XI.- Encuentro

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Los piglin les quitaron sus pertenencias y los obligaron a caminar. Dejaron atrás la fortaleza y volvieron a montar striders para cruzar un océano de lava. Charlie se veía muy asustado, no comprendía qué ocurría ni mucho menos qué sería de ellos. Heros no paraba de blasfemar a los encapuchados, pero estos ni se inmutaban y seguían andado. Steve notaba que los que tenían túnica tenían un cinturón de cuerda que brillaba un poco, como si estuviera encantado; tal vez habían usado magia para lograr controlar a los piglin por conveniencia propia.

Cruzaron el océano de lava y llegaron a un ecosistema prácticamente desconocido por Charlie y Steve: un valle de almas. Ese bioma era muy pobre en recursos, así que nunca había interés en explorarlo. Una niebla azul no les permitía ver más allá de unas decenas de bloques, todo era absolutamente negro y el sitio parecía más muerto que el resto del Nether. Avanzaron hasta que notaron el sitio a donde los querían llevar, un bastión hecho de piedra negra. La situación se hacía mucho más lúgubre al ver que los hombres cerdos zombis no eran los únicos monstruos, sino también esqueletos negros armados con espadas de piedra. Nunca habían visto este tipo de magia, creían que nadie era capaz de usar la magia del mundo para darle vida a los muertos.

Dentro del bastión vieron que había personas, animales, piglin vivos y testificantes. Al parecer todos habían sido secuestrados y encerrados en este sitio. Fueron internados en una celda que, para su suerte, en ella estaban varios conocidos, desde el guardia que vieron cómo era raptado hasta el escuadrón de Heros.

― ¡Steve! ¡Charlie! ―oyeron una voz al fondo de la celda, era Kendo.

― ¿Qué haces aquí? ―preguntó Heros, extrañado―. Se suponía que tenías que estar en una fortaleza del End para presenciar la apertura del portal en persona. Hace dos días saliste de la Capital con ese propósito, ¿o me equivoco?

―No estás en un error, Heros ―decía, adolorido. Su pierna tenía una herida tratada con vendas y tenía golpes en la cara―. Me raptaron a mitad de camino mientras andaba en un pasillo de una fortaleza. Los hombres que me escoltaban fueron asesinados en el mismo lugar, pero tal vez arrojaron sus cuerpos a la lava para no dejar rastros del ataque.

― ¡Kendo, por favor explícanos qué está pasando! ¡Vimos a esqueletos negros de más de dos bloques de altura! ¿Cómo es eso posible? ¿Y por qué responde a órdenes de otros humanos? ―preguntó Charlie, muy abrumado.

―Son no vivos ―dijo, en voz queda―. Los no vivos son seres muertos traídos a la vida por medio de magia. Es un tipo de magia muy poco estudiada.

― ¿De qué hablas? La practicamos todo el tiempo cuando invocamos a los gólems de hierro o nieve ―dijo Heros.

―No es lo mismo ―pausó, tratándose de poner en pie―. Los gólems son objetos inanimados que cobran vida a través de las almas infundidas por magia. Un no vivo es algo que debe estar muerto, pero que fue reanimado. Es como si las almas en sí mismas cobraran vida, muy diferente a ser el "combustible" de las invocaciones de los gólems.

― ¡¿Y por qué estamos aquí?! ―preguntó frenético Charlie.

―No estoy seguro, pero tal vez nos quieran sacrificar para hacer más no vivos ―todos en la celda miraron con sumo terror a Kendo―. La magia permite que el alma de un vivo sea repartida a varios no vivos, por eso su aspecto putrefacto e inconsciente, la magia no les puede dar una vida en su totalidad, pero sí la suficiente para que puedan moverse y seguir órdenes.

Antes de que continuaran haciendo más preguntas a Kendo, esqueletos negros entraron a la celda y obligaron a que todos salieran. Uno de los soldados secuestrados se resistió, clamaba que él no quería ser usado para crear a semejantes monstruos. El esqueleto se le acercó, y justo cuando todos pensaron que le cortaría la cabeza con su espada, sólo le dio un toque en la cara con su huesuda mano. El tipo comenzó a sentir un profundo malestar, tosió sangre y se tiró al piso, convulsionó y su voz se perdió en un hilo de auxilio, hasta que dejó de moverse.

―No puedo creerlo ―escuchó Steve susurrar a Kendo―. Es el mal del wither... eso es obra de...

No terminó de oír. El bastión se hizo un rio de personas que eran guiadas hacia afuera. Los llevaban a una especie de estructura circular formada con huesos enormes. En el medio había una persona muy alta, de casi tres bloques de altura. El grupo veía en silencio y perturbados cómo aquel tipo hizo que colocaran a cinco testificantes de rodillas, teniendo detrás cada uno a un esqueleto. El sujeto recitó palabras extrañas, inentendibles. El suelo comenzó a brillar de color morado, formando una extraña figura de un cuadrado que tenía un cuadrado adentro, que a su vez tenía otro cuadrado adentro, y a su vez tenía otro cuadrado adentro y así hasta que el ojo le era imposible ver hasta dónde llegaba la formación. Acto seguido los esqueletos degollaron a los testificantes. La arena de almas de prendió de color azul. El sujeto recitó otras palabras, y del suelo, las arenas vomitaron a quince esqueletos que fueron inmediatamente equipados con espadas de piedra.

― ¡Maldito! ¡Sabía que eras tú! ―gritó Kendo, furioso.

― ¡¿No me digas que es él?! ―dijo sorprendido Heros.

El tipo en medio de los huesos gigantes oyó a Kendo, y se acercó lentamente hacia ellos. Con cada paso que daba, su rostro era más visible, y así fue como Steve vio una sarcástica y penetrante sonrisa bajo el gorro de la túnica. Se detuvo a pocos bloques de ellos. Kendo apretaba sus dientes por la furia que sentía, pero no podía hacer nada. Y antes de que alguien preguntara quién era ese tipo, Kendo exclamó a todo pulmón.

― ¡Maldita sea Tenebris! ¡¿Qué diablos estás haciendo?! 

Minecraft. El Origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora