Cap. 6 EL COMERCIANTE

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Mientras más se adentraban a la zona donde debían llegar, fueron notando que todos portaban diferentes tipos de armas. Mudu tenía su propio ejército protegiendo toda el área en donde él vivía.

Diner guió al grupo hasta la entrada de un edificio. Unos guardias los detuvieron frente a las puertas, Diner miró hacia la cámara de seguridad y luego los guardias fueron avisados por sus comunicadores que podían dejarlos pasar. Las puertas automáticamente se abrieron y los cuatro entraron al lugar. Estando allí, se toparon con una gran fiesta, repleta de luces de múltiples colores, con una especie de música electrónica retumbando todo el lugar, y cientos de hologramas, sin contar la diversidad de especies que se encontraban allí disfrutando bebidas que brillaban de colores neón.

Diner llevó al equipo a un ascensor, donde se encontraron con otros guardias, los cuales los dejaron ingresar sin ningún problema. Mientras se dirigían hacia la sima, Alicia dijo.

—¿Su casa es arriba?

—Todo el edificio es su casa —contestó Diner.

—Espero que funcione —dijo Alina nerviosa.

—Funcionará, ustedes solo estén alertas y no hablen con nadie. Yo me encargaré de las negociaciones.

El elevador se detuvo y sus puertas se abrieron, y con lo primero que se toparon fue con otra gran fiesta, pero esta vez todos los presentes eran del género femenino. Muchos tipos de especies, pero todas eran mujeres, su forma de vestir y ciertos rasgos de sus cuerpos acentuaban su género, sin mencionar los brillantes y extravagantes adornos y joyas que deslumbraban en cada uno de sus movimientos.

El equipo avanzó entre el gentío, hasta llegar frente a una pared que parecía cristal. Dos guardias custodiaban la puerta, uno de ellos habló diciendo.

—El señor Mudu dijo que recibirá solo a Diner, los demás deberán esperar aquí.

Alina le entregó el frasco con la sangre mientras le hacía un gesto de confianza. Luego Diner miró a Alicia y le dijo.

—Mantente cerca, no tardaré.

—Estaré bien —contestó ella con una tierna mirada.

—Estén alertas —ordenó Diner a Alina y Cónfer—. Y no causen problemas.

Él entró al lugar, y la puerta se cerró. Caminó hasta estar en una gran habitación lujosamente decorada, y a un par de metros, vió a Mudu. Él era un Cowano que al igual que Diner y Cónfer había desertado de su servicio al reino. Ahora con una nueva identidad, había creado su propio imperio.

Mudu se encontraba parado frente a las ventanas, contemplando la enorme y grandiosa vista mientras sostenía una copa dorada en su mano derecha. Diner se acercó a él y quedó parado a su lado.

—El gran Diner Moon, el soldado favorito del reino. Estaba seguro que no te volvería a ver jamás —dijo Mudu desviando su mirada del exterior para verlo.

—Ahora somos iguales, perseguidos por el mismo imperio.

—Sí, debo admitir que no lo creí cuando me lo contaron. Tú traicionando al reino Cowano ¿Qué sucedió? ¿Qué te pasó en ese planeta para hacer un cambio tan drástico?

—Encontré algo más valioso por lo cual pelear. Encontré una familia, pero ahora nuestras vidas peligran, por eso he venido.

—Te escucho. Dime que necesitas —dijo mientras tomaba asiento en su gran sofá.

—Necesito un escudo planetario. Es lo único que evitará que los reinos más fuertes nos eliminen.

—Lo que pides es muy difícil de conseguir. Es un artefacto que rara vez aparece en el mercado.

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