IV.- Masacre

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Pasaron tres días desde que el grupo de explorados emprendió su viaje hacia la Capital. Hasta ese momento todo transcurrió de manera normal y satisfactoria. La caravana se hallaba cruzando un desierto, lo cual hacía más complicado el viaje, pues era relativamente fácil perderse ante la falta de un camino claro.

El calor era insoportable. Todos improvisaron sombreros para tratar de refugiarse de los rallos del sol. Los caballos estaban notablemente agobiados, pero no podían detenerse, tenían que cruzar ese desierto para llegar a la Capital.

Steve se hizo amigo de Ramsey, el hombrecillo de cara de tonto. Le agradaba porque hacía su viaje algo más ameno debido a que le solía contar todo tipo de historias y rumores que supiera. Por ejemplo, le comentó la curiosidad de que los pozos de agua en el desierto son construidos de manera muy arbitraria porque es muy fácil perderse, así que toparse con uno de estos pozos cuando uno no sabe a dónde ir puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.

―Oye Ramsey ―dijo Charlie, quien también ya lo trataba con simpatía―. ¿Sabes por qué a veces es posible hallar cosas como esa? ―señaló una estructura piramidal en el horizonte.

―He escuchado que se tratan de escuelas, o lugares de enseñanza ―respondió, sobándose su barbilla.

― ¿Enseñanza? ¿Qué demonios se puede enseñar en medio de la nada? ―preguntó Alex, algo engreída.

―He escuchado que son escuelas de alquimia y magia ―dijo, algo dudoso―. Como sabrán, los conocimientos sobre estas disciplinas son cada vez más accesibles, así que a muchos les interesa aprenderlas a todo costo. Es por esa razón que es común ver sitios como este, lugares donde se juntan aquellos alquimistas no oficiales para estudiar y perfeccionar sus habilidades. Sé también que buscan asentarse en lugares asilados, como en desiertos o en las junglas, donde nadie los pueda molestar.

Fue ahí que Charlie y Steve comprendieron por qué había un edificio en medio de la nada en la jungla en su última expedición.

―Lo que me parece sumamente curioso es que son personas bastante extrañas, de verdad, muy asiladas. Difícilmente se trata con un alquimista de ese tipo ―decía Ramsey, meditando―. También me intriga que todos los templos tengan forma similar, así como número de participantes... es como si hubiera algo mayor que les indica cómo deben de construir esos lugares de estudio.

― ¿Y tú sabes alquimia, Ramsey? ―interrogó Charlie, bastante interesado en lo que decía su compañero.

―No, nada ―dijo, tajante―. No es algo en lo que esté interesado, pues yo soy sólo un simple escribano y mensajero. Por esa razón voy a la Capital como ustedes, para llevar un mensaje a una persona de esa ciudad.

―Ya veo. Por ese motivo es que te enteras de tantísimas cosas ―dijo Steve, sonriendo, y recibiendo una sonrisa igual de recíproca de Ramsey.

Pasó un día y una noche para que pudieran salir del desierto. El clima pasó de ser terriblemente asolador a uno más benigno, gracias a que regresaron al bioma de la pradera. Volvieron a ver el camino sobre el suelo, y siguieron andando.

Alex montaba el caballo mientras que Charlie dormía en la parte de atrás, recargado en su espalda.

―Me sorprende que hayas hecho equipo con un niño como este ―dijo, sonriendo un poco por la gracia que le causaba ver a Charlie con la baba escurriendo de su boca.

―No soy tan viejo como para que él lo consideres un niño y a mí no ―respondió, riendo un poco―. No lo quise aceptar, pero fue demasiado pertinente. En serio dudaba hacerlo, ya sabes, en especial por porque lo de Louis no llevaba tanto tiempo ―calló unos segundos―. Al final accedí, después de todo, Charlie es muy buen explorador y excelente arquero, así que puede cuidarse por su cuenta.

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