VII.- Culto

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El resto del viaje transcurrió sin mayor problema y en pocos días los exploradores ya habían arribado al final del camino, a una última fortaleza dentro del Nether. Para este punto, prácticamente no había guardias ni portales, así que tuvieron que crear uno para aparecer en el Overworld.

―Si salimos todos, ¿no será un peligro dejar el portal activo en el Nether sin ninguna supervisión? ―preguntó Charlie.

―Sí y no ―respondió Heros―. Las criaturas de esta dimensión pueden pasar al Overworld, pero no representan una amenaza. Por ejemplo, si los piglin llegaran a cruzar, morirían al poco tiempo en nuestro mundo, transmutarían en piglin zombificados.

― ¿Eso no el puede pasar a los humanos si cruzamos al End? ―se apresuró a preguntar Steve.

―No lo sabemos, pero es un peligro del cual estamos conscientes ―dijo Kendo, terminando la conversación.

Cruzar el portal fue la misma experiencia que cuando lo hicieron en la Capital. Aparecieron en un desierto, en medio de la nada absoluta. Aun así, sintieron un gran respiro, al menos el viento seco de la arena era más fresco que el horno dimensional del Nether. Colocaron una gran casa de acampar, y dentro de ella, todos opinaban acerca de hacia dónde había que ir.

―Es poco probable que el portal esté bajo este desierto, ya que las triangulaciones mágicas apuntan más al norte aún ―decía Kendo, leyendo unos papeles.

Los exploradores poco podían discutir, ellos no comprendían los cálculos que los alquimistas del reino hicieron para determinar la posición del portal, así que sólo les quedó aceptar que había que seguir hacia el norte y tratar de hallar algo que desconocían con su mera intuición y experiencia.

Asustaba un poco viajar a la deriva en el desierto, sin embargo, eso era algo a lo que la mayor parte de los exploradores ya estaban acostumbrados. Sólo había que tener muy presente la posición del sol, y no desviarse de la ruta.

El caminar en silencio sobre la suave arena se prestó perfectamente para que Steve se perdiera en sus deliberaciones. El presentimiento de una mala corazonada se incrementaba con cada paso que daba, cada vez que recordaba las palabras de Kendo, y cada vez que recordaba esos rostros insufribles. Los puntos, pese a no poder verlos, Steve sabía que comenzaban a conectarse, que el encontrar el portal del End representaba un preludio para algo mucho más grande. ¿Pero qué podría ser? Al final del día, él era un ignorante en estos temas, sus sentimientos se fundaban sobre pensamientos subyacidos de la ignorancia. Evidentemente, no era correcto dejarse llevar por la paranoia.

Escuchó a uno de los caballeros gritar y señalando algo en el horizonte, mirando a través de su catalejo. La expedición se dirigió a aquello que había visto el caballero, y conforme se acercaban, la imagen de una pirámide se hacía cada vez más traslúcida.

― ¡No puedo creerlo! ―clamó el señor Heros― ¡Esos malditos alquimistas irregulares tienen centros de enseñanza incluso en los límites de Xenolia!

Cuando llegaron, el grupo tuvo un mal augurio al notar que en el suelo habían muchas cosas arrojadas aleatoriamente: armaduras, equipaje, armas y hasta frascos de pociones rotas. Heros entró a la pirámide junto a sus hombres, y le pidió a Steve y a Charlie que los acompañaran. Cautos, se adentraron a paso sosegado y con armas en mano. El sitio era algo amplio, pero muy oscuro, lo que les hacía patear o tropezarse con más objetos abandonados.

―Por lo que veo, pienso que este equipamiento le pertenecía a uno de los primeros grupos de exploración enviados por la ministra Krani ―decía Heros, revisando una serie de papeles en le suelo―.

Antes de que alguno otro pudiera comentar su opinión, un gritó de terror abrumó sus tímpanos. Corrieron hacia Charlie para saber qué fue lo que le hizo gritar de ese modo, sin embargo, quedaron petrificados antes de llegar a él: una docena de cuerpos inmóviles, mal apilados y con heridas profundas en sus torsos y cabezas. Steve acompañó a Charlie hacia la salida, no obstante, vio algo en el suelo que le llamó la atención por el contraste que hacía: un trozo de arenisca naranja junto a herramientas como cinceles. Tomó el trozo de arenisca y salió.

No se habló mucho al respecto. El líder de escuadra Heros cotejó lo que sospechaban: los muertos formaban parte de un grupo de expedición que tenía el mismo propósito que ellos, buscar el portal al End.

―Fueron asesinados a sangre fría ―decía, mientras todos estaban reunidos en torno a una fogata para refugiarse del frío de la noche―. Analizando el lugar, deduzco que hallaron la pirámide y sintieron curiosidad por explorarla, y ya dentro, les arrojaron pociones de daño y veneno. En medio de la confusión y debilidad, les atraparon y acuchillaron. No hay duda de que esto tiene que ver con el maldito de Tenebris.

― ¿Acuchillados dices? ―cuestionó Kendo, recibiendo una respuesta afirmativa―. Temo que no fueron asesinados por sorpresa, pues según describes lo que viste, es muy probable que ese grupo de alquimistas hallan sacrificado la vida de esos exploradores.

― ¿Sacrificar? ¿A qué te refieres? ¿Por qué harían algo así? ―preguntó Alex, bastante alterada.

―La alquimia funciona gracias a las almas de este mundo, sin embargo, si uno desea sacarle mayor provecho a la energía de un alma, es posible realizar rituales en los que se extrae esa energía de los vivos y se plasma en lo que desea el alquimista ―respondió Kendo, pero como nadie entendía de lo que hablaba, permanecieron en silencio.

―Kendo, hallé esto ahí adentro ―Steve le entregó la piedra anaranjada―. Estoy seguro de que no pertenecía al grupo de exploración porque estaba siendo cincelado dentro de la pirámide. Seguramente pertenece a esos alquimistas clandestinos.

El cartógrafo e investigador tomó el trozo de arenisca, y comenzó a examinarlo con mucho detalle. A Kendo le parecía sospechosa la figura que se estaba plasmando en ella, una figura parecida a un monstruo de tres cabezas apenas unido por un cuerpo tremendamente escuálido.

―Desconozco lo que signifique. Quizá sea el símbolo de esa organización.

Cada uno se volvió a su cama e intentaron dormir. Steve veía con sus ojos cansados las estrellas, el oscuro cielo. Sentía mucho malestar, comenzaba a presentir con mayor fuerza que la situación estaba yendo por mal camino. Estaba casi seguro de que se enfrentaban a algo que desconocían totalmente, algo que le haría ver aquellas almas sufriendo que observó en ese libro oculto. ¿Debía de retirarse de la misión? No podía, tenía un compromiso con el mismísimo reino de Xenolia, y con su amigo Charlie, a quien le entusiasmaba mucho esta aventura. Además el retirarse tampoco cambiaría algo, tarde o temprano otros exploradores hallarían el portal. Sólo le quedó tener esperanza en que este asunto acabara pronto. 

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