Mi hermana es primero

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  — Sí, pero ese dinero es para el colegio.
— Lo sé... pero puedo conseguir los 500 dólares de la pensión después.
— No, ni siquiera has comprado todos los libros.
— Ya te dije, conseguiré el dinero después. Además sólo me faltan unos cuantos, ahora Connie es lo más importante.
— Yo lo sé, pero lo que vas a ser no es algo bueno.
— ¿Qué no es algo bueno? ¿Salvar la vida de una niña no es algo bueno?
— Betzabeth, tú sabes a lo que me refiero.
— James, tú sabes que mi hermana es primero.

Cerré el estado de cuenta de mi mamá y abrí el mío, en donde depositaban el dinero que sería para todos los gastos del colegio. Revisé todo, pero desafortunadamente aún no habían depositado el dinero. El primer mes del colegio estaba por terminar, así que ellos ya debían haber depositado el dinero para poder pagar el segundo.

— ¡No puede ser! —musité molesta.

Me paré de aquella silla y salí de la habitación, caminé eufórica hasta la mía y me encerré. Prendí mi computadora y me dispuse a buscar empleos nocturnos en los que pagaran por hora. No había mucha información, apenas y aparecían el nombre y el número de varios lugares, los copié todos y los imprimí, luego apagué la máquina. Llamé uno por uno, preguntando sobre el sueldo pero los primero pagaban muy poco. Pasé aproximadamente una hora llamando hasta que al fin encontré un lugar en donde pagaban $500 la hora por ser camarera. Miré el reloj y marcaba las 6:30 p.m. Mi mamá me dio un cheque firmado y vacío el primer día de clases para que lo usara si tenía alguna emergencia. Lo llené, lo guardé en una cartera junto con mi celular, mis tarjetas del banco y mi billetera. Me saqué la ropa y me puse una blusa, un abrigo, converses y un short cómodo para saltar las rejas y poder escapar fácilmente. Me agarré una coleta, tomé la cartera y salí del cuarto. Caminé hasta la cancha de fútbol y me senté en una de las banquetas que la rodeaban. Mientras esperaba a que los partidos terminaran y que todo el mundo a su dormitorio entrara, estaba planeando cómo escapar sin que nadie se diera cuenta. Aquel partido parecía eterno, como si nunca planearan terminar. El equipo contrario jugaba con uniforme y el otro con cualquier ropa. ¡Eso es! ¡El uniforme! Si dormiría en el hospital, mañana por la mañana al regresar debían verme con el uniforme para que no sospecharan nada. Me paré violentamente de la banca y salí de ese edificio para correr a mi habitación en el edificio de enfrente, agarré el uniforme y lo metí en un bolso apenas un poco más grande del que tenía en el brazo, saqué lo de la cartera y lo metí junto con la ropa.

— ¿Qué haces? —se asomó en la puerta.
— Arreglo mi maleta para mañana —respondí mala gana como siempre lo hacía.
— Son las ocho, hora de dormir.
— Lo sé, Wendy —dije fastidiada—. ¿Por qué siempre vienes?
— Soy la monitora de habitaciones, tengo que hacer esto todas las noches. Debo asegurarme de que todo el mundo esté en sus dormitorios en este mismo instante.
— Bien, necesito dormir. Ahora vete y déjame en paz.
— Como quieras.  

Betzabeth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora