No puedo amarte en la oscuridad

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Era la segunda vez que bufaba en menos de un minuto.

Hace tres días que estaba de guardia y el agotamiento que su cuerpo estaba sufriendo lo ponía de mal humor.

Como todo lo que sucedía en su vida.

Milo se había ido, como cada fin de semana, al viñedo con los cuatro niños. No lo había visto desde el jueves y extrañaba a sus hijos.

Tomó su celular y llamo a ese número que nunca tuvo el valor de borrar, es número de teléfono al cual al menos un par de días a la semana llamaba con la esperanza que él atendiera.

Nunca lo hizo.

Bebió su café extra cargado, era lo que necesitaba en ese momento, algo fuerte. Un whisky hubiera sido mejor.

Miró la hora, aún tenía una hora antes de volver a la ronda.

Aprovecharía a descansar un poco sobre el sillón del consultorio.

Acostado allí, cerró sus ojos y no puedo dormir.

Seguía pensando en lo que pudiera haber sido.

El primer año y medio de su matrimonio había sido maravilloso

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El primer año y medio de su matrimonio había sido maravilloso.

La llegada de Hyoga a sus vidas fue una total bendición.

El acuariano mantenía su tiempo ocupado en sus hijos y el trabajo.

Un año lleno de felicidad y amor, de momentos únicos con su esposo.

El negocio en el viñedo estaba en alza y él cada vez tenía más pacientes.

Muchos planes a futuro pasaban por la mentes de ambos, sobre todo el tener más hijos.

Camus había encontrado esa paz y compañerismo en un matrimonio que siempre había querido.

Milo era el marido perfecto, divertido, compañero, un excelente amante y sobre todo un grandioso padre.

El griego criaba a Shijima como si fuera suyo y él hizo lo mismo con Shun.

Una familia ensamblada que la convivencia funcionaba perfectamente.

Dios cuánto amaba a ese hombre, con tanta intensidad que su cuerpo explotaría.

Pero esa intensidad se fue apagando con el paso de los años. Y el desgaste comenzó cuando cursaban su segundo año de casados.

 Y el desgaste comenzó cuando cursaban su segundo año de casados

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