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Salí corriendo como si fuera lo único que sabía hacer

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Salí corriendo como si fuera lo único que sabía hacer. Corrí y corrí con las lágrimas empañando mi visión. Mi espíritu quería huir, poner la mayor cantidad de metros lejos de él.

¿Cómo se había atrevido?, ¡Porqué lo había hecho!. Estábamos bien. Demasiado bien sin esas palabras. Sin el fantasma que se ocultaba detrás de esa maldita frase.

Caí de rodillas en medio de la calle, intenté respirar. No podía, el aire parecía hacerse más denso en mis narices. Era verano y sin embargo el aire que entraba a mis pulmones era frío. Era pedazos de hielo, entrando en mí, raspando mi interior. Un interior ya roto.

Te amo, eso me había dicho. Y yo, el niño maricón había huido. Atormentado por los fantasmas que esas dos palabras significaban.

No quería recordar sus palabras, y ahí estaba. En medio de la calle, con el sol quemando mi piel, recordando su sonrisa. Esa estúpida sonrisa de dientes perfectos y disparejos. Mirándome, con sus ojos brillosos, creyendo verme en ellos, lleno de una felicidad que solo él podía darme. Una felicidad que me aterraba  y me enamoraba en partes iguales.

Me había tocado, como siempre lo hacía. Un beso en la mejilla, un abrazo de amigos, un roce tímido en nuestras manos. Me había mirado, como lo hace un hombre de verdad, como se mira a una madre, a alguien por el cual se está dispuesto a morir. Había sonreído, como nunca creí verlo.  Esos labios que me habían desvelado por las noches. Esos labios que moría por besar pero los había señalado como prohibidos. Me habían dicho las palabras que más temía escuchar.

Si todo hubiera sido distinto. Si las cosas no fueran como son, quizás yo me abría colgado en su cuello y me habría animado a decirle "yo también te amo".

Las cosas no eran como en las novelas, esto no era una puta serie de Netflix. Estaba en la vida real, marcado por las verdaderas y ordinarias realidades.

Que podía darle yo, el pobre marica, huérfano, y traumado por una vida que no logra entender.

Éramos opuestos, él era suave, pastel, terciopelo. Y yo era áspero, salvaje, agrietado.

No estábamos destinados. Él con su cuerpo de hombre viril, sin ninguna gota de violencia, de dolor encima. Y yo tan patético, con mi cuerpo débil, marcado, átomo a átomo, por el dolor y la violencia.

Que podía llegar a querer de mí, si no soy más que un cuerpo muerto. Un muerto que se resiste ir a la tumba. No podía amarme, simplemente no podía.

La cara que pondría su hermana al verme llegar a su lado tomados de la mano. La vergüenza que pasaría por el simple hecho de meterse conmigo.

La cara de Facundo, mirándome malicioso, murmurando en mi oído que no me bastó molestarlo a él con mi mariconeria, que decidí ir por el hermano de su futura esposa.

No podía hacerle eso, a él. Al chico que no vio al  tímido estúpido que todos veían. Al que se atrevió a mirarme. A entenderme. A leer mis poemas sin juzgarme.

🌈El Chico De Mis Poemas✨  (COMPLETA) (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora