D I E C I O C H O

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— ¿Qué sigues haciendo aquí? — las repentinas palabras de la niña asustaron al mayor que se encontraba tranquilamente viendo televisión.

Claro, sonaba como algo completamente normal, siendo las altas horas de la madrugada. Pero Haseul había dicho eso con otro sentido y además llena de furia en su interior.

Antes ni siquiera hubiera sido capaz de dirigirle una palabra, pero ahora, no sentía miedo, y lo único que quería era encarar a ese hombre. No entendía como podía vivir en paz sabiendo todas las atrocidades que había hecho.

— Sólo miro televisión, no puedo dormir. — respondió calmado, dedicándole una sonrisa.

— ¿Qué haces aquí, en esta casa aún? Ya estoy aquí, y aquí me quedaré. Ahora vete. — se mantenía de pie frente a uno de los sofás encarando a su padre, pero sus palabras no parecían afectar al mayor, ni mucho menos su actitud.

— Es la casa de mi amigo, hija mía, si él me permite quedarme, pues lo haré. — su sonrisa aun se mantenía, molestando a Haseul.

— Sé lo que le hiciste a Seungmin esa noche. Me das asco.

Por fin consiguió que los demacrados ojos del hombre se posaran en ella. Algo sorprendido, y también asustado. Sin embargo, ese semblante serio y difícil de leer seguía ahí.

Esa noche había sido única para él. Había logrado saciarse, se había quedado satisfecho de una vez. Después de tanto tiempo había podido soltar de una vez a su tesoro, y dejarlo libre. Ya no le importaba en lo absoluto, lo que hiciera con Hyunjin o lo que Hyunjin hiciera con él ya no era de su incumbencia y tampoco le prestaría atención. Tampoco estaba interesado en Haseul, ni como sumisa ni como hija. Ya había herido lo suficiente, y estaba totalmente satisfecho con sus obras. Era el único ahí que se encontraba tranquilo en ese mar de problemas.

— No es como si no lo hubiera hecho antes. — sus palabras salían vacías y tan ásperas de escuchar. Haseul no sabía cómo podía ser así.

— Antes... Antes yo estaba para él cada vez que sucedía. Pero esta vez estuvo sólo. No sabes el daño que haces. — sus pequeños puños presionaban la suave tela de su vestido de pijama. Llamas salían de sus ojos, pero no sería capaz de perder la cabeza.

— Que hice. — corrigió — Y sí. Lo sé. — aquella sonrisa macabra volvió, revolviendo el estómago de Haseul.

Un jadeo salió de ella, que luchaba por mantener sus lágrimas al margen.

— Seungmin no fue capaz de decirlo, tampoco Hyunjin ni Christopher, pero yo sí puedo. ¿Cómo te sentirás después sin tu mejor amigo?

El mayor se levantó de su asiento, y caminó hasta la niña que retrocedió unos pasos al sentir tan cerca la presencia de su padre. Llegó a sentir la respiración del contrario, acompañada de una caricia en sus largos cabellos negros que se encontraban sueltos sobre sus hombros. La mirada de Dongju se encontraba fija en ella, y era tan intensa que se le era difícil mantener su vista en ella.

— Cuando eso pase, estaré completo. No sabes nada, mi pequeña niña. Piensa. Detente un momento y piensa por qué. ¿Por qué nadie dice nada? ¿Por qué no lo destruyen de una vez? — la respiración de Haseul comenzó a fallar, y un gemido involuntario salió de sus labios cuando sintió la aspera mano del mayor rozar su mejilla con delicadeza — Algunas veces las cosas tienen una solución tan simple. Pero al ser humano le gusta complicar todo. Hay demasiados factores que contribuyen a eso, y uno de ellos es el dinero.

Se alejó, dejándola respirar con normalidad. Haseul llevó una de sus manos a su pecho, aun sintiendo ese miedo recorrer su cuerpo. Lo vio alejarse, con la mirada fija en ella, y esa sonrisa de victoria la molestaba tanto, quería quitársela a golpes.

› Obey ꙳໋͙ HyunMin ⌕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora