Una semana y dos días después de nuestra noche en la playa y aquí estoy, sentado junto a la cama como un idiota: tratando de no pensar en él y fallando descaradamente.
Es terrible este sentimiento: saber que es una pérdida total de tiempo, esto de imaginar más escenarios donde Park y yo conversamos, nos reímos...
Ok. ¿A quién engaño? En todas mis fantasías, todas y cada una de ellas, las mismas que llevo fabricando hace ya nueve días, doscientos dieciséis minutos y algunos erráticos segundos, involucran mucho más que risas compartidas y charlas... En ellas, mis manos se llenan de sus rulos, mis labios rozan su piel, mi lengua viaja con codicia a todos esos rincones que quiero besar. Cada célula de mi cuerpo grita de ganas de volver a estar en su auto, en esa playa, entre esos vidrios empañados.
Esa noche, quise que se quedara a mi lado un poco más, pero Park insistió en que tenía que volver a su casa a tomar una medicina o su mamá enloquecería. Deseé haberle preguntado cuál, pero para ser honesto, después de ese último beso todo lo que quedaba de mí eran labios ligeramente hinchados y latidos irregulares de un corazón enloquecido.
Enciendo un cigarrillo, con mi mente dada vuelta, mis pensamientos enredados en su mirada azul profunda. Si cierro los ojos, todavía puedo escuchar su respiración, su cadencia tan adictiva como su expresión; el jadeo que soltó cuando besé su nuez de Adán. Sueños... eso es todo. Han pasado tantos días que estoy empezando a creer que me lo he imaginado todo.
Mierda... Necesito un trago, o entraré en combustión.
Camino aletargado hacia el gabinete de la cocina, y mi visión periférica capta mi pintura: el lienzo esperándome en el caballete. Y entonces sucede: me doy cuenta de lo que necesita. Decido agregarle un poco de Park, y sé exactamente cómo lograrlo.
Al mismo tiempo que sostengo el pincel, mis dedos hormiguean de ganas de enviarle un mensaje de texto: esa noche intercambiamos celulares entre besos desenfrenados. Debería tratar de contactarme con él. Tipeo frases incoherentes, salpicadas de deseo y timidez, pero ahogándome en mi cobardía, borro mis palabras en el último minuto.
Con el corazón apesadumbrado, me sirvo una copa de vino tinto, el que Savvy dejó la última vez que comimos su famosa lasaña italiana, y bebo un poco con avidez, en busca de valentía. Después de no encontrar ni una maldita gota, me conformo con otra copa.
¿Y si nunca lo vuelvo a ver? Me detengo en seco, algo en mí se agita con desesperante agonía. Fragmentos de vidrio rasgan mis pulmones, mi respiración se vuelve superficial ante semejante pensamiento. No puede terminar antes de haber comenzado. No...
Me acerco nuevamente al lienzo, me quito la camiseta, tomo la paleta y pincel fino en mano, empiezo a acariciar la tela con delicadeza. Delineando una pequeña área, le doy un poco de luz como si viniera de encima de este peligroso mar negro que he creado.
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Dueles Tan Bien (ChicoxChico)
Teen FictionNoah Riley, de diecinueve años, se despierta desorientado, empapado hasta los huesos y solo en las costas de Rockaway Beach, Brooklyn. Después de una petaca de licor Jägermeister, bastante autodesprecio, y muchas malas decisiones borrachas, no tiene...