T R E S

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    Cuando Changbin llegó al departamento de su viejo amigo nunca se imaginó que lo recibirían un par de ojos negros brillantes que se asomaban curiosos por el borde de la puerta. Frunció el ceño confundido mirando fijamente al pequeño que había terminado de abrir la puerta por completo. Seungmin pestañeó varias veces cuando Changbin entró sin siquiera preguntar o saludar.

- ¿Está Hyunjin? - fue lo que preguntó el mayor en cuanto sus zapatos negros se encontraron descansando a un lado de las zapatillas blancas de Seungmin.

El pelinegro asintió, alejándose de aquel hombre rubio que imponía su aura varonil frente a él.

Era diferente, todo de él, era muy diferente a Hyunjin. Era más rudo, alto, una mirada que te juzgaba y un aura de superioridad que no se la quitaba nadie. Mientras que Hyunjin a su lado era un hombre muy varonil, pero con un semblante tan ameno y gentil que resultaba ser la combinación perfecta.

- En su oficina. - susurró Seungmin, apuntando la dirección en que se encontraba el lugar mencionado con su pequeño y delgado dedo que estaba cubierto por la larga manga de su sudadera negra.

Ropa de Hyunjin, nuevamente.

Changbin asintió, y de inmediato se dirigió al encuentro de Hyunjin. No necesitaba preguntar la ubicación, conocía cada rincón de aquel piso de apartamento en el que vivía el pelinegro. Más de una vez había pasado sus noches de borrachera siendo cuidado por un enojado pero amable Hyunjin - eso, cuando Hwang se encontraba en Seúl -.

El mayor no se esperaba que el niño de larga melena se adelantara y corriera por el pasillo entrando rápidamente a la oficina en donde se encontraba su amigo. Sonrió ladino, contento con lo vió al entrar.

- H-hyung, su amigo... - susurró el menor tomando una de las manos de Hyunjin para que prestara atención en él y dejara de escribir en el ordenador que descansaba en el escritorio de vidrio.

La oscura mirada de Hwang se posó en Seungmin a su lado y luego viajó a Changbin que se acercaba sonriente a tomar asiento en una de las sillas frente a él. Los dos amigos se saludaron con la mirada, para que luego de eso Hyunjin agradeciera al niño que ahora se protegía acercándose más a él.

- Muchas gracias, Seungmin. Puedes salir. - indicó Hyunjin acariciando con cariño la menuda espalda del menor.

Y con aquella orden, Seungmin había dejado la oficina para dirigirse a la sala de estar, un poco triste por no poder seguir dentro de la cálida oficina junto al mayor, como lo había estado desde la mañana del día.

Changbin no tardó en bombardear a Hwang, con una mirada acusatoria que indicaba peligro.

- ¿Qué le has hecho? - preguntó sin más, dejando a Hwang descolocado.

Hyunjin blanqueó los ojos y chasqueó.

- Por Dios, Changbin. No te llamé para que me trataras así. - respondió jugando con uno de sus bolígrafos entre sus dedos- ¿Algo de beber? - ofreció recibiendo una negación del menor-. Cómo quieras.

Changbin suspiró, cansado de las vueltas que se tomaba Hyunjin para contarle lo "súper mega importante" que tenía por decir y que le había hecho ir hasta allí. Y es que Hyunjin, a primera hora de la mañana había tomado su teléfono y llamado al primer contacto que encontró, pidiendo ayuda por todo lo que no lo había dejado dormir por la noche.

Mientras que a su lado dormía plácidamente un niño de quince años aferrado a su almohada.

Su rutina de las mañanas había sido cambiada de un momento a otro sin darse cuenta.

- No me llamaste porque sí. Habla. - ordenó severo.

Changbin era un dramático de primera, y además muy creativo... Y también un pervertido, por lo que la imagen que pasó por su mente cuando Hwang le contó los indicios no fue una muy normal, o si quiera coherente, era extrema e irreal, pero para él era muy creíble.

› Obey ꙳໋͙ HyunMin ⌕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora