Capítulo 23

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 Estoy desconcertado... Hemos llegado a nuestro destino y es nada más ni nada menos que Pratt, nuestro instituto.

No tengo idea de lo que Park puede querer aquí, pero me toma una mirada de soslayo a su bello rostro para saber que esta loca aventura que ha imaginado esta noche es de suma importancia para él.

Tu locura es mi tipo de locura, de todos modos, bebé.

Debo confesar que el instituto se ve algo tenebroso bajo la luz de la luna y los faroles de hierro negro. Uno está parpadeando justo al lado de donde estamos, con un ruido metálico de fondo. Sus tenues destellos hacen que los ojos de Park parezcan incandescentes.

La brisa nocturna balancea las ramas de los viejos robles con pereza, al unísono, los rizos de mi chico siguen su ejemplo volando en todas direcciones.

Una de las cosas que más amo de Park es lo ingenuo que es sobre su propia belleza y lo inconsciente que está del efecto que tiene sobre mí. Diablos, mejor dicho en todos a su alrededor. Es el tipo de persona que hace girar las cabezas, provoca sonrisas en los rostros más estoicos y, con un movimiento descuidado, mi mundo es un lugar mejor para estar.

Aquí estamos los dos, parados frente a Pratt, porque él quiere que yo sea un parte de esta cruzada artística, y aquí está la luna también, rebelándose al amanecer, queriendo demorarse en su abrazo oscuro, solo para nosotros.

La noche se ha vuelto tranquila, acallada por la expectativa de estos temerarios piratas del arte que están a punto de irrumpir y entrar. Para ser honesto, la delincuencia nunca se sintió tan bien.

Sus ojos encuentran los míos y su suave risa me saca de mi ensimismamiento.

Doy un paso más cerca de él y mi mano alcanza el mechón más rebelde de sus rulos para meterlo detrás de su oreja. Park sonríe en cámara lenta, abarcando cada latido de mi corazón mientras correspondo la picardía en su mirada con un suspiro entrecortado.

—No quiero ser negativo, pero... ¿Cómo planeas entrar, bebé? —le pregunto esperando que frunza el entrecejo y se vea tan confundido como yo. No lo hace.

—Fácil, conozco a un tipo, que conoce a un tipo, que puede hacer que suceda —Su comportamiento descarado se abre paso en mi alma, agrupando cada célula, así que agarro su remera y lo acerco aún más hasta que nuestras narices chocan suavemente.

Park, eres tan fácil de amar, maldita sea.

Su risa me hace recordar como solía reírme cuando era niño, descuidadamente y sin miedo a nada. Hubo un tiempo en el que Caleb y yo gastábamos bromas a nuestros padres, intercambiábamos camas y ropa para que se volvieran locos sin saber quién era quién o quién había hecho qué. Sus chistes me hacían reír a carcajadas. Él fue el atrevido, incitándome a salir de mi zona de confort y probar el sabor dulce de la rebeldía.

Dueles Tan Bien (ChicoxChico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora