V E I N T E

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La cabeza de la familia Seo se caracterizaba por ser una señora de mirada dura y una actitud demandante. Acompañada de su esposo, era capaz de lucir como una terrible pesadilla. Aunque lucía como un hielo, con su hijo se convertía en la definición de dulzura. O eso era lo que todos pensaban, hasta este instante.

Changbin mantenía la respiración entrecortada, todo su cuerpo estaba inmóvil ante esa inquebrantable mirada que su madre le estaba dando. A pesar de conocerla como la palma de su mano, y haber vivido con ella la mayor parte de su vida, nunca había recibido un deje de amargura de su parte.

Ese momento quedaría grabado en su memoria.

— L-lo siento... — dudó en hablar. No sabía si era conveniente abrir la boca más que eso. Estaba bastante seguro que una explicación más haría estallar la extensa paciencia de Moonbyul.

Sus tacones resonaban por el lugar. El sonido que hacía contra el suelo de mármol abarcaba todo, poniendo a Changbin aún más nervioso.

Sus labios se fruncieron, aquel tinte rojo en ellos se deformó, y su entrecejo se arrugó. Se dio la vuelta y encaró a su hijo que yacía inmóvil con las manos atrás.

—¡Tu padre está muriendo! — gritó — ¡Es a él a quien debes pedir perdón!

Y con esas palabras gritadas en su cara, asumió toda la culpa.

Sus pies se arrastraron por la entrada, con la mirada baja y sus manos trabajando más por costumbre que por intención. Sus ojos hinchados de tanto llorar le rogaban a gritos un buen descanso, acompañado de un dolor de cabeza que no demostraba rastros de querer desaparecer. Fueron las risas que se escuchaban desde la sala las que lo hicieron reaccionar, y con rapidez se encontró caminando a la busca de su único refugio.

No dudó en cuanto lo vio. Lo tomó por la espalda y lo abrazó como si su vida dependiera de ello. No escuchaba nada, no pudo descifrar los saludos que recibía, las risas que habían estado antes, nada. Solo era él y el abrazo a Félix.

Sintió como con ese simple abrazo todo dolor se fue. Su tristeza y su pesar desaparecieron siendo remplazados por calidez. Ese sentimiento de que, aunque todo prende de un hilo, las cosas resultarán bien.

Aquel pollito de cabello rojo era como magia para él, y el menor no tenía ni la más mínima idea de todo lo que era capaz con sólo existir.

Christopher observó con atención. Vio como Félix reía y le hablaba a su novio sin darse cuenta de aquellos ojos rojos y esa sombra oculta en ellos. Tampoco podía ver el peso en los hombros del mayor, ni ese deje de amargura cada vez que veía los ojos del niño. Todo indicaba que algo malo había sucedido, y asumió que Changbin lo había llamado por eso en particular, pero las vueltas que se dio antes de decidirse a decirle algo le indicaron que no había un solo tema, o que este era demasiado importante como para decirlo así sin mas.

Con Félix ya acostado, los dos mayores se dirigieron a la oficina del hogar, para establecer su conversación calmadamente.

Changbin no estaba nada calmado.

No estaba preparado para decir una noticia de esa magnitud, y mucho menos a su amigo. Tampoco estaba listo para hablar de su error que ahora tenía a su padre muriendo en una cama de hospital. Y mucho menos estaba listo para enfrentarse a la nueva verdad que había descubierto.

— ¿Es tan grave lo que me quieres decir? — se atrevió a preguntar el peliplata, observando como su amigo jugaba inquieto con sus dedos y miraba un punto perdido.

— Tal vez.

Esa fue la única respuesta, dicha solo para ganar fuerzas y atreverse de una vez por todas. Pero la risa burlona de Christopher no lo ayudaba, y mucho menos sus bromas ocasionales. En ese momento odió con toda su alma que Chris tomara las cosas con humor.

› Obey ꙳໋͙ HyunMin ⌕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora