12:00 p.m. y ya me encontraba afuera del instituto caminando hacia el bar, o mejor dicho, hacia el infierno. Llegué diez minutos antes de la 1:00 a.m., cambié mi ropa y me puse el antifaz para evitar problemas si me encontraba nuevamente con el profesorcito ese. Serví más tragos que el día de ayer, pero con la diferencia de que hoy recibí propina. $50 dólares no me vendrían para nada mal.
A la 1:30 a.m. Fui atrás de la tarima para arreglarme para mi número. Mis nervios estaban de punta, no podía creer que yo estaba haciendo esto. Cuando el presentante dijo mi nombre tuve ganas de salir corriendo hacia la salida pero luego recordé la razón por la que estaba aquí. Tomé un largo respiro y caminé por las cortas escaleras para llegar a la pequeña tarima. Sonreí como si estuviera acostumbrada a hacer este tipo de cosas y lancé un beso hacia el "público"'. Los gritos y los aplausos de las personas se empezaron a oír más alto cuando la música empezó a sonar. Alcé mis brazos a los lados como una balletista y moví lentamente mis caderas de izquierda a derecha. Caminé hacia un lado de la tarima y cogí una silla de madera con un acabado elegante, la puse en el medio de todo y empecé a bailar en la parte trasera de esta. Unos cuantos billetes de un dólar y de cinco empezaron a llover a mis pies. Luego me senté e iba a empezar a bailar como lo había visto en uno de los videos. La música paró de golpe y todos empezaron a abuchear. El dueño se paró a mi lado con el micrófono en la mano.
—Paren todo, paren todo —dijo él, y un repentino alivio recorrió mi cuerpo—. ¿Quién aparte de mí, piensa que este espectáculo se puede poner mejor?
Todos empezaron a aplaudir y a silbar.
—Muy bien —continuó—. ¿Quién de todos ustedes va a ser el afortunado de sentarse en la silla, mientras esta bella chica le baila?
Los silbidos se duplicaron y una docena de hombres y chicos se acercó al pie de la tarima. Mis ojos se abrieron de par en par y mi corazón casi sale disparado de esa diminuta blusa que me cubría. Me paré de la silla y le quité el micrófono.
— ¿Qué rayos cree que hace? —le reproché en un murmuro para que nadie pudiera oír.
— Atrayendo clientela, mañana esto llegará a los oídos de cientos de hombres y mi bar se llenará.
— Tú y yo tenemos un trato. Y esto no está incluido.
— Si quieres el dinero, tienes que hacerlo.Alargó una mano y sobó mi cabello. Me dedicó una sonrisa sombría y me arrancó el micrófono de las manos.
— Entonces, amigos. ¿Cuánto están dispuestos a pagar?
Mi boca se abrió automáticamente. ¡Me estaba vendiendo! Las ofertas se hicieron oír y finalmente sólo quedó alguien. ¿60 dólares era todo lo que costaba mi baile? Eso fue un golpe fuerte para mi poca autoestima.
— Muy bien —dijo el hombre que ahora era el número dos en mi lista negra—. Al parecer nos hemos gastado todo en bebidas —rió—. Sube acá, mi amigo.
Él era un señor mayor, de bigotes blancos y barba mal rasurada. Bajo y rechoncho. Mi rostro rojo por el coraje, estoy segura de que cambió a un amarillo pálido por la desesperación. Él se sentó en la silla y el dueño del lugar le dio una palmadita en el hombro.
— ¡Un momento, yo doy cien! —se oyó un grito del medio de la pista de baile y todas las miradas se centraron en él.
Era él. Sus ojos cafés me miraban fijamente y sus labios rosados me ofrecían una media sonrisa. Se acercó hacia nosotros y le dio cinco billetes de veinte al dueño. Estaba a cinco metros de mí, pero eso no impedía que su aroma llegara hasta mi nariz.
— Oye hermano, no puedes hacer eso. Yo había ganado —protestó en hombre de bigote blanco.
— Lo siento, el muchacho ganó ahora —dijo el dueño y el lugar se llenó inmediatamente de burlas y risas.
— Daré ciento cincuenta —dijo el viejo.
— Quinientos —Dios, su voz era tan llamativa.El señor se vio forzado a bajarse del escenario y Jake se sentó en la silla. Me dedicó una sonrisa y la música empezó a sonar. Oculté mi vergüenza y me vi obligada a bailarle a él. Si bien no lo había hecho antes, ahora sí me sentía como una perra novata.
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Betzabeth.
Teen Fiction- ¿Y la violencia es la mejor forma de resolver las cosas? - Muchas veces sí -respondí fría.