Cuando me reúno con Park son las dos y media en punto.Sí, patético, lo sé, pero no podía esperar ni un segundo más para volverlo a ver. Podría jurar que algo ha cambiado dentro de mí, dentro de él y dentro de nosotros. Antes de hoy, todo se trataba de esperar y anticipar. Ahora, se trata de esperanza y proximidad. Quiero estar cerca de él, no por una vaga noción de cómo sería, sino porque he estado cerca de él y no quiero que eso termine.
Antes de este nuevo nosotros, hablábamos de nuestro día y dejábamos tantas cosas sin decir... La coreografía de nuestro paseo-codazo-sonrisa por los pasillos de Pratt entre clases, nuestra felicidad al vernos, un poco de nuestro miedo, nuestro deseo de mantener las demostraciones de afecto en privado, lo que resultó contraproducente la mayoría de las veces. Cuando nos separábamos para ir a nuestras respectivas clases, luchábamos por no ser una de esas parejas que no podían pasar el día sin vislumbrar su nueva cercanía. A decir verdad, éramos ese tipo de pareja y no nos avergonzábamos en lo absoluto.
Es Park quien encuentra las respuestas sin que yo tenga que hacer las preguntas. Él siempre es el mago del "te veo luego", desvaneciendo todo el cansancio con un movimiento de su muñeca, levantando una ceja o inclinando la cabeza en mi dirección.
Cuando abre la puerta de su casa para saludarme, su presencia se acumula en mí como el agua clara del océano. Fuerte y seductor. Salvaje y vivo.
—¿Qué haces parado ahí afuera, bebé? Pasa, estaba contando los segundos para ver esos bonitos ojos tuyos —dice mientras entro en su vestíbulo. Los dedos de su mano izquierda recorren brevemente mi muñeca. Pasa sobre mí como el aire y estremece mi piel como un beso.
Me adentro en su sala de estar, sintiéndome extremadamente afortunado.
—¿Tuviste un buen día en Pratt? —le pregunto una vez que me siento en un taburete junto al mostrador de la mesada de su cocina.
—Fue un gran día, y sabes muy bien porque —me responde para luego plantar un suave beso en mi clavícula mientras me entrega una taza de café humeante.
—Creo adivinarlo —le contesto, tomando un sorbo para luego agregar —. Está bien, entonces hagamos esto. ¿Por dónde empezamos a empacar?
Después de terminar mi café de un trago, tengo esta repentina necesidad de ponerme de pie. Así que lo hago. Cambio mi peso de un pie al otro sin parar y empieza a verse raro.
Al principio, no sé el origen de mi ansiedad, pero debe ser el hecho de que esta es la primera vez que voy a su casa. Hemos compartido innumerables momentos en mi casa, pero nunca hemos estado aquí. Mientras me inquieto, mi mirada inspecciona el lugar y su elegancia. La casa de Park es la combinación perfecta de estilo campestre con un toque moderno en su decoración.
—Sígueme, bebé. Estás empezando a verte pálido de los nervios —Me agarra por los hombros, su voz cálida contra mi cuello y por un segundo no me importa demasiado la madre de Park, que podría venir en cualquier segundo a pesar de que dijo que no lo haría; o por qué la tierra es redonda, o la razón por la cual la gente tiende a memorizar la raíz cuadrada de Pi para actuar inteligentemente.
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Dueles Tan Bien (ChicoxChico)
Teen FictionNoah Riley, de diecinueve años, se despierta desorientado, empapado hasta los huesos y solo en las costas de Rockaway Beach, Brooklyn. Después de una petaca de licor Jägermeister, bastante autodesprecio, y muchas malas decisiones borrachas, no tiene...