XXI. El primer tacto permitido

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Namjoon no sabe cómo explicarse. Su mente trastorna algo que puede ser normal: la idea tan repulsiva de que Jimin se aleje. Que sea capaz de encontrar una verdadera salida, pero sea a costa de irse de Hanyang, lejos de él. Duda que sea tan bueno como parece incluso si tiene buen historial de este hombre. Porque nadie sería capaz de querer a Jimin en todo lo que es, ni siquiera conocerlo en su plenitud como él lo hace. La actitud que tiene lo hace sufrir un escalofrío.

Es similar a todos esos gibus que se querían apoderar de las kisaengs que mantenían y arreglaban. El mismo comportamiento acaparador que incluso Hosung exhibió en su momento. Hasta el último instante que tuvo fue lo que defendió: Jimin como su kisaengs. El que él creo, gracias a quien existe y quien lo descubrió. Aprieta los labios y los puños, frustrado y alborotado ante su visión tan egoísta.

Sigues siendo humano, para peor, un humano enamorado. Es natural que te provoque desagrado e incertidumbre la idea de a quien quieres tanto se marche a un futuro incierto.

Ji no lo ayuda a estar tranquilo. Es como un refuerzo y excusa a un comportamiento que considera indeseable. El dragón de tantos años cruza las patas en dónde está recostado.

Por no mencionar que es totalmente natural que quieras que se quede contigo y rechace a cualquier otro que ofrezca su mano. Es parte de los sentimientos que tienen todos los seres vivos capaces de demostrar afecto y anhelo.

Lo mira con molestia. Quiere que se calle. No ese montón de excusas tontas. A pesar de que intenta pensar en otra cosa. Lo que sea, no hace sino caer en el mismo punto y es peor cuando al transitar por los pasillos que dan al baño, encuentra a Jimin limpiándose en una tina con Soo jugueteando alrededor. Namjoon enrojece y apura a irse, sin querer mirarlo de más o hacerlo para empezar. No con este revoltijo mental y sentimental que sulfura en su cabeza.

. . .

— ¿Piensas aceptar la oferta del lord?

—No lo he pensado aún.

Namjoon se muerde los labios, disimulado con que están comiendo. Jimin come demasiada sopa. Diría que lo hace más por Soo que por el mismo. Llega a ser desesperante que este tan tranquilo y Namjoon se sienta ahogar en un vaso de agua.

—No importa si traen a un ejército, no quiero que vuelvas a salir o a ir a la casa de kisaengs. —Advierte Namjoon y Jimin asiente.

—Como diga, mi señor.

— ¿Abriste el regalo del emperador?

—Sí. Está haciendo el jade que nunca hizo.

—Debió ser instruido hace mucho al respecto, incluso en ello el anterior emperador falló.

—Estaba ocupado en enseñar otras cosas. —comenta Jimin con deje jocoso.

La cena termina, el kisaeng se levanta primero y se marcha con su dragona enroscada en sus hombros como una pequeña y juguetona serpiente. Namjoon toma un profundo respiro antes de llevarse las manos a la cara. Ji rueda los ojos.

Si quieres hacer algo hazlo, este debate mental que estás teniendo es inútil. Por no decir que nunca sabes que puede suceder si te arriesgas.

—Arriesgarme, según tú, es comportarme como todos los hombres corrientes y vulgares que tanto desagrado me han causado por casi todos los años de mi vida. — recrimina Namjoon con disgusto. Ji exhala agotado.

No es mi problema lo que creas o dejes de creer. La realidad es la misma: deseas a ese kisaeng con tanta fuerza que te nubla el juicio y un pedido no causa la muerte de nadie.

Loyal Muse | NamMin || BOOK 2#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora