Antes de que sol se apague...

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—Shuji, ven a despedir a papá —decía la fémina de ojos como el atardecer—, irá a vender el carbón de esta semana.

—Querida, puede esperar a mañana temprano, en serio no será necesario ir hoy —la inseguridad de su esposo le había repetido en más de una ocasión la oración, pues dudaba que las cosas estarían bien. Su miedo se vió tranquilizado por un beso fugaz que asqueo a los gemelos quienes miraban a sus padres.

—Sé mejor que nadie porque temes bajar esta montaña, pero cariño, hemos vivido tranquilamente los últimos años porque te repito, no hay peligro que nos haga empuñar una espada ahora.

El joven de rojizos cabellos cambió su expresión al momento, su esposa tenía razón, caminó seguro durante los primeros dos metros, girando a ver su esposa y tres preciosos hijos. La ahora familia Kamado, que guardaba pacientemente a que comenzará invierno para brindarle respeto a su Dios del fuego.
Los gemelos, de nombre Imako y Aki, nombrados así por capricho de su padre y los cuales compartían similitudes físicas con él, corrieron apenas un metro antes de darle una agradable despedida a quien ahora cargaba en sus hombros el carbón que debía ser vendido.

Apenas alcanzan la edad de 4 años. Habían nacido en un matrimonio sano, repleto de amor, en una casa llena de vida, en donde la familia Agatsuma hacia las comidas los viernes y la familia Hashibira se encargaba de la cena los domingos.

Sus padres, totalmente enamorados como si fuera la primera vez que se miraban, estaban a la espera de celebrar el primer año de vida se hijo más pequeño, Kamado Shuji, nombrado así para deshonrar las instrucciones del padre de la joven. Pues su clara instrucción era no nombrar a ningún integrante con cualquier nombre iniciado por "S". El introvertido integrante apenas y podía acercarse al resto de pequeños que iluminan las casas de todas las familias. Odiaba el ruido de la cocina en las mañanas y el ruido de la familia Hashibira los jueves, cuando todos se reunían para hablar.

Kamado Aki, por otro lado era el cerebro de los planes. A punta de detalle desarrollaba aquellas estrategias para robar pan de la cocina principal en la casa más grande. A su vez, fue el primero en hablar de los gemelos y pareciera que cada día quiere superar su ya extraordinaria inteligencia. Un lindo niño de orejas rosadas con pecas en la cara, apenas visibles en el frío y enormemente crecientes en verano. Sus ojos, tan extraordinarios como el amanecer y tan envolventes como el fuego mismo. Su heterocromía era lo más sorprendente de su rostro. Parecía tener los ojos de su padre y haber heredado el color amarillo y rojo de las cadenas incontables de miembros de la familia Rengoku.

Kamado Imako, por su lado era la primera en avanzar antes los planes del anterior.
Guardaba una belleza irradiante. Sus mejillas naturalmente rojas y sus ojos iguales a los de su padre, además de heredar el cabello de su madre la hacían parecer una muñeca perfectamente tallada en porcelana.

Fue poco después de invierno, cuando la salud del joven de cabello rojizo decayó drásticamente. Minako, su esposa entendía con dificultad la situación.

—¿Es acaso tu marca de cazador?

Repetía la pregunta incontables veces.

—Deberíamos intentar algo, un doctor, tal vez si visitamos el hogar de Oyakata-sama podamos obtener una respuesta diferente.

Mencionaba su esposa incontables veces.

Tan solo pasaron unos meses, su cuerpo se volvió frágil, su mirada se volvía demacrada y su cuerpo requería de más cuidados para mantenerse a una temperatura que no le exigiera demasiado como para enfermarse de fiebre. Todos en aquella parte de la montaña, oraban por su salud.

The night we met - Lord Huron

—Querido —hablaba aquella mujer de cabellos oscuros y mechones rojizos—, el día de hoy leo para ti está carta que escribí la última vez que dormimos juntos. Eres el hombre más maravilloso que jamás haya conocido. Entraste a mi vida de la misma manera en que alguien enfermo entraba a la finca mariposa a curar un resfriado. Recuerdo tu cara roja por la vergüenza al verte por primera vez, aquella vez en la selección final cuando cruzamos miradas. Mi corazón siente un enorme vacío ahora, perderte fue tan difícil como perder una parte de mi.

El resto de los integrantes miraban sin entender demasiado, apenas los gemelos comprendían por qué razón papá no regresaría por la tarde sin nada del carbón que había llevado esa misma mañana pero con las manos llenas de dulces.

—Tú, me enseñaste a querer. Arreglaste mi roto corazón y sanaste mis heridas poco graves con un botiquín de la finca de la llama. Cubriste del frío mi cuerpo con tu precioso haori de cuadros, el cual, guardaré con cuidado en el cajón donde todos los recuerdos de nuestra vida están, esperando el momento que uno de nuestros pequeños pueda usarlo sin tropezar por la tela —la mujer dejó escapar el llanto de sus ojos y a su vez el dolor expresado como pequeños suspiros apenas mezclados con tristeza—. Recordaré con amor, todas las cartas que enviabas después de regresar de tus misiones avisando que estabas en la sede y corría a ti para abrazarte. Te amé como una niña tonta y lo seguiré haciendo. Recuerdo tan notablemente aquella vez en el distrito rojo que dije lo que sentía, en la villa de los herreros y sobre todo la noche después de la pelea más importante de nuestra vida cuando disfrutaba de tu rostro tranquilo, pues ahora todo estaba bien.

Nuevamente limpio las lágrimas.

—Te extrañaré, como aún extraño a Kyojuro. Brindaré por ti cada cena y dedicaré a tu altar las primeras flores de primera, con las cuales, me sorprendiste una tarde después de nuestro compromiso. Dedicaré a ti mis oraciones, mis buenos deseos, y sobre todo, dedicaré mis buenos momentos. Gracias por ser el maravilloso esposo que siempre fuiste, gracias por romper mi corazón, Kamado y prometo encontrarte en otra vida. Cuando los pétalos de cerezos caigan y yo caiga en tus brazos al son de estos.  Cuando al igual que tú, reencarnemos en lo que solíamos ser, cuando ambos, totalmente enamorados del otro, sigamos nuestro camino junto a quienes también nos amaron en vida.

El resto de los integrantes, al borde del llanto, escuchan tranquilamente, abrazando a sus pequeños hijos, a la par que intentaban consolar lentamente el ambiente.

—Solo queda agradecerte, frente a esta tumba, frente a este altar, porque antes de que mi sol se apagara, podía aún escuchar su risa. Te amo, Kamado Tanjiro y recuerda que pase lo que pase, siempre me gustaste.

𝙆𝙤𝙞𝙨𝙝𝙞𝙩𝙚𝙧𝙪. (𝙏𝙖𝙣𝙟𝙞𝙧𝙤 𝙭 𝙤𝙘)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora