V E I N T I T R E S

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La luz de la mañana se colaba a través de las persianas de la habitación, dando directamente en el rostro de Changbin. El sonido de las calles a toda marcha se hacía notar y hacía imposible que el hombre sobre la cama pueda volver a dormir. El olor a combustible entraba por la ventana que mantenían abierta, y el celular en la mesita de noche no dejaba de sonar. Aun así, el niño de cabello rojo dormía plácidamente a un lado de Changbin. Se podía ver un hilo de saliva caer por su barbilla, y sus manos tomaban fuertemente el brazo derecho de Changbin como reflejo.

Un suspiro se escapó de los gruesos labios de Changbin, cargado de lamentos y preocupaciones. Otro le siguió, como si de esa manera pudiera arreglar todo de una vez.

Sacudió su cabello rubio con frustración, y miró por la ventana. No veía nada en específico, sólo se perdió en su mundo y observó como su vida se estaba volviendo oscura muy lentamente.

Ya no sabía cuántas veces había manchado sus manos con sangre. Había perdido la cuenta de cuantos rostros con lágrimas había destruido física y emocionalmente. Aun sin tener un arma en sus manos podía sentirla, cada centímetro, e incluso juraba que podía jalar el gatillo. Mujeres, hombres, niños. No importaba, él sólo obedecía. Los que intervienen en los planes de la familia Seo debían ser eliminados, no importa cómo, no importa por qué, no importa por quién, tampoco si eres un bebé. Si estabas involucrado de algún modo, debías morir. Changbin debía obedecer si quería conseguir la información que pedía.

Sabía que esas eran las consecuencias de volver al negocio familiar. Para eso lo habían entrenado toda su vida, lo habían preparado para soportar bañarse en sangre para defender la dignidad de su familia. Pero ahora, cada vez que cerraba sus ojos podía ver el rostro de cada persona antes de asesinarla. Los recordaba detalladamente, y lo atormentaban cada noche. Sus manos ensangrentadas, bañadas de sangre ajena, ahora las aborrece. Momentos en donde ni siquiera puede tocar a su pequeño novio, por el miedo de mancharlo, de profanarlo de esa manera tan horrible, de introducirlo a un mundo que no debía.

Changbin tenía miedo.

Así que desobedeció.

— ¡Matalo de una vez, Changbin! ¡No tenemos más tiempo! — el grito de su padre se escuchó lejano. Estaba inmóvil, temblando hasta los huesos y con sus ojos bañados en lágrimas.

No podía.

El arma cargada en sus manos estaba siendo apuntada hacia ese par de hermanos que rogaban en llanto que los dejaran vivir. Arrodillados, abrazados uno a otro. El mayor reconfortaba al menor como podía, y trataba de razonar con Changbin, pero este no escuchaba nada.

Los gritos, los golpes, los disparos, el llanto; todo se escuchaba como si estuviera debajo del agua. Lo único que podía sentir era la pesada pistola que cargaba y que no podía disparar.

La habitación estaba destruida, caminaban entre escombros, y desde la puerta su padre le ordenaba qué debía hacer.

— Por favor, mátame a mí, yo soy culpable. Pero deja a mi hermano vivir. — dijo entre hipidos y llanto, abrazando a su hermano pequeño contra su pecho, y con su mirada suplicante dirigida a Changbin.

— ¡Hazlo de una vez! — volvió a gritar el padre.

Changbin desvió su mirada a su progenitor, buscando ayuda. Pero lo único que vio fue el rostro de un hombre enojado y afligido. Cuando volvió su mirada a los dos hermanos en el suelo, no pudo retener más sus lágrimas.

En el suelo estaban Minho y Félix rogando por sus vidas.

— No... — susurró con el miedo a flor de piel, con su cara empapada en lágrimas. El arma se resbaló de sus manos y cayó, mientras él retrocedía lentamente viendo como su amigo y su novio sufrían por culpa de él — ¡No puedo! ¿Qué mierda estoy haciendo?

› Obey ꙳໋͙ HyunMin ⌕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora