El trastorno de identidad disociativo comúnmente llamado personalidad múltiple es como si varias personas conviviesen dentro de un mismo cuerpo.
Aquí narro mi día a día en este cuerpo relatado en historias cortas. Demostramos que no somos lo que el...
¿Qué es lo que nos ha llevado hasta aquí? Mi viaje estaba a punto de comenzar.
Mientras Leaf se divertía dando rienda suelta a sus fantasías sexuales o pasando el tiempo con juegos de ordenador yo no me iba a mantener de brazos cruzados, tenía muchas ganas de saber y estaba dispuesto a buscar todo lo que pudiese en la inmensa memoria de este cuerpo. Óscar se mantenía al margen, mirándonos con cara de indiferencia y un gesto de desinterés por saber que es lo que yo estaba tramando.
Me introduje poco a poco en una gigantesca biblioteca de recuerdos que marcarían un antes y un después en mí y que lucharía por tener solo yo el privilegio o la desgracia de conocer.
Allí se hallaban recuerdos buenos y recuerdos malos pero lo que más me sorprende es que los malos recuerdos superaban por mucho a los buenos y que quizá allí se encontraba la respuesta que tanto ansiaba obtener.
Comencé a mirar por los primeros recuerdos, recuerdos de la etapa de niñez pero a pesar de ser una etapa que yo pensaba que estaría llena de momentos bonitos y divertidos no fue eso lo que encontré. Había muchos recuerdos de peleas entre nuestros padres, llenos de ira y de resentimientos, plagado de conversaciones orgullosas que un niño de tan solo un par de años no debería conocer. Encontré situaciones en las que no entendía el por qué de esas peleas y muchas veces en las que nuestra madre, con los ojos llenos de lágrimas, abandonaba nuestro hogar. Revivía todas aquellas situaciones que sin darme cuenta estaba transformando en vivos recuerdos para mí de situaciones vividas en primera persona y que con mucha angustia debía sobrellevar para poder continuar indagando.
Potentes momentos en los que mis padres de forma separada me utilizaban para desahogarse insultando y tratando de ponerme en contra de ellos mismos y que sin lugar a dudas provocarían que mi vida infantil fuese mas un infierno que un camino lleno de ilusión y diversión. Empezaba a entender que Leaf había desarrollado una faceta infantil que Óscar nunca había tenido la oportunidad de vivir y que llevado por la paciencia soportaría el hecho de no haber tenido una niñez como la de cualquier otro niño, teniendo que hacerse cargo de buscar el modo de que sus padres hiciesen las paces aún sabiendo que unos pocos días más tarde toda aquella situación volvería a provocarse.
Tampoco tenía recuerdos de lo que a todos los niños les ha hecho ilusión alguna vez, recuerdos tales como una navidad con regalos no eran mas que una broma pesada que mi padre se había encargado de producir en mí. Todos estos recuerdos poco a poco se introducían en mi mente que iba desbloqueando situaciones trágicas y traumáticas cuanto más miraba.
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Tampoco existían recuerdos de juegos en familia más allá de momentos puntuales que me daban algún tipo de placer en forma de diversión, videojuegos y estímulos en forma de dibujos y escritura pero que más bien eran una gran falta de un compañero de juegos.
Tampoco tenía buenos recuerdos de la escuela, de amigos, de compañeros de diversión ni de otras muchas cosas que todo niño debería conocer. En lugar de ello desarrollé una faceta oculta y aislada con el resto de chicos y chicas de mi edad. Todo era demasiado oscuro pero aún así había desarrollado una figura paterna que para mi era existente solo en mi mente y trataba que los que estaban a mi alrededor pudiesen sentir lo que yo nunca sentí intentando que el secreto oculto tras Santa Claus, los reyes magos, el ratoncito Pérez y demás personajes ficticios nunca fuesen descubiertos por ellos. Aún así esto no terminaría aquí ya que aún quedaban muchos años de recuerdos que explorar y aunque tenía miedo de lo que allí pudiese haber sentía la necesidad de seguir indagando para conocer todo lo que este cuerpo había vivido y la sabiduría que me podía ofrecer.
El verdadero trauma estaba a punto de ocurrir y no tenía ni idea de lo mucho que me iba a doler.