Cap. 22 MENTIRA

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Mientras tanto, en Cówan, Londra pidió una audiencia con la reina. Una vez en la sala del trono, Londra caminó hasta estar frente a su hermana, se inclinó haciendo una reverencia mientras decía.

—Mi reina, tengo algo muy importante que comunicarle.

—Si esta es otra de tus charlas para que frene las conquistas no quiero oírla.

—Tuve una visión, la chica viajando a Kaly, y destruyendo tu esfera de poder.

—Imposible, ¿Cómo? ¿Cómo lo descubrió?

—Eso no importa ahora, lo que importa es que ya lo sabe, y pronto estará en camino hacia allá.

—No, no puedo permitirlo. Eso no debe pasar —decía la reina alterada caminando hacia su hermana—. Enviaré todo un pelotón de soldados a que la esperen ahí.

—Envía a Álefer. Él debe ser quien la mate, y para eso debe ir solo.

—¿Estás segura? ¿Acaso lo viste?

—Esta es la visión final. Ella debe morir por la mano del príncipe, solo así todo esto terminará y este reino podrá entrar en una era de gloria al fin.

—Yo me encargaré de Álefer, y él se encargará una vez más de desacerce de mis obstáculos.

—Que así sea entonces.

Por su parte, Álefer ya había vuelto del ala de curación, ahora se encontraba en su dormitorio intentando descubrir que es lo que le había ocurrido.
Ordenó a los guardias que llamaran a Núm de inmediato. Luego de unos minutos, Núm entró a la habitación, su semblante se veía cansado y triste. Pero Álefer no lo notó ya que su mente estaba en mil ideas.

—¡Núm! Que bueno que estás aquí, tienes que ayudarme. Algo sucedió, hay que averiguar qué y quién lo hizo —dijo Álefer caminando intranquilo por el dormitorio.

—Sí, mi señor. De inmediato —contestó Núm casi sin voz.

—Ve primero a la sala de mando, he intenta averiguar cualquier cosa que sepan de Alina y su familia. Mientras tanto yo intentaré conseguir una nave.

—A la orden, príncipe —contestó Núm caminado hacia la salida con lentitud.

Antes de llegar a las puertas de salida, Núm tubo un mareo, tambaleó su cuerpo y con cuidado se sostuvo del borde de una mesa para no caer. Viendo eso, Álefer se acercó a él inmediatamente.

—¿Núm? ¿Qué tienes?

—Estoy bien, mi señor. No es nada.

Y fue entonces que Álefer miró con más detenimiento a Núm, encontrando una marca en su cuello. Luego tomó su mano, le enrolló la manga y vió que las muñecas de Núm también presentaban heridas.

—¿Y esto? —preguntó Álefer con semblante molesto.

—No, no es nada, príncipe. Solo fue un accidente —contestó cubriéndose las muñecas.

—No le mientas a tu señor. Ahora contesta ¿Acaso te castigaron?

Núm bajó la mirada y asintió con la cabeza. Inmediatamente Álefer salió de la habitación sumamente furioso. Núm lo siguió por detrás mientras trataba de detenerlo.

—Mi señor, espere ¿A dónde va?

—Voy a hablar con mi madre, esto es inaudito.

—Mi señor, no lo haga por favor. Usted ya tiene demasiados problemas, no enfrente a la reina.

—Quiero que vuelvas a la habitación y me esperes ahí.

—Pero...

—Es una orden. Ve.

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