Un adiós y un comienzo

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Se había marchado sin mirar, eso le había roto el corazón.
Pensó que por una vez, las cosas le estaban saliendo bien en su vida. Todo estaba a la perfección hasta que llegó él, sacando a relucir toda la mierda del pasado que había estado tratando de olvidar.

Lloraba con su recién nacido en sus brazos, y con esas lágrimas barría de su ser el amor que albergaba por esa persona.
Quería olvidarlo, necesitaba olvidarlo.

Esperaba que al menos Shura viniera a darle el alta al día siguiente, pero no fue así.

Otro ginecólogo, se presentó aquella mañana.

Guardaba lentamente sus cosas dentro del bolso.
Los regalos que el español y Aioros le habían dado al pequeño Mime.

Sabía que lo odiaba, y no lo culpaba. Solo deseaba que las cosas jamás hubieran terminado de esa manera y que Shura y todos , pudieran conocer su verdadera esencia, esa que había estado trabajando todo esos meses..

Suspirando, tomó a su bebé en brazos y salió de la habitación en busca de un taxi.

No le sorprendió que la cuenta del hospital ya estuviera paga, al fin y al cabo, Shura tenía un gran corazón.

- Joven Stromberg - llamó un hombre de traje y lente de sol, Afrodita volteó hacia él - acompáñeme, El señor Maldonado me ordenó que lo llevé a su departamento, tengo sus cosas en el auto.

Volvió a suspirar, era claro que Shura lo deseaba fuera de su vida cuánto antes.

- Si, por supuesto.

El chófer de la familia Maldonado tomó los bolsos del sueco y lo guio hasta el lugar donde el auto estaba estacionado.

Se acomodó en la parte trasera, arrullo a Mime y con los ojos aún llorosos, observó hacía el hospital, contemplando cómo este iba desapareciendo a medida que el vehículo se alejaba de allí.

Se acomodó en la parte trasera, arrullo a Mime y con los ojos aún llorosos, observó hacía el hospital, contemplando cómo este iba desapareciendo a medida que el vehículo se alejaba de allí

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Sentía tanta felicidad dentro de su ser que pensó que explotaría, lo veía y no lo creía.

Ahí estaba su bello escorpión, pálido, ojeroso con el rostro contraído por el dolor y con una cicatriz que le atravesaba el torso en dos y aún así era el tipo más sexy que había visto en la tierra.

Sus ojitos amatistas lo miraban con ternura y anhelo. Sabía que había estado muerto por unos segundos, Camus se lo había dicho en la ronda matutina, sabía que el francés que tenía frente a él no lo había abandonado en ningún momento y había derramando incontables lágrimas todo ese tiempo. Lo amaba, lo podía sentir en su joven y renovado corazón que latía saludable y fuerte.

No tenia, aún, conocimiento de la procedencia de ese órgano. De igual manera se sentía agradecido con esa persona y con su cuñado.

Ambos se sonrieron apenas se vieron, se habían extrañado y necesitado, sobretodo Degel.

Gracias a ti #pgp2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora