El Bar

2 0 0
                                    

  — No debiste hacer eso —dije entre dientes.
— ¿Ahorrando para un carro? ¡mentirosa! —susurró.
— No pienso decirle de dónde saqué el dinero, más vale que tú tampoco lo hagas.
— No lo haré —rodeó mis hombros—. pero no te dejaré salir de aquí hasta mañana.
— ¿Por qué no?
— Porque no quiero que trabajes en un bar.
— ¿Y si tú no quieres no debo hacerlo?
— Exacto.
— Sí, seguro, haré todo lo que usted me diga jefe.
— Si vas, yo voy contigo.
— No puedes, hiciste una promesa y debes cumplirla.
— Te pasas de lista —me miró con ojos chinos.

Una de la madrugada y recién iba saliendo del hospital, tomé un taxi y llegué al dichoso bar. Hablé con el dueño quien por ser la primera vez, me perdonó haber llegado a las dos de la madrugada y luego me extendió un pequeño traje de camarera: short y top de cuero negro, zapatos de taco de alfiler y un corbatín rojo. Empecé a tomar las órdenes y servir, era un poco lenta, pero para ser mi primera vez no estaba tan mal.

Recibí unas cuantas nalgadas y unos comentarios no tan agradables. Un viejo se me acercó y me mostró unos billetes para que... bueno, ustedes ya saben para qué.
Lucía como prostituta pero no me comportaría como una. Le di una bofetada y me escondí entre los clientes para que el dueño no me viera y no me descontara el sueldo.
Choqué con una chica, le pedí perdón pero su acompañante me insultó hasta decir basta. Regresé a ver más tragos y creo que mis ojos me fallaron, había un hombre igual que el profesor de matemáticas, me acerqué para verlo disimuladamente y efectivamente era él. Eso explica sus ojos rojos todos los días, viene a beber y luego va al colegio. ¿Cómo le hará para quitarse la jaqueca?
Caminé hasta la barra y me paré a su lado dándole la espalda. Tomé los tragos y sentí una mano en mi nalga. Mis ojos se abrieron al tope, se sintió asqueroso, empecé a caminar pero él me tomó de la cintura y se pegó a mi trasero.  

Betzabeth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora