Cap. 9 CONEXIÓN MENTAL

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Luego de unos segundos, Lucas comenzó a bostezar.

-Bueno, es tarde, hay que descansar. Mañana es un día más de trabajo -dijo Lucas, levantándose de la mesa-. Termina de cenar, y luego ve a dormir, mañana vendré por ti. Iremos juntos a la embajada, así veras a tu hermano en acción.

-Está bien, descansa.

-Igual -contestó Lucas, dirigiéndose a la salida.

Una vez que terminó de comer, Alina fue a su habitación. Por varios minutos quedó frente al espejo para ver si el rostro de Álefer volvía a aparecer, pero no lo hizo. Estaba tan cansada que apenas apoyó la cabeza en la almohada quedó profundamente dormida.

En otro lado del universo, en el planeta de Cówan, Álefer estaba parado en el balcón de su habitación, meditando en todo lo sucedido de ese día. Tenía una copa dorada en su mano, cuando un gran dolor en su cabeza lo invadió, fue tan repentino e intenso que derramó la bebida sobre su ropa. Al paso de unos segundos el dolor desapareció. Él, confundido por lo ocurrido, caminó hacia el interior de su alcoba, fue por una camisa, la cual estaba frente a tres enormes espejos en una pared.

Luego escuchó que alguien tocó a su puerta.

-¡Adelante! -confirmó Álefer, mientras se quitaba la camisa que traía puesta.

Cuando él levantó la vista, vio en el reflejo de los espejos como la puerta detrás de él se abría, y Alina entraba.

-¡Alina! -dijo emocionado mientras giraba con rapidez.

Pero al voltear, vio a su sirviente Núm, entrando con una charola con comida en sus manos.

-¿Señor? -preguntó Núm, confundido.

Álefer caminó con rapidez y salió de su cuarto, observando los pasillos con detenimiento.

-Mi señor ¿Está usted bien?

-Sí, es solo que vi... No importa -dijo Álefer, volviendo al interior de la alcoba, desilusionado y confundido.

-Como no fue a cenar, quise traerle algo de comer.

-Gracias, Núm. Ya puedes ir a descansar -indicó Álefer, mientras observaba con seriedad los espejos.

-Como diga, príncipe -contestó Núm, mientras hacia una reverencia.

Pero antes de retirarse, Núm dijo.

-Mi señor, hoy se enfrentó con Alina, y veo que esa contienda de verdad lo afectó. Si me permite el atrevimiento, creo que debería luchar por lo que en verdad siente. Lo veo en todo momento, no deja de pensar en ella ni por un segundo.

-Sabes bien qué sucedió la última vez que entregué mi corazón. Recibí una herida en mi cara en lugar de amor. Me desfiguró. Juré que jamás volvería a cometer el mismo error.

-No hace falta conocer perfectamente a Alina, para saber que es leal hasta la muerte. Usted lo supo desde la primera vez que la vio. Supo al instante que era especial, y no porque sabía que tenía el poder Váizon en su interior, sino porque vio que su corazón era locamente honesto. Es por eso que la protegió todo el tiempo cuando estuvo en la ciudad, y es por eso que la protege ahora.

-Núm, es un tema muy complicado. Y sinceramente no quiero hablar sobre eso.

-Perdone mi entrometimiento. Es solo que le he servido desde que somos niños, más que mi príncipe, lo considero mi amigo. Y quiero que sea feliz, porque todos merecemos amar y ser amador de verdad.

-Agradezco tu preocupación -dijo Álefer, apoyando su mano en el hombro de Núm-. Pero la verdad es que, dudo que me ame de la misma forma que yo a ella. Le cause mucho daño.

-Mi señor, estoy seguro que un día, ella lo sorprenderá, y ese día serán disipadas todas sus dudas con respecto a lo que siente.

-Eso espero, amigo.

Después de esa conversación, Núm se retiró de los aposentos de Álefer, mientras que él permaneció pensante por esa extraña visión de Alina. Pero minutos después, decidió olvidarlo por el momento, y se fue a dormir.

Ambos, Álefer y Alina, estaban profundamente dormidos en sus rincones del universo. Esa noche en la tierra, Alina soñó con Álefer, y Álefer soñó con Alina. Lo que no sabían, era que ambas mentes estaban conectadas en el mismo sueño. Alina caminaba por un bosque frondoso, estaba obscuro, solo la luz de la luna hacia que ella pudiera vislumbrar su entorno. Por su parte, Álefer también estaba allí, caminando sin rumbo. Ambos avanzaron hasta toparse frente a frente. Tanto Álefer como Alina, pensaban que era solo un sueño más, y que nada de los que dijeran allí, lo sabría el otro en el mundo real.

Alina se sentó sobre un tronco seco que se encontraba verticalmente en el suelo, luego Álefer se acercó y tomó asiento a su lado.

A pesar de que sabían que era un sueño, estaban nerviosos de hablar con el otro. Sin hacer contacto visual, Alina dijo las primeras palabras.

-Este lugar, es parecido al bosque donde nos vimos por primera vez.

-Es cierto, aún recuerdo esa noche. Temblabas tanto, pero jamás demostraste miedo.

-Estaba aterrada. Te veía tan grande e imponente.

-Jamás creí que vería a esa niña de nuevo.

-Si no hubiera sido por ella, estaría muerta hace mucho... Diner me contó lo que sucedió entre tú y ella. Me dijo el motivo por el cual la atacaste con tanta violencia.

-No quería hacerlo, pero el dolor, de alguna forma hace que haga cosas que no quiero hacer, Y no puedo controlarlo.

-¿Y mi padre? ¿También sentías dolor ese día, y perdiste el control?

-No... Lo hice porque eso es lo que hago, lo que he hecho siempre. Soy un asesino, me enseñaron a matar desde que era un niño. Innumerables son las vidas que tomé a lo largo del tiempo. Devaste civilizaciones completas sin importarme nada ni nadie. Pero jamás estuve tan arrepentido, como lo he estado últimamente, por arrebatarle la vida a tu padre.

Alina vio sus ojos, tristes y abatidos, cargados con una culpa que no podía soportar. Supo al instante que sus palabras eran honestas. Sintió compasión por él, y en ese solo instante todo dolor y rencor que sentía se había esfumado. Ella con lentitud y delicadeza, apoyó su mano en el hombro de Álefer, quien la miró fijamente con ojos tiernos y esperanzados, pero antes de poder hablarle, Alina despertó.

Por su parte, Álefer vio como Alina, quien estaba sentada a su lado, apunto de decirle algo, se había evaporado en el aire. Preocupado, comenzó a gritar su nombre.

-¡Alina! -exclamo Álefer al despertar sobresaltado.

En el planeta tierra, ya había amanecido, la alarma en el reloj de Alina sonó sin cesar, despertándola. Álefer por su parte, fue a su balcón, aún era de noche. Él quedó allí, con miles de pensamientos en su cabeza, sin poder conciliar el sueño.

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