II.- Misión

351 45 0
                                    

Antes de que comenzara el atardecer, las calles de Fugel se atestaron de cientos de viajeros, todos caminando o andando en caballo hacia una misma dirección, Puerto Tenet. El camino hacia el pequeño puerto simplemente era intransitable si se buscaba andar en sentido contrario; todo tipo de exploradores, viajeros y cazarrecompensas llenaron el camino con suma determinación, estando entre ellos Steve y Charlie.

―Al parecer se propagó el rumor y todos buscan llegar a la Capital a cualquier costo ―comentó Steve, algo desesperado por el lento avance de la masa de viajeros.

―Así parece, y eso por sólo contar a los viajeros de esta región. Sólo Notch sabe cuántos voluntarios en todo el reino buscan llegan a la Capital con el mismo propósito. Debemos darnos prisa.

Charlie estaba en lo cierto. La jugosa promesa de un excelente pago por parte del reino atrajo a todo tipo de interesados, desde exploradores veteranos como los eran Steve y Alex, hasta campesinos que nunca en su vida habían salido de su provincia, pero querían probar suerte con esta tarea.

La marcha fue agotadora, sin embargo, para cuando la luna y las estrellas se posaron sobre su cabeza, por fin habían llegado a Puerto Tenet. Se trataba de un pequeño puerto que lucía aún más minúsculo ante la ingente cantidad de personas que lo abarrotaron. Un barco había zarpado y otro estaba recibiendo pasajeros. Steve y Charlie lograron colarse hasta delante, junto la persona encargada de vender los lugares dentro del barco.

―Son 30 esmeraldas por persona.

― ¡¿30?! ¿Está loco? ¡Un viaje con ese precio nos llevaría a las Far Lands! ―exclamó Charlie indignado.

― ¡Si no quieren pagar el precio aguarden hasta mañana a mediodía cuando haya barcos disponibles! ―respondió el hombre, malhumorado, y atendió a otras personas.

―No tenemos opción, Charlie. Perder medio día en la espera de un nuevo barco nos costará la contratación. Pagaremos los lugares.

―Maldición, allá va la mitad de nuestro último pago ―masculló resignado.

A Steve le consolaba un poco pagar un precio tan elevado, ya que precisamente eso fungió como un primer filtro en el que más de la mitad de las personas que componían la gran marcha de viajeros quedó descartada, pues sencillamente no contaban con dinero para pagar el viaje.

Dentro de la nave, Steve y Charlie se establecieron cerca de la popa, sobre cubierta. A pocos metros de distancia estaba Alex, aunque sólo se ignoraron. El barco de vela zarpó del puerto y dejó atrás a incontables desilusionados que no tuvieron alternativa más que regresar a Fugel. En la cubierta observaban a una gran cantidad de personas, tan diferentes entre sí que era bastante curioso, desde el cazarrecompensas con pinta para nada amigable, hasta el cuarteto de adolescentes inexpertos que bromeaban entre sí y tomaban todo esto como un juego.

Cruzar el mar le tomaría al barco hasta el amanecer, por lo que muchos se dispusieron a dormir lo más posible antes de emprender un viaje que duraría un par de días antes de llegar a la Capital. Charlie se recostó y cayó en sueño, en cambio, Steve optó levantarse y mirar al oscuro océano desde la cubierta. Todo era oscuridad, apenas las estrellas y la luna se reflejaban en el agua, pero cuando se alzaba la vista al horizonte, se tenía la sensación de estar dentro de una burbuja en medio de la nada total.

Steve se percató de que Alex también estaba despierta, y también miraba el océano. Tras largos momentos de no ver absolutamente nada, se divisó un nido de luz que yacía del fondo oceánico. Cuanto más se avanzaba el barco, más clara se hacía la luz y su procedencia. Se trataba de un templo marino y otros edificios bajo el agua, iluminando todo a su alrededor, permitiendo ver la belleza de los corales y peces tropicales. Steve ya sabía de la existencia de estas estructuras, pero a juzgar por la cara de tremenda impresión de Alex, ella lo ignoraba.

―Es hermoso, ¿no crees? ―dijo en voz alta, queriendo entablar diálogo con Alex―. Gracias a la alquimia se han creado pociones y artefactos fantásticos que permiten a los humanos respirar bajo el agua y así construir maravillas como esas.

―Así lo veo ―respondió, frívola―. Lo que no comprendo es por qué existen los templos marinos, son enormes.

―Son instalaciones militares del reino. Si te fijas bien, podrás ver a personas custodiando el lugar, portando armaduras de hierro encantado y tridentes. Además, oí que están trabajando para crear una criatura a partir de magia y alquimia que se encargue de proteger estos lugares, como si fueran guardianes.

― ¿Para qué? ¿Qué tienen de especial los templos?

―Los templos marinos son una base militar que se encarga de brindar seguridad a las embarcaciones como en la que estamos ―intervino un tripulante, ya senil―. Hay muchos piratas por el lugar, así que las tropas reales vigilan. Además, se rumora que, al ser un lugar de muy complicado acceso y muy bien protegido, el rey guarda riquezas dentro de los templos.

Luego de que el viejo se retirara, Steve se animó a preguntar a Alex.

― ¿Cómo planeas llegar a la Capital? Es un viaje de varios días y tendremos que atravesar un gran desierto.

―De la misma manera que seguramente tú lo piensas, iré a caballo.

― ¿Y qué pasó con Lu? ¿No te acompañará en esta aventura?

―Tuve que dejarlo en Fugel, una conocida lo cuidará hasta que yo regrese. No puedo costear un viaje tan largo acompañada de mi perro.

El ruido de las olas quebrándose al chocar con el casco de madera del barco era lo único que rompía el silencio. Los dos exploradores seguían mirando al horizonte, taciturnos.

― ¿Sigues molesta conmigo? ¿Después de tanto tiem...?

― ¡Por supuesto que sí! ―atajó con rabia―. Y me molesta incluso más que pienses lo contrario. No porque ya pasaron algunos años desde aquello significa que lo he olvidado, Steve.

Más olas.

―Aunque reconozco que me he vuelto más tolerante hacia ti. Al principio en serio quería evitarte por todo medio posible, no podía siquiera verte a lo lejos porque mi corazón se inundaba en inmunda cólera.

―Ya veo ―dijo, con voz apagada―. Supongo que, a estas alturas, las palabras salen sobrando ―finalizó, mientras ambos observaban a un grupo de delfines y ajolotes nadando y jugando junto al barco, haciendo chillidos que despertaron a la mitad de los viajeros.

Minecraft. El Origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora