O N C E

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Era un idiota.

Ese era el único pensamiento de Hyunjin en aquel momento.

Sus codos enterrándose en sus muslos, su cabeza baja entre sus hombros y sus manos sobre su frente. No le importaba el hecho de estar sentado sobre la frágil mesa de café de vidrio, sólo podía pensar en lo bien que se sentía besar a Kim Seungmin. Apretó la mandíbula haciendo crujir sus dientes, dispuesto a romper toda su dentadura si así podía dejar de odiarse un poco más.

Definitivamente, esto no estaba en sus planes.

Peinó sus negros cabellos hacia atrás en clara desesperación, enderezándose para levantar la mirada al pequeño cuerpo dormido sobre el sofá. Aquella imagen le parecía algo tremendamente tierno y puro, que estrujaba su corazón de forma dolorosa.

Seungmin mantenía sus labios entreabiertos, dejando salir suaves respiraciones que se estrellaban contra sus manos entrelazadas frente a su rostro. Mantenía sus rodillas contra su pecho y sus pies ligeramente curvados. Estaba en posición fetal, viéndose aún más pequeño de lo que era, dormido profundamente como si nada hubiera pasado.

Un suspiro se escuchó por parte del mayor, uno que representaba con claridad las millones de preguntas y acusaciones que rondaban en su cabeza. Se maldecía, se recriminaba a sí mismo, como si su propia madre lo estuviera haciendo. Se apuntaba con el dedo a sí mismo, diciéndose "Eso estuvo mal." como forma de castigo. Pero aún así, su más grande pensamiento era el que había disfrutado de aquel contacto, y lo repetiría las veces que fueran necesarias para saciar sus deseos.

No podía hacer nada contra eso. Estaba hechizado, y Seungmin fue el brujo que lo hizo.

Quería besarlo, tocarlo, acabar con su respiración y volverlo loco llevándolo a la cima del éxtasis. Quería hacer todo eso con el menor y mucho más. Sin embargo, era sólo eso, un deseo carnal que creció después de probar aquel fruto prohibido.

Y se sentía culpable por ello.

Seungmin merecía cariño y amor, comprensión, alguien que lo atesore por sus bellas características, alguien que sepa valorar cada rincón de la persona que era Kim Seungmin, y Hyunjin, lamentablemente, no era ese alguien.

Pero se había vuelto egoísta gracias al pequeño.

ㅡ Hyunjinnie... ㅡ el susurro se escuchó lejano, con claras intenciones de no despertar al niño. El nombrado se giró, encarando al dueño de aquella dulce voz ㅡ Debo irme ahora. Volveré en la madrugada, o tal vez en la mañana.

ㅡ Claro, ve. ㅡ respondió de la misma manera.

ㅡ Haseul está durmiendo y ya me ocupé de todo el papeleo con Jisung, así que... ㅡ hizo una pausa, tomándose el tiempo para sonreír de manera reconfortante a su mejor amigo de mirada perdida ㅡ Sé un buen Daddy y llévalo a dormir al cuarto, o se enfermará.

Hyunjin boqueó sorprendido al escuchar a su amigo decir aquello, pero no hizo nada al observar como Christopher dejaba la casa con una sonrisa cómplice, escapando de ahí.

Se mantuvo unos minutos en silencio, hasta que analizó con detenimiento cada frase del mayor.

Christopher los había visto y no cabía duda de aquello.

Una parte de él se alegró al no tener que explicar ese detalle cuando Bang decida ejercer su título de psicólogo con él. Sería todo más fácil y más llevadero. Por otro lado, quería morir. El peliplata no dudaría en usar aquella arma para molestar al pelinegro cuando se le dé la gana.

Aún así, envió su trabajo al secretario.

ㅡ Gracias, supongo. ㅡ murmuró al aire, volviendo su vista al nuevo dueño de sus pensamientos.

› Obey ꙳໋͙ HyunMin ⌕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora