Cap. 12 EL BAILE

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El joven llevó a Cónfer y Alina a una sección del templo donde había muchas habitaciones. Ese era el lugar donde vivían todos los maestros Váizon. El muchacho deslizó una puerta corrediza mientras decía.

—Este es su cuarto, señorita Alina. Justo al suyo está el de su amigo.

—¿Está bien que estemos aquí? Porque podemos dormir en nuestra nave sin problemas.

—Por supuesto que no. Ustedes son nuestros invitados de honor. El poder perdido volvió a casa gracias a ustedes, les debemos mucho, no cualquiera entrega algo tan valioso sin pedir nada a cambio. Eso demuestra la honestidad de sus corazones. Es un honor para nosotros que se hospeden en nuestra casa.

—Y nosotros agradecemos mucho su hospitalidad —contestó Alina.

Momentos después Alina se encontraba contemplando lo simple, aunque acogedora que era la habitación en la que se encontraba. Tenía una colchoneta en suelo para dormir, y otra puerta deslizable que la llevaba a contemplar una de las maravillosas vistas que haya visto. Alina estaba perdida en esa magnificencia, hasta que escuchó que golpeaban la puerta de entrada. Al deslizarla vio a una jovencita, parada en el pasillo, tenía una sonrisa muy dulce, sus ojos eran diferentes a los de Alina, en forma y color. Su cabello era de un tono ceniza y largo hasta sus rodillas, sin mencionar sus brazos, los cuales tenían unas especies de tatuajes con dibujos de flores.

—Tenga, es para usted. Nos honraría mucho si la portara esta noche —dijo la jovencita, extendiéndole a Alina un vestido con una túnica bordada.

—Se ven hermosos, los usaré con gusto —respondió ella, con una gran sonrisa.

Una vez que Alina se cambió, salió de su cuarto y comenzó a caminar por los pasillos del templo, observando toda su hermosa arquitectura. Hasta incluso vio a varios maestros entrenando con largas varas de madera, y muchos otros meditando sin perder la concentración.

Al salir del templo, un grupo de pequeñas niñas de acercaron a ella, y tomándola de las manos, la guiaron hacia la fiesta.

Estando ahí Alina se asombró por la belleza de las decoraciones, las múltiples lámparas de diversos colores que alumbraban todo el lugar. Sin mencionar la música, que tocaban un grupo de jóvenes con largas flautas de madera y tambores. Las vestimentas coloridas y los bailes tradicionales creaban un ambiente de paz y alegría. Las niñas hicieron que Alina tomara asiento, luego trajeron unos pequeños recipientes con pinturas de diferentes colores, y tomando un pincel, dibujaron flores en las manos y muñecas de Alina. Luego le colocaron un tradicional collar, el cual era largo y grande, de color azul. Alina tenía puesto el traductor de oído, de esa forma entendía lo que todos decían.

En un momento ella vio a Cónfer acercándose de entre la gente. Él vestía ropas holgadas y una túnica de color verde, sin mencionar que también llevaba el mismo collar tradicional que Alina.

—Te ves hermosa —dijo Cónfer, parándose frente a ella.

—Gracias. Y tú no te ves nada mal —contestó Alina, sonriente.

—El guardián quiere hablar contigo. Ven, te llevaré con él.

—Okey.

Ambos caminaron hasta donde el guardián, su aprendiz, y un grupo de maestros se encontraban. Estando frente a frente todos los presentes hicieron silencio absoluto para escuchar lo que el gran maestro Montaven iba a decir.

—Gracias a estos valientes jóvenes, hoy el poder de nuestro hermano Intúna ha vuelto a casa. Parte de su esencia ahora habita entre nosotros. Es por eso que hoy hacemos esta celebración, para agradecer a nuestros amigos, y para decirles que desde hoy en adelante, son recibidos como familia.

En ese momento todos allí comenzaron a dar aplausos y dar gritos de alegría. Luego el guardián le colocó a Alina y Cónfer un collar a cada uno, en los cuales colgaban un pequeño trozo de madera que tenía tallado el símbolo Váizon. Luego Montaven dijo.

—Jetsay, hermana —mencionó, señalando a Alina—. Jetsoy, hermano —continuó, señalando a Cónfer—. Hijos de esta tierra.

Los aplausos y gritos de júbilo continuaron. Luego unos jóvenes invitaron a Cónfer y Alina a bailar. Los instrumentos resonaba y las voces comenzaron a cantar. Alina se encontraba junto a un grupo de jovencitas, listas para la danza.

—No sé bien que hacer —admitió Alina, avergonzada.

—Tranquila. Es una danza tradicional —contestó una chica a su lado—. Los pasos son muy simples. Solo venos.

Por su parte, Cónfer se encontraba con el grupo de varones, los cuales estaban frente al grupo de mujeres, esperando la señal para empezar el baile.

—Mi traductor no tiene registrado el idioma de su canción —dijo Cónfer a uno de los muchachos.

—Es porque nuestras canciones están hechas de una antigua lengua Váizon. No existe registro de ella en ningún lado, solo aquí se habla.

—Entiendo ¿Y de qué trata la canción?

—Esta canción, al igual que la danza, trata de expresar tus sentimientos a la persona que amas. Es una danza de parejas.

Todas las chicas tenían una flor en sus manos. Una vez dada la señal, el baile comenzó. Las primeras en avanzar fueron las chicas, que se acercaron hasta unos metros de los varones, y colocaron sus flores en el suelo, luego ellas retrocedieron y esperaron. En ese momento los jóvenes avanzaron y tomaron las flores, Cónfer por supuesto, tomó la flor de Alina. Ahora era el turno de las chicas, quienes avanzaron para estar frente a frente con el joven que tomó su flor, una vez junto a él, ellas dieron dos vueltas alrededor de su compañero de baile. Ya completado, el varón como la mujer, debían acercar su mano derecha al de su pareja, y juntar palma con palma. Entre ambas manos, tenía que estar la flor. Ahora el baile consistía en caminar en círculos, sin separar la mano de su pareja, y así no dejar caer la flor.

Alina y Cónfer lo hicieron, juntaron sus palmas y continuaron la danza sin dejar que la flor cayera de sus manos. Alina solo sonreía, y en algunos momentos soltaba una tierna risa, ya que le parecía muy divertido hacer algo así.

Luego de terminar la danza, las chicas volvieron a tomar su flor, (Si le regalabas la flor a tu pareja de baile, le dabas el permiso para darte un beso en la frente). Alina vio como todas a su alrededor le entregaban la flor nuevamente a su acompañante, así que ella intuyó que debía hacerlo también. Así que le extendió su flor a Cónfer, quien la aceptó muy feliz. Luego ambos vieron que los demás le daban un beso a su compañera de baile. Entonces Cónfer, un poco avergonzado dijo.

—¿Puedo?

Alina asintió con una tierna sonrisa, ya que no le vio nada de malo. Con total delicadeza Cónfer tomó la cabeza Alina entre sus manos, y le dió un tierno beso en la frente.

En ese momento todos a su alrededor comenzaron a aplaudir. La música siguió tocando, solo que ahora era más movida. Los jóvenes formaron un gran círculo alrededor de Alina y Cónfer, y con tazones en sus manos empezaron a arrojar encima de ellos muchísimos pétalos de flores de diversos colores. Ambos solo sonreían y desfrutaron del hermoso momento. 

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