contacto físico para perder los nervios.
Mati sonrió. Era una cuestión de orgullo. No se permitiría sentir vergüenza. Comenzó primero con la cara de Char. Notó que la piel de su amiga estaba tibia. Le gustó cómo sus mejillas se sonrosaron. Una sonrisa inocente se abrió paso en esos bonitos labios carnosos y al hacer esto, un hoyuelo apareció en la cara de felicidad de la doncella.
— ¿Lo estás disfrutando? —le preguntó a Chartlotte.
—Soy una chica a la que le gustan las chicas, y ahora mismo, tengo a una muy hermosa acariciándome el rostro. Me estás excitando.
— ¡Bien, suficiente! —exclamó Matilda e hizo ademán de separarse. Chartlotte la sujetó de las manos.
—Continuemos. Lo siento. No quería incomodarte.
— ¡Joder! Sólo no digas estupideces ¿vale?
— Fingiré que duermo. Cerraré los ojos.
Más tranquila, Matilda volvió al trabajo. A los pocos minutos ya se había habituado y le gustaba sentir la suavidad debajo de las yemas de sus dedos. Delineó los labios de Chartlotte, le frotó los pómulos y la frente. Finalmente bajó al cuello, y también a los hombros. Le pareció que era una chica frágil, muy esbelta y bastante guapa. Un cosquilleo en el vientre le hizo sentir escalofríos cuando vio el lindo canalito que dividía los senos de Chartlotte. Se preguntó de qué talla serían, y cómo sería el sujetador que estaba usando en esos momentos. Tragó saliva y parpadeó rápidamente para abandonar esas ideas. Volvió la atención a la hermosa cara de su amiga. Luego, se alarmó cuando ésta la tocó otra vez.
Durante unos quince minutos, ambas chicas permanecieron en silencio, una encima de la otra e intercambiando roces. Las manos de Char volvieron a colocarse suavemente sobre los pechos de su amiga, y ésta los dejó estar. En su fuero interno, sentía cómo sus pequeños pezones se excitaban debajo de la camisa. A Chartlotte se le formuló un poco de sudor en la frente.
—Creo que ya debemos parar. —dijo Matilda, y esta vez, sintiendo cómo le cosquilleaba la entrepierna, Chartlotte asintió.
—Eso fue educativo...
—De repente hace calor. —bromeó la doncella y ambas se rieron —. Ahora viene el beso.
—Pienso que mejor lo dejamos hasta acá.
—Aprovechemos que estamos algo excitadas para hacerlo.
—Yo no estoy excitada en lo más mínimo.
—Tu pecho rojo no dice eso, querida Mati.
Más risas. Matilda tuvo que aceptar que sí se había excitado después de más de media hora de caricias. Chartlotte fue quien la abrazó primero, y lentamente acercó su cara a la de ella.
—Cierra los ojos. No me veas aproximarme a ti. Cuando sientas mi boca, trata de resistirlo.
—No uses tu lengua.
—No lo haré. Sentirás mis labios húmedos. Eso es todo.
El contacto fue débil. Matilda sintió algo... algo delicioso apoderándose de sus células. De repente Chartlotte olía muy rico, y besaba tan bien... tan suave, tan dulce... No tardó en relajarse. Sus manos se deslizaron hasta encontrar el cuello de Chartlotte, y también la abrazó. Al principio sólo estaban pegadas y nada más. Sin embargo, Chartlotte movió su rostro suavemente, y Matilda la siguió. Este cambio hizo que sus labios chasquearan y volvieran a unirse. Los brazos de Mati se apretaron más y los traviesos dedos de su compañera le apretaron la cintura y se metieron por debajo de la camisa hasta rozarle la piel. Como si tuviera miedo, la otra chica la abrazó más fuerte y se sintió... muy cariñosa. Como si quisiera demostrarle cuánto la quería por haberla defendido en los peores momentos.
Chartlotte fue la primera en separarse. Su corazón daba tumbos muy, muy locos dentro de su pecho. Al ver a Matilda frente a ella, con sus brazos todavía rodeándole el cuello, su respiración un poco agitada y su cara roja como un tomate, sintió algo hirviendo que le recorría la sangre. Volvió a acercarse y Matilda no la rechazó, sino que la besó de nuevo, y esta vez sus bocas chasquearon durante un rato más, en medio del silencio. Sin darse cuenta, o tal vez sí, se acomodaron en el lecho de almohadas y sábanas de seda, donde continuaron probando el sabor de los labios de la otra durante diez minutos más.
—No... no está bien, aguarda, Chartlotte. Paremos.
La muchacha se detuvo.
— ¿Todo bien, amor? —le preguntó, llena de cariño y ternura.
—No. No está bien. Dios...
— ¿Qué ocurre, Matilda?
La chica se tapó la cara con las manos.
—Oye, Matilda...
—Sólo déjame respirar.
Se tomaron unos minutos. La pequeña pasión ahora estaba extinta. Finalmente, Matilda descubrió su cara. Había estado llorando un poco.
— Ay, Matilda...
—No te preocupes. Sólo... me gustó. Eso es todo.
—El cuerpo humano reacciona a estímulos sin importar el sexo. Lo siento, fue culpa mía. Me dejé llevar.
Aunque sabía que también era culpa suya, Matilda se aferró a la idea de que había sido la víctima. No obstante, no ofendió a su única amiga.
—Vamos a la mansión y no le digamos nada de esto a nadie ¿Está bien, Chartlotte?
—Sí. ¿Un último beso?
— ¡No!
—Bien, tenía que intentarlo. Disculpa.
Matilda se rio un poco, y como afuera ya era de noche, lo que sí aceptó fue recorrer todo el sendero de vuelta, tomada de la mano de Chartlotte.
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La mansión de los placeres lésbicos.
Teen FictionLady Sarah es dueña de una mansión, una mansión con un propósito: Reunir chicas de diferentes lugares pero con una característica que las une: el deseo de dar rienda al deseo lésbico. Pero cada una a la vez acarrea sus propios problemas, desde una...