Fuera de mi habitación ©️ | (+18) #1

Dalter Jones

Capítulo 24.5

Dalter Jones

Sus ojos tan preciosos y profundos estaban tan perdidos en los míos que no podrían percatarse de todo lo que podría estar sucediendo a su alrededor aunque explotara algo a su lado o la casa se encendiera en llamas. Amaba la forma en que su rostro me mostraba todo de ella; sus emociones y un poco de sus pensamientos. En realidad, amaba todo de ella.

Claramente, a mi loca y extraña manera.

Podría ser el mayor idiota en este mundo, un peligro para ella en muchos sentidos pero, si pudiera y tuviera la oportunidad de comenzar desde cero y tomar diferentes decisiones para estar a su lado, lo haría sin dudarlo. No sería el chico que le es infiel y la deja sola en la noche para irse a fiestas, no sería el tipo que la golpeara o la lastimara por culpa de sus impulsos. Yo la cuidaría a más no poder, no la dejaría sola estando conciente de los peligros de este mundo.

Talvéz yo sería su único peligro.

Me atraparon sus ojos de una forma tan especial en ese momento, el momento en el cuál me sentía orgulloso de mí mismo por haber hecho todo lo que hice para estar a su lado en ese exacto lugar. Tantas noches que hicieron sangrar mis nudillos por la furia, esas noches en las que creí que jamás podría acercarme a ella y que tampoco podría salvarla.

Recordaba el primer día que la ví como si fuera ayer; se veía tan preciosa y tan destruída a la vez. Me encontraba en una de las mesas de aquél salón, era el horario de almuerzo para todos los pacientes. Las esposas en mis muñecas me impedían agarrar mi comida con comodidad y eso realmente estaba alterándome.

- ¡Maldito internado del demonio! - grité dejando salir la comida por mi boca, mi rostro se enrojecía de la furia.

Uno de los enfermeros y los de seguridad comenzaron a burlarse de mí, los odiaba y juré en mi mente que algún día los mataría. Me encontraba en una mesa alejada del resto, no era para nada seguro que estuvieran cerca de mí y mucho menos en la hora del almuerzo. Mi comida no era para nada agradable, era algo de esperar para alguien como yo.

No era un monstruo tan malo como para no merecer una deliciosa comida.

Para mi suerte, no estaba completamente solo en aquel internado psiquiátrico. Un fiel amigo de mi padre, o más bien, ex mejor amigo; me acompañaba cada día en el final de mi almuerzo como era de costumbre antes de que estuviera internado y que sucediera lo de mis padres.

Había terminado de almorzar y me encontraba solitario en aquella mesa, todos los pacientes volvieron a sus actividades diarias y, pues, yo solo me mantuve jugando con los dedos sobre la mesa. No había nada más horrible que estar encerrado y privado de hasta lo más mínimo; ni siquiera podía dibujar porque un lápiz era un arma punzante y podía asesinar a alguien.

Pero esto no era lo peor, sino mi habitación. Realmente no había nada más horrible que el lugar que me habían dado, literalmente era una cárcel y cuarto de tortura en miniatura. Siempre oía a los nuevos enfermeros preguntar el porqué era necesario tener a un adolescente encerrado de esa manera, claramente no sabían el porqué; pero los enfermeros que sí lo sabían, creían que yo sería un monstruo para siempre.

Mis pensamientos y concentración se esfumaron cuando oí la puerta de metal cerrarse con fuerza a un lado del salón y una alarma sonar avisando que una visita estaba dentro con un paciente; ¿porqué la alarma? Pues, los guardias se quedaban detrás del vidrio espectantes a que no asesinara a mi visita. Para mi suerte, ellos no tenían permitido oír las conversaciones.

- ¿Qué es lo que estás haciendo, Dalter? - preguntó con entusiasmo y se sentó frente a mí.

Enarqué una ceja y lo miré como lo patético que se veía en ese entonces.