XXIII.- Destino

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No había mucho que pudiese hacerse mientras se corría sin cesar, jadeando y sudando, sofocándose con la propia respiración. Los rumores sobre que los altos mandos no estaban envenenados porque nunca comieron frutos del End se esparcieron cual fuego en un campo de trigo; los refugiados, afligidos entre manchas negras que se hacían más grandes y un terrible dolor en sus extremidades, se dispusieron a dar caza a todo líder importante. Steve, Alex, Krani y un puñado de militares corrían despavoridos, huyendo de una gran turba armada con azadones, palos, palas y hachas.

― ¡Rápido, pónganselas! ―ordenó uno de los militares, en tanto que el resto intentaba ponerse unas alas de élitros sin parar de huir.

Uno de los militares dejó caer accidentalmente sus alas, y sin pensarlo demasiado, intentó arrebatarle su par al compañero más cercano. Entre el forcejeo e insultos, ambos cayeron al suelo, siendo apaleados por los refugiados a los pocos segundos. Otro militar perdió el paso, ya no podía soportar el ritmo de huida del resto, y así, se dejó caer de rodillas al mismo tiempo que daba su máximo esfuerzo para poder respirar con enormes bocanadas; fue abatido con un pico bien clavado en su cabeza.

El resto logró equiparse las alas, y sin dudarlo un segundo, saltaron al vacío. Steve y Alex tenían experiencia en el uso de los élitros, después de todo habían sido voluntarios para hacer pruebas de ese nuevo equipo, lo mismo para Krani. Sin embargo, uno de los militares carecía experiencia en su uso, así que no logró desplegar las alas y cayó al oscuro y frío vacío del End. Otro más sí logró accionar sus alas, pero fue alcanzado por un hacha arrojada por los refugiados, le golpeó la cabeza y simplemente cayó. Steve, Alex y Krani eran los únicos que quedaban, dejando atrás toda esa escena de terror, sintiéndose un poco más tranquilos por haberse salvado.

Volar por el End era maravilloso, aunque no hubiera mucho que ver, realmente el gran vacío permitía volar sin ningún problema por los aires, cruzando islas e islas sin ningún problema. Pero al final tuvieron que aterrizar, era seguro hacerlo porque dejaron muy atrás toda presencia humana.

Ya en el suelo, el trio se percató de que el verdadero horror había comenzado. No tenían nada, salvo un par de utensilios y la caja de Krani que contenía las manzanas azules. Sin nada que comer, donde dormir ni qué hacer, sólo prolongaron más su inevitable destino.

― ¿Al final qué cree que pase con la gente? ―preguntó Alex a Krani, tumbada en el suelo.

―Tengo una vaga hipótesis ―contestó, entristecida―. La fruta del End altera la estructura orgánica de quienes la consumen, y al parecer el efecto es el mismo con todos los humanos: ennegrecimiento de la piel, alargamiento de extremidades, pérdida de cabello y vellosidad, y un coloramiento púrpura en las pupilas. Esos son los síntomas que alcancé a registrar antes de que los refugiados trataran de matarnos, e intuyo que sólo es el principio. Conforme sigan comiendo de la fruta, más severa será su condición. No quiero ni imaginar en qué cosa se transformarán.

― ¿La gente seguirá comiendo de la fruta a pesar de eso? ―volvió a preguntar Alex.

―Por supuesto que sí ―intervino Steve―. Nadie soporta el hambre, será mejor comerla a morir de esa horrible forma. Además, la mutación es indolora por lo que alcanzamos a ver, así que no están sufriendo físicamente. Habrá quienes prefieran convertirse en lo que sea que se conviertan en lugar de morir.

―Y... ¿y qué será de nosotros? ¿También comeremos de esa fruta para no morir de hambre? ―una vez más preguntó Alex, señalando con su mirada uno de esos árboles morados.

―Hay algo que quiero hacer antes de que nos debemos por vencidos ―se puso de pie Krani, y con sus propias manos, derribó el árbol.

La ministra, si es que se le podía seguir llamando así, comenzó a hacer cosas raras con las frutas y las ramas de dicho árbol. Usaba el polvo de la piedra amarilla, soplaba, mezclaba, dibuja extraños símbolos en el suelo y recitaba palabras incomprensibles para Steve y Alex. Estaba haciendo alquimia, a estas malditas alturas del asunto seguía haciendo alquimia la segunda responsable de todo el apocalipsis humano.

Minecraft. El Origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora