III.- Presagio.

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El barco encalló en el puerto. Somnolientos, los pasajeros descendieron rápidamente para continuar su camino hacia la Capital. Steve y Charlie anduvieron un rato en el pequeño pueblo portuario para comprar provisiones y otros bienes.

― ¡Mira, Steve! ―señaló emocionado hacia un establo― Compremos un par de caballos, los necesitaremos para apresurar nuestro ritmo.

El propietario, un viejo algo quisquilloso, atendía a un grupo de personas que demandaban caballos para llegar a la Capital, sin embargo, sus precios eran demasiado altos.

― ¡Ya les dije que serán 50 esmeraldas por caballo, ni una menos! ―exclamó molesto ante el intento de los viajeros por regatear.

― ¡Es un estafador! ¡No puede vendernos caballos por semejante cantidad! ―clamó Alex, notablemente desesperada.

Steve hizo cálculos y se percató de que el dinero que poseían sólo les alcanzaría para comprar un caballo, y era menester tener dos, pues entre equipaje y dos cuerpos masculinos, el caballo no andaría rápido. No obstante, siguió observando a Alex, le llamaba mucho la atención que estuviera más testaruda de lo normal, por lo que figuró que posiblemente ella no podía comprar un caballo al precio de 50 esmeraldas. Se acercó hacia ella.

―Última vez que lo hago ―dijo Steve, sujetando el brazo de Alex para sacarla del barullo del establo―. Tú necesitas un caballo, y nosotros dos. Si juntamos nuestro dinero...

― ¡Ni lo pienses! ―exclamó, dándose media vuelta, agitando su rizos anaranjados―. ¡Prefiero ir de rodillas a la Capital a tener que compartir un caballo contigo!

―Por favor, sé racional ―dijo, apacible―. Si los dos queremos ganar ese contrato, tenemos que llegar cuanto antes. Te prometo que no charlaremos ni mucho menos, pero necesito ese segundo caballo.

Alex no respondió, seguía dándole la espalda a Steve, y justo cuando iba a adentrarse de nueva cuenta al establo, escuchó:

― ¿Puedes dejar de pensar en Louis por un momento?

Alex se detuvo, impávida.

―Sé que fue mi culpa lo que le pasó, y que me odias desde entonces, pero, por favor, Alex, esto no puede seguir ―decía, con la voz un poco quebrada―. No te pido que me des tu perdón, sólo que, por esta vez, olvides el merecido odio que tienes hacia mí y podamos trabajar para lograr un objetivo en común ―pausó, no obtuvo respuesta―. ¿Recuerdas que Louis vivía en la Capital? ¿Qué ahí lo conocimos hace unos años? ¿No te gustaría acaso que él nos viera llegar a su hogar juntos?

―Para ―interrumpió filosamente―. No tienes que chantajearme, apelar a algo tan bajo como la tristeza para que comprenda tu punto ―se giró―. Lo haré. Trabajemos juntos sólo por esta vez, considerando que no hay otras opciones. Sólo no lo tomes como una reconciliación.

Tal y como Steve quiso, compraron dos caballos juntando el dinero de ambos. Steve iba montado sobre uno blanco con algunas manchas cafés y traía consigo el equipaje de él, Charlie y Alex. En el otro caballo, uno de color carbón, iban montados Charlie y Alex. El pequeño amigo se extrañó que repentinamente Alex se incorporará al grupo, pero prefirió no cuestionar nada hasta estar a solas con Steve.

Se introdujeron a una pequeña caravana de viajeros y comerciantes con dirección a la Capital, esto con el propósito de viajar más seguros. No tardaron en salir del puerto y adentrarse a los inmensos espacios de la pradera, de la que sólo había un camino mal cuidado que llevaba a la Capital. El viaje fue en un comienzo algo incómodo, ya que no hablaban en absoluto, sólo tenían la mirada enfrente, andando sobre los caballos.

―Hey amigo, ¿tienes un cuenco que me puedas vender? ―Steve se sorprendió al ver a un hombrecillo muy joven montado en un burro, tenía rostro de tonto si se es sincero.

Minecraft. El Origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora