¿Otra vez en problemas?

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— ¿Qué sucede aquí? —preguntó serio.
— ¡Ayúdeme, por favor!, trata de matarme —chilló la rubia con tono inocente.
— Señorita Peñaherrera, por el amor de Dios. ¿Cómo puede tener tan poco corazón? —me dijo el director del colegio.
— ¿Qué? ¡No soy yo la conflictiva!, es ella la que empezó todo —me defendí.
— Sí, sí, todo el mundo dice eso. Entonces explíqueme, ¿Qué hace encima de la señorita Earle? —cuestionó él.
— ¡Insultó a mi hermana!
— ¿Y la violencia es la mejor forma de resolver lascosas?
— Muchas veces sí —respondí fría.
— ¿Qué? ¡Esto es inaudito!, salga de encima de la señorita Earle y vamos a mi oficina.
— No —respondí tajante— si ella no va, tampoco yo.
— ¿Y por qué tengo que ir yo? —preguntó la irritante chica.
— Porque te burlaste de mi hermana.
— ¿Sólo se pelearon por eso? —preguntó incrédulo el Director.
— ¿Sólo? No, es que usted no entiende.
— Bien, entonces me explicarás en la oficina.

Fulminé con la mirada a Rosalie. Caminamos por el largo pasillo hasta llegar a la oficina del Director. 

— ¿Otra vez en problemas Peñaherrera? —preguntó la profesora de lenguaje mientras pasábamos por su salón.
— Así es señorita –respondió el director por mí.

Llegamos a esa detestable sala y tomamos asiento. 

— Peñaherrera, Peñaherrera —susurró el Director mientras sacaba unas carpetas de los cajones de su escritorio— ¿Está usted consciente de que si llena otra hoja podría ser expulsada? —me miró.
— Lo sé —respondí.
— ¿Le importa acaso?
— Por supuesto.
— ¿Entonces por qué no para de tener problemas?
— Lo intento pero luego aparece ella —la señalé.
— Claro, cúlpame de tus problemas —chilló ella.
— No te culpo de mis problemas, tú eres el problema.
— Auch, eso dolió –dijo sarcásticamente.
— Gil —musité en español pero no alcanzó a escuchar.
— Ya señoritas, cálmense. Ahora van a explicarme el por qué de su pelea.
— ¡Insultó a mi hermana! —grité.
— Ay sí, gran cosa —dijo la Odiosa de Rosalie.
— ¿Pero su hermana no se había muerto? —preguntó el Director sin escrúpulos.
— Así es, hace un mes —respondí cabizbaja.
— Pero señorita Earle, eso es una falta de consideración.
— Quién lo dice —musité mientras jugaba con el pedazo de madera encima de su escritorio que decía <<Principal August McRuler>>
— ¿Dijo algo? —me preguntó.
— No, nada.
— Bueno, sabiendo la causa del problema, la que se tiene que quedar aquí es usted —señaló a Rosalie— y usted Peñaherrera, vaya a clases.
— De acuerdo —sonreí.
— Pero… tiene detención en el aula 15A hasta las 4:30.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— ¿Quiere otro día acaso?
— No —respondí indiferente.
— Bien entonces vaya al aula.
— Adiós —murmuré furiosa y salí de aquel salón.

¿Cómo era posible todo esto? Desde el día en que llegué ella no ha parado de fastidiarme, mi hermana tenía razón al advertirme de Rosalie. Si tan sólo no hubiera aceptado aquella beca que me ofrecieron nada de esto estuviera ocurriendo. 
Entré al salón donde tendría Biología: materia y profesora aburrida.

— ¿Por qué llega tarde Peñaherrera? —preguntó con esa voz insoportable.
— Estaba en dirección —respondí.
— Era de esperarse —susurró pero logré escucharla.
— ¿Peleó con su esposo y es por eso que de nuevo está de malas? ¡Era de esperarse! —susurré, por suerte no pudo oírme.
— ¿Disculpe? 
— ¿Sí? ¿Decía algo? —me hice la desentendida.
— Vaya a su asiento, ahora —me miró mal.
— De acuerdo —sonreí malévolamente.
— ¡Hola! —me saludó una chica mientras yo caminaba hacia mi pupitre.
— ¡Hola! —sonreí— ¿Eres nueva?
— Sí —respondió inocentemente.
— Muévete —ordené al chico que se sentaba detrás de ella. Él se fue a mi pupitre y yo me senté ahí.

La profesora me miró desaprobadamente y yo sólo le sonreí. 

— ¿Cuál es tu nombre? —pregunté a la chica nueva.
— Jazmin McQuoid —me tendió su mano y yo gustosa la tomé— ¿Y el tuyo?
— Betzabeth Peñaherrera —sonreí.
— Vaya, sonríes mucho… eso bueno —rió.
— Wow, parece que Peñaherrera tendrá una amiga —dijo la profesora en tono de burla.
— ¿Le gustaría empezar a dar clases por primera vez en su vida? –Dije molesta.
— ¿Peñaherrera pidiendo clases? ¡Eso sí es raro!
— ¿Marie Deluise hablando más de lo que debe pero menos de su clase? ¡Vaya que eso no es novedad!
— Muy cierto —me apoyaron algunos.
— ¡No sé para que le pagan si nunca da clases! —susurré.
— ¿Disculpe? —cuestionó ella.
— Que me tomé una malta y estoy llena de gases —dije mientras reía, muchas veces era muy fácil engañarla.
— ¿Quiere tener más problemas? —preguntó histérica.
— No —miré hacia debajo de mi pupitre.
— Bien… todos saquen sus libros y hagan las actividades de la página 22, vuelvo en 10 minutos y les reviso —salió del salón.
— ¿Siempre te trata así de mal? —cuestionó Jazmin.
— Sí, incluso cuando no estamos en el salón. Siempre aprovecha cada momento —contesté.
— ¿Y por qué no le dices al director? —comentó preocupada.
— En una discusión entre alumno y profesor ¿A quién crees que le creerían?
— Tienes razón…
— …lamentablemente, gracias a ella casi pierdo mi beca.
— ¿Qué? —expresó impresionada— eso no puede ser posible.
— Todo en la vida es posible.
— ¡Peñaherrera! —me llamó la chica que estaba a mi lado.
— ¿Sí?
— Lamento ser aguafiestas, pero es mejor que saques tus libros, si la ogro llega a venir y no te ve haciendo nada, de seguro que hará otro de sus escándalos.
— Gracias —le sonreí. Por primera vez en mi vida hablé y le hice caso a alguien.

Saqué mis libros y empecé a llenar cada espacio vacío de la página esa. Terminé en aproximadamente 30 minutos, y la maestra aún no se dignaba a aparecer.

— Y dime… ¿Cómo así llegaste aquí? —traté de hacerle conversación a Jazmin, quien estaba aburrida al igual que todos.
— Creo que mis padres me odian —reímos.
— Ningún padre odia a su hijo.
— Entonces explica por qué me metieron a este internado.
— No lo sé, tendrán sus razones. Aunque creo que es porque según toda la gente es el mejor colegio del país.
— Odio estar encerrada y ellos lo saben.
— Mira el lado bueno: más amigas, amigos… y tal vez te consigas un buen novio —reí.
— ¿Tú tienes uno? —interrogó.

Betzabeth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora