Cap. 14 CAPTURADOS

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A la mañana siguiente, ambos ya estaban con su ropa normal y todo su equipo listo. El maestro Montaven y su aprendiz los acompañaron hasta la nave. En el trayecto, atravesaron nuevamente la aldea que vieron ambos al llegar. Alina por simple curiosidad preguntó.

—¿Son muchas las aldeas que rodean al templo?

—Así es. Estas vidas buscaban un lugar tranquilo donde criar a sus hijos —contestó Montaven—. Muchos vienen de sobrevivir guerras, masacres en sus planetas. Cualquiera que fomente la paz es bienvenido en nuestras tierras. Le ofrecemos asilo a cualquiera que lo necesite. La mayoría de los niños estudian en el templo, para algún día ser maestros Váizon, y llevar justicia al universo.

Cuando menos lo pensaron, ya estaban frente a la nave. Mientras Alina y el aprendiz del guardián se despedían, Cónfer le dijo a Montaven.

—Muchas gracias por toda su atención, maestro. Todo está bien ahora.

—Muchacho... Manguí tanzú mulubé tukáne.

—¿Y eso que significa?

—La verdad, está pronta a ser revelada.

Esas palabras quitaron la sonrisa del rostro de Cónfer. Luego Alina se acercó hacia ellos para despedirse del guardián.

—Creo que es hora del adiós —dijo ella.

—Fue todo un honor conocerte —añadió Montaven, abrazándola—. No temas, pequeña. Todo va estar bien —le susurró al oído.

Después de la despedida, Alina y Cónfer subieron a la nave, encendieron los propulsores, y emprendieron el viaje de vuelta a casa.

Mientras se alejaban del planeta, Cónfer estaba programando los controles para saltar a velocidad luz, pero el programa no respondió.

—¿Qué sucede? —preguntó Alina, quien estaba sentada junto a Cónfer en la cabina de control.

—No lo sé. Debe ser un problema en el hiperpropulsor. Iré a ver, espérame aquí —contestó Cónfer, saliendo de la cabina.

Minutos después, Cónfer volvió. Mientras se acercaba a la cabina decía.

—Se trataba de una pequeña fuga. Qué bien que la reparé o habríamos explotado —dijo mientras se limpiaba las manos.

—Cónfer.

—¿Sí? —preguntó él, sin levantar la vista.

—¿Eso es malo?

En ese momento Cónfer levantó la mirada, y vio una gran nave frente a ellos.

—¡Rayos! ¡Es malo! ¡Es muy malo! —exclamó él, encendiendo lo propulsores con rapidez.

—¿Qué? ¿Quiénes son?

—Es un crucero Cowano. Si nos atrapan será nuestro fin. Sujétate, saltaremos ahora.

Pero en ese momento, la nave enemiga le disparó un pulso electromagnético a la nave de Cónfer, deshabilitando los controles, y apagando todos los sistemas. Luego un rayo tractor transportó la pequeña nave hasta dentro del crucero Cowano, dejándola en uno de sus hangares.

Los soldados abrieron la compuerta de carga e ingresaron a la nave. Alina y Cónfer no tenían oportunidad de ganar, así que no les quedó más remedio que rendirse de inmediato.

Al salir, Alina pudo ver el gran número de soldados Cowanos que allí se encontraban, sin mencionar las múltiples naves y armamento militar que tenían. Estaban totalmente preparados si se les presentaba una guerra.

Ambos fueron puestos dentro de una celda sellada. Estando en esa prisión, Cónfer intentaba transmitirle calma a Alina, diciéndole que encontraría la forma de escapar, sin embargo, no faltó mucho, y un grupo de soldados abrieron su celda. Entre ellos se encontraba la mano derecha de Álefer, su sirviente fiel, Núm, quien observó a ambos y luego ordenó.

—Lleven al príncipe al transbordador que saldrá mañana hacía Cówan. Que permanezca esposado en una de las celdas.

—No creo que eso pase —aclaró Cónfer, invocando su poder para materializar su espada, pero este no respondió. Él observó sus manos confundido mientras decía—. Mis poderes.

—Sí, no te molestes. Luego de lo que nos hicieron, bloqueando nuestras habilidades en la tierra, decidimos también adaptar las máquinas para interrumpir otras habilidades. Ahora podemos bloquear tus poderes. Cortesía de la reina.

Inmediatamente los soldados comenzaron a forcejear con Cónfer, quien luchaba para que no lo llevaran. Mientras lo arrastraban para sacarlo de la celda, Alina preocupada por lo que fueran a hacerle, gritó.

—¡Ya basta! ¡No lo lastimen! ¡Si le hacen algún daño se arrepentirán!

—¿Hacerle algún daño? Los soldados jamás dañarían a alguien de la familia real.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó Alina, confundida.

—¡Núm! ¡Cállate! —ordenó Cónfer, mientras seguía forcejeando para no salir—. ¡Detente!

—¿Qué no le dijo?

—¿Decirme qué?

—Pues, que es un príncipe Cowano. Él es Cónfer Doom, hermano de Álefer Doom. Su familia, destruyó la tuya.

—Al, juro que iba a decírtelo. Te lo juro. Tienes que creerme —dijo Cónfer, desesperado, pero Alina no reaccionaba.

—¡Ya llévenselo! —ordenó Núm. 

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