Mentiras descubiertas

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Estaba acostado boca arriba en la cama pensando. Sus brazos, colocados en su nuca, le servían como una almohada adicional.

La habitación estaba obscura.

Habían tenido sexo, sin ganas de parte de él. Hacía mucho tiempo que no tenían relaciones y el ruso está noche no aceptó evasivas de parte del francés.

Surt dormía boca abajo desnudo, solo lo tapaba la sabana. Camus lo miraba pensando cuántas cosas su pareja le estaba ocultando.

Lo descubrirá, de eso estaba seguro. Iría hasta el fondo y descubría sus secretos.

Se levantó de golpe de la cama, tanteó a ciegas su bata y se dirigió sigilosamente a la oficina de Surt. Su objetivo: la laptop de este.

Se sentó en el escritorio y la prendió. Después de esperar pacientemente a que el aparato cargue, en la pantalla se encontró con el usuario de Surt así con la palabra SURT ANDREEV.

Suspiró para de algún modo tomar valor y dar el clic.

Contraseña.

Pensó por unos segundos y tecleo todas la opciones posibles hasta que dió con la contraseña.

La fecha de casamiento de ellos.

Hizo una búsqueda extremadamente minuciosa en cada carpeta y rincón de la laptop.

Nada raro, expedientes, fotos de vacaciones en familia, música, más expedientes.

Dentro de una carpeta, encontró otra titulada SL, lo extraño de esa carpeta, era la única bloqueada con contraseña. La cual no pudo descifrar.

- ¿Que tendrás ahí maldito?

Un bostezo se escapó de su boca, el reloj de la computadora marcaban las 2 am. Era mejor descansar y mañana seguir con la investigación.

Sintió unas manos traviesas viajar de sus muslos a su trasero, que cuando se encontraron con la parte más carnosa de esté, la apretaron fuerte

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Sintió unas manos traviesas viajar de sus muslos a su trasero, que cuando se encontraron con la parte más carnosa de esté, la apretaron fuerte. Eso consigo terminar de despabilarlo.

- Buenos días mí amor - habló una voz ronca por el recién despertar.

La manos de Surt seguían su labor de tocar toda la piel a su disposición. Anoche habían tenido un encuentro furtivo que hace tiempo no tenían.

Definitivamente el ruso buscaba placer matutino.

Camus estaba lejos de estar en la misma sintonía que su pareja. En su mente rondaba una sola cosa.

Descubrir en que estaba metido su esposo.

Sin obtener respuesta a sus caricias, el pelirrojo subió sobre el francés para luego repartir besos por todo su cuello y pecho.

Camus ladeó la cabeza buscando una ruta de escape.

Afortunadamente Shijima había despertado y se dirigía hacía la habitación principal haciendo ruidos en el corredor con sus pequeños pies que corrían descalzos.

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