Mis días antes de conocer a Park fueron como vivir dentro de un maldito reloj de arena: dominados por la gravedad, vertiéndose gradualmente desde la mañana a la noche, y cuando las horas se acababan... simplemente me volteaba en mi cama, con la mirada perdida, esperando a que todo el proceso comenzara de nuevo. Cual instrumento mecánico, mis músculos no eran míos, mi corazón un simple receptáculo de vidrio conectado a arterias sin sentido que regulaban mi flujo sanguíneo, para mantenerme con vida. Una existencia totalmente vacía.
Todos los caminos resultaban sinuosos, tanto que la idea de desaparecer se volvió tentadora... Sí, desvanecer... Dejar que la fuerza del océano silenciara mi dolor, amortiguara mis demonios esa noche en que lo conocí. Una vez dentro, el abrazo de las olas furiosas me tomó por sorpresa. Colándose dentro de mi cuerpo, supieron inmediatamente que era presa fácil. No opuse resistencia. Me dejé llevar por ese vacío con sabor a agua salada. Pensé que estaba solo, salvo por las dunas y la noche estrellada: espectadores silenciosos de mi miseria. Me equivoqué. Park estaba allí.
Y ahora está en todos lados. Me lo imagino en mi departamento, compartiendo mucho más que un café y un cigarrillo. Camina a mi lado en el instituto, mientras fantaseo que le cuento todo sobre mi arte y mis deseos de aprender a ser un Tatuador profesional. Se ríe de mis comentarios sarcásticos y se sienta a mi derecha en las dunas... Mi imaginación lo invoca con total facilidad. Ahora que cada milímetro de su rostro está embebido en mis retinas, es imposible sacármelo de la piel.
Ojalá esos momentos que pasamos en su auto hace ya seis días no hubieran terminado tan de golpe. No sé si fueron minutos, horas, o meses enteros que se sucedieron entre caricias y besos apasionados. Lo que si sé, es que se deslizaron entre mis dedos como la condenada arena de Rockaway Beach. No me había sentido así en años. Esperen... ¿A quién engaño? Nunca me había sentido así en toda mi vida.
¿Está mal que quisiera haber hecho mucho más que besarlo? Me puse tan horny que la timidez salió disparada por la ventana semi-empañada del asiento trasero de su Fiat Dino color carmesí. Me contó que era un recuerdo de su padre... Y mientras me hablaba, yo solo podía mirarle los labios, como se movían en cámara lenta, lo hinchados que estaban de habernos comido la boca sin reparos minutos antes. Tenerlo tocándome de la forma en que lo hizo, y yo retribuyendo con creces cada una de sus caricias alocadas, fue demasiado para mis sentidos... Un estallido de placer y dualidad. Nunca había estado con un chico de esa forma, pero de alguna manera mi cuerpo sabía donde quería que mi piel rozara la suya.
No hubo espacio para pensar, solo hacer: tocarlo, sentirlo, respirarlo. Park. Mi corazón se expande al tamaño de un millón de galaxias, todas almacenadas en lo más profundo de mi pecho de solo pronunciar su nombre en voz alta, mientras sigo aquí parado en la cocina de mi apartamento como un imbécil enamorado.
Todo lo que sucedió esa noche tuvo sentido. Todo. Desde lo que hicimos hasta las palabras que nos dijimos. Tuve que enfrentarme a esta magnitud que siento por él, su proximidad no me dejo alternativa. En el medio de ese torbellino azul profundo de su mirada, me habría entregado por completo a este chico misterioso que apenas conozco, pero que me ve mucho mejor que nadie a mi alrededor. Nuestro último beso, antes que me dejara en la entrada de mi edificio, fue suficiente para que mi interior se revelara al saber que nuestro tiempo juntos había llegado al final. Así es como se despidió: inclinándose sobre mí, con una ternura desgarradora, solo para cambiar y terminar mordiendo mi labio inferior segundos antes de alejarse dejando nubes de pedregullo a su paso.
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Dueles Tan Bien (ChicoxChico)
JugendliteraturNoah Riley, de diecinueve años, se despierta desorientado, empapado hasta los huesos y solo en las costas de Rockaway Beach, Brooklyn. Después de una petaca de licor Jägermeister, bastante autodesprecio, y muchas malas decisiones borrachas, no tiene...