Fragmentos y promesas

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Capítulo 35

Las paredes blancas hicieron que mis ojos se achinaran, dolía que tanta iluminación fuera lo primero en ver al abrirlos. Luego de fregar mi rostro y darme pequeñas palmadas en cada mejilla, hice más aguda mi vista y me enfoqué en mi alrededor.

Santa mierda.

El pánico y la confusión se adueñaron de mí, ¿estaba teniendo un mal sueño, una de esas pesadillas vacías y sin contenido? Traté de ponerme de pié pero no resultó ser tan sencillo, tenía unas cadenas en los piés que me conectaban a una camilla. ¿Estaba en un hospital?

— No, no, no — traté de liberarme pero mis manos también estaban encadenadas.

Me puse de pié y caminé hasta donde pude, la habitación estaba vacía, ni siquiera contaba con un escritorio; solamente una camilla y dos ventanas. Mi pecho subía y bajaba y trataba de pensar con claridad sobre en donde me encontraba o que había sucedido.

Coloqué una mano sobre mi cabeza y el dolor punzante fué horrible y casi insoportable, una venda cubría la mitad de mi frente y terminaba en esa herida detrás de la cabeza. Observé mis manos y en ambas tenía moretones, como en otras partes de mi cuerpo.

Eider.

Recuerda lo que sucedió, estás encerrada nuevamente.

Los malos recuerdos sobre estar encerrada en ese tipo de habitaciones comenzaban a jugarme una mala pasada, mi desesperación por salir era más grande que mis ganas de saber en donde me encontraba. Las ventanas no mostraban nada, estaban tapadas por un tipo de cartón negro, sin contar con la diminuta ventanilla en la puerta de metal.

Me puse de pié otra vez, decidida a tomar camino hasta esa puerta, cuando un dolor fuerte en el interior de mi cabeza me hizo caer al suelo.

Gritos.

Peleas.

Oficiales.

Llantos.

Yo disparando a mamá.

Eran pequeños fragmentos de recuerdos, los más dolorosos de toda mi vida.

Me abracé a mi misma y comencé a llorar de manera desconsolada; aquel dolor en mi pecho y la falta de respiración eran la gran prueba de que no superaría algo de esa magnitud. Recordar el cuerpo de Melania tendido en el suelo, papá abrazándola y gritándole a Dios que devolviera a su pequeña. Melania había sido la primera razón por la cuál tuve en cuenta la idea de permanecer con vida, estaba a punto de matar a Dalter para poder continuar una vida algo normal con papá y ella.

Mis gritos alertaron a unos enfermeros, quienes etraron a la habitación y trataron de calmarme; sin embargo, no sería algo sencillo. Los disparos, la policía anunciando su entrada, el llanto y el rostro ensangrentado de mamá seguían aturdiéndome y cegándome de la realidad. No podía escapar de todos esos recuerdos que llegaban una y otra vez.

Arañé mi cabeza y rompí las vendas, acurruqué mi rostro entre mis rodillas y golpeaba a cualquier enfermero que quisiera acercarse. Mi nena, mi pequeña hermana había sido arrebatada del mundo sin merecerlo, todo por mi maldita culpa.

Dí un grito, uno solo que deseaba me quitara el peso que cargaba, que acabara con el gran dolor en mi corazón y el ardor en mi pecho. Nada funcionaba.

— ¡Necesitamos ayuda! — anunció por su radio un guardia en la entrada de la habitación.

Levanté mi vista y lo observé con gran odio, la frialdad y dolor en mi mirada eran más que amenazantes, mi rencor hacia la policía no iba a ser eliminado jamás después de lo que habían hecho con la persona equivocada.

Fuera de mi habitación ©️ | (+18) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora