Cap. 4 LAS BESTIAS DE ALENÍR

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Por su parte, Alina y su equipo, luego de haber cambiado su nave Cowana, por una que pasara desapercibida, emprendieron viaje hacia Alenír. En el trayecto, Diner programó el piloto automático, y luego fue a descansar con Alicia. Caminando por la nave, Cónfer vio a Alina, sentada sola en un rincón; aproximándose, se sentó junto a ella, mientras le decía.

—Deberías dormir un poco, te ves cansada.

—Estoy bien, prefiero estar despierta.

—Se te nota en la cara. No duermes bien ¿Verdad?

—Cada vez que cierro los ojos, me invade una pesadilla horrible. Es por eso que prefiero no dormir.

—Quieres contarme.

—Es sobre esa chica, la que me pasó el poder. ¿Cómo dijiste que era su nombre?

—Nica.

—Sí. Ella aparece siempre en mis sueños, advirtiéndome de un gran peligro, y luego Álefer aparece, y al final él me mata. Todas las noches siempre es igual.

—Bueno, lo que sé es que, en la magia existe diferentes formas de dejar mensajes, para que una persona en particular las vea en un tiempo determinado. Tal vez ella colocó ese suceso en tu mente, el día en que te transfirió el poder, para advertirte de los riesgos que conlleva portar esa magia, y así protegerte.

—¿Y cómo puedo sacarlo de mi mente?

—Tal vez pueda ayudar. Es fácil si sabes lo que haces. ¿Puedo? —preguntó Cónfer acercando su mano hacia el rostro de Alina.

—Sí —asintió ella.

En ese momento, Cónfer tocó la sien de Alina con su dedo índice, cerró sus ojos, y utilizó su magia para encontrar ese mensaje. Mientras lo quitaba de la mente de Alina, pudo ver parte de aquel sueño. Vio cuando Nica dijo que todos los que Alina amaba, sufrirían si ella le abría el corazón a Álefer, y también la parte en la que él la mataba. Una vez extraído el mensaje de su mente, éste quedó como una pequeña esfera brillante entre los dedos de Cónfer, que luego se desvaneció en el aire.

—Ya está. No más pesadillas —dijo Cónfer con una pequeña sonrisa.

—Pero ¿Cómo es que puedes hacer cosas así?

—Digamos que yo nací con ciertas habilidades, que los demás Cowanos no tienen. Son parte de una vida que quiero dejar atrás.

—Tranquilo, no tienes que contarme si no quieres. Sé lo que se siente tener secretos que uno sabe que es mejor guardarlos.

—Gracias por entender. Ahora intenta dormir un poco. No falta mucho para llegar.

—Así lo haré. Gracias Cónfer.

Cónfer se puso de pie y fue a revisar que todos los sistemas estuvieran en orden, al volver, encontró a Alina ya dormida en su asiento. Cónfer la cubrió con una manta y tomó asiento a su lado. Antes de quedar dormido, Cónfer sentía una incontrolable necesidad de decirle a Alina lo que sentía por ella, pero meditando, tomó la decisión de esperar.

No faltó mucho para que comenzara a sonar una alarma que despertara a todos a bordo. Diner y Cónfer fueron directo a la cabina de control, Alina y Alicia se preocuparon y los siguieron por detrás.

—¿Qué sucede? —preguntó Alina intranquila.

—Estamos entrando a la atmosfera de Alenír. Tendremos algunas turbulencia ya que éste planeta tiene fuertes precipitaciones. Pero tranquilos, esta nave puede resistir el ingreso.

La nave se sacudía y temblaba, podían verse los rayos como grandes extensiones de luz frente a ellos, hasta escucharse los truenos como bombas que retumbaban por todo el panorama. No lograban vislumbran más allá de toda esa gran masa de tormenta, hasta que después de soportar unos segundos, pudieron salir de esa tempestad. Sobrevolaron aquellos terrenos, todo era rocoso, repletos de peñascos y montañas. A simple vista parecía inhabitable. Diner buscó el mejor lugar donde aterrizar la nave. Una vez en tierra, los cuatro jóvenes se colocaron sus trajes y equipos.

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