XIV.- Fulminación

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Un grupo de pueblerinos habían rodeado un portal que apareció cerca de la plaza central de la comuna. Un par de guardias, ignorantes de lo que ocurría, establecieron un cerco para evitar que los curiosos se lastimaran con las rocas calientes que emergieron junto al portal. De pronto la luz morada del portal comenzó a vibrar, y de ella salieron humanos de aspecto verdoso y putrefacto, y sin vacilar un solo momento, atacaron a los pueblerinos. Los guardias, con espadas de piedra en mano, lograron liquidar a unos cuantos de ellos, pero fueron asesinados por la espalda cuando esqueletos con arcos les dispararon con sus flechas. Del portal no dejaban de salir no vivos de todo tipo, en pocos minutos, el lugar ardió en llamas y los pobladores transmutaron en criaturas no vivas.

Lo mismo pasó para todo pueblo que no recibió el aviso de evacuación a tiempo. El ejército de Tenebris arrasaba con todo a su paso, y no dejaba de aparecer sobre el Overworld. Zombis, esqueletos arqueros, piglin zombificados y esqueletos wither conformaban las tropas de aniquilación, y a paso de plomo, marchaban contra todo asentamiento humano.

Las ciudades amuralladas defendieron exitosamente las primeras oleadas de enemigos, pero los ejércitos humanos se mermaban más y más contra un enemigo que reponía con diez cabezas la pérdida de una.

En la ciudad Capital, miles de arqueros, situados desde la cima de las murallas, disparaban lluvias de flechas que no daban tregua al enemigo. Para aquellos no vivos que sobrevivían a ese primer ataque, les esperaba un enfrentamiento cuerpo a cuerpo contra los gólems de hierro, los cuales de un solo golpe pulverizaban a media docena de enemigos. En la retaguardia se hallaban soldados equipados con cañones de TNT y torretas automáticas de flechas, así como poderosas armas encantadas.

El par de amigos y Krani llegaron a la oficina del ministro de guerra, quien no dejaba de dar órdenes a diestra y siniestra a sus generales.

―La Capital está resistiendo exitosamente, el enemigo no es capaz de traspasar la línea de gólems ―le informó uno de los soldados.

―Sin embargo, señor, hemos perdido comunicación con las ciudades amuralladas de Parcila, Nelistán y Golecia.

―Además, considerando que en promedio Tenebris invocó un portal del Nether por cada diez kilómetros cuadrados, suponemos que al menos el 90% del reino es pérdida total ―todos sintieron una profunda impotencia.

Antes de que si quiera Krani pudiera alzar la voz para hacer notar su presencia, se escuchó un estruendo que reventó todos los cristales de la habitación. Algunos oficiales trataron de asomarse por las ventanas rotas para ver qué había ocurrido, pero fue inútil.

― ¡¿Cómo están las fuerzas de defensa?! ―preguntó el ministro de guerra.

― ¡Señor, tiene que ver esto! ―entró un oficial a la sala.

La pequeña comitiva salió y se encaminó al techo del edificio en el que estaban. Steve, Charlie y Krani les seguían el paso, desapercibidos. Desde la cima se observaban muchas columnas de humo que provenían de las afueras de la Capital, y mirando hacia el océano, una inmensa flota de naves aproximándose.

― ¡Por allá! ―un oficial le prestó su catalejo al ministro.

Steve observaba algo muy a lo lejos, de color negro. Se acercaba más y más, y así era posible ver que aquella cosa negra desprendía un aurea oscura. El ministro ordenó a los arqueros disponibles apuntar contra esa cosa y evitar que llegara a la ciudad.

― ¡Señor ministro, le pido que me escuche! ―gritó Krani desesperada, tomando al hombre por la manga de su camisa.

― ¡¿Qué es lo que quiere?! ¡¿Ya sabe acaso cómo acabar con ellos?!

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