Encadenados

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¿Por qué estamos aquí? Aún tendría que buscar una explicación para eso.

Había perdido la cuenta de los días que llevábamos en aquel lugar, todos los días parecían exactamente iguales pero había encontrado tiempo para centrarme en mejorar como persona y dejar atrás los momentos de locura y desestabilización mental que tanto me marcaban.

Como cada día, nuestra psiquiatra nos visitaba para preguntarnos aunque nunca nos llamaba por nuestro nombre, siempre me llamaba con el nombre del anfitrión y eso es algo que no me gustaba, no porque sintiera que no me llamaba a mí sino más bien porque sentía que no estaba del todo familiarizada con nuestra historia, con lo que le contábamos y eso me ponía nervioso.

Siempre empezábamos con un «¿Que tal, como estas?» y acto seguido comenzaba a hablarnos de las cosas que deberíamos marcarnos como objetivo. Cabe decir que en esta época yo siempre trataba de ir con los pies desnudos porque Edzsi me había enseñado a sentir la tierra, a notar el suelo por el que caminábamos y eso me hacía sentir muy bien, muy controlado y con una sensación de bienestar más allá de la que sientes al comer una buena comida o sentarte tras un día de camino.

Ella no nos dejaba ir descalzados porque decía que no era normal, decía que lo más lógico era llevar unos zapatos como el resto de humanos, que no le agradaba la idea de que fuésemos en aquellas condiciones así que hicimos un trato con ella. Yo podría ir descalzo por todo el patio exterior y solo me calzaría en interiores aunque aquello no siempre se cumplía porque trataba de evitar los zapatos o como yo los llamaba, las cárceles de los pies.

Me sentía encadenado a aquel lugar, como si realmente se nos obligase a estar allí aunque no era algo tan alejado de la verdad. Sentía que más que un paciente de psiquiátrico era una especie de atracción para aquellos que se antojaban hablar conmigo.

Mis compañeros tampoco me llegaban a comprender del todo aunque alguno de ellos me acariciaban o me rascaban las orejas como tanto me gustaba y sin llegar a cuestionarme nunca me llamaban por mi nombre, Deby, lo cual me hacía sentir mucho mas aceptado que con los psiquiatras.

Mis compañeros tampoco me llegaban a comprender del todo aunque alguno de ellos me acariciaban o me rascaban las orejas como tanto me gustaba y sin llegar a cuestionarme nunca me llamaban por mi nombre, Deby, lo cual me hacía sentir mucho mas acep...

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Muchas veces traté de salir de allí, muchas explicaciones en vano y otras tantas excusas que trataba de decir para persuadir a los que allí me ataban. Es duro estar en un lugar conde te sientes encerrado y no tratar de buscar una salida. Además, nunca lo dije pero nunca conseguí leer un libro más allá de unas pocas páginas y no era por falta de entusiasmo sino más bien por falta de concentración, una concentración que no lograba encontrar puesto que siempre acababa distraído en cualquier otra cosa.

Quizá mi mayor mal no era sentirme encerrado como tal sino que no me tratasen con la calidez que yo buscaba. Solo quería que me tratasen por mi nombre, es más, todos nosotros lo queríamos pero no lo conseguíamos y solo el nombre de Óscar una y otra vez es lo que escuchábamos. Al menos seguíamos manteniendo el control y eso era algo que agradecía aunque no sería por mucho tiempo ya que aun quedaba un asunto pendiente por aparecer, yo podía predecir que no íbamos a estar solos mucho tiempo puesto que si las iniciales de cada uno de nosotros unías aparecía un nombre casi finalizado.

La D del gato Debyon, la O del valiente Orión, la L de la tierna y dulce Leaf, la K del apuesto y silencioso Ken y la E de la salvaje y pura Edzsi. Nuestro nombre, Dolkei, estaba casi completo pero aún faltaba alguien más, alguien cuyo nombre empezara por i y que no tardaría en aparecer.

Sistema DolkeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora