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Ran terminó quedándose recostado sobre sus piernas en silencio, Nahoya realmente no sabía que decir, apenas pudo aceptar el hecho de dejarle recostarse sobre sus muslos, si le hablaba probablemente terminaría cediendo ante todo por él

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Ran terminó quedándose recostado sobre sus piernas en silencio, Nahoya realmente no sabía que decir, apenas pudo aceptar el hecho de dejarle recostarse sobre sus muslos, si le hablaba probablemente terminaría cediendo ante todo por él.

Aunque luego de unos minutos ambiente se hizo un poco incómodo, justo al lado suyo estaba la habitación donde estaban Souya y Rindō. No sabían si realmente querían seguir escuchando el respaldo de la cama chocar contra la pared o los gemidos de Souya.

—¿Quieres irte?— Sonrió de forma nerviosa.

Nahoya asintió.

—Ahá... Es horrible escuchar a tu propio hermano tener sexo.— Un escalofrío recorrió su espalda.

—Deberíamos hacerles competencia.— Murmuró juguetón.

El pelinaranja le dió un pequeño golpe en la mejilla con sus dedos.

—Bien, bien... es broma.— Suspiró feliz.— Ya tengo algo de cansancio... Ahora quien está a cargo de las fiestas es Ima y Naki.— Se incorporó y le observó con cariño.— ¿Te parece si vamos a mi casa? Después de todo ahí tenemos que ir después de la fiesta.—

—Ah... Sí ¿Esos dos tienen como devolverse?— Se puso de pie y ayudó al de trenzas a pararse.

—Yo tengo mi auto y Rin tiene el suyo, así que no hay problemas.—

—¿Estás en condiciones de manejar? Estuviste fumando...—

—Fumo desde los 14, puedo hacer tres mortales drogado si me lo propongo.— Comenzó a reír de forma juguetona.

—¿Enserio? Una demostración...— Su típica sonrisa volvió.

—Nah... ahora no.— Sus mejillas tomaron color al verle su preciosa sonrisa de nuevo.

(...)

Nahoya recuperó su camisa del suelo de la pista y fue con el mayor hasta el estacionamiento, subiéndose como copiloto.

—¿Quieres poner algo de música?— Ran encendió el motor del vehículo.

—No, gracias...— Apartó la mirada.

—... Está bien.— Sonrió de lado y quitó el freno de mano para comenzar a manejar.

El viaje estuvo tranquilo, intercambiaron pocas palabras sin ir más allá en una conversación profunda.

Ran se sentía aún algo nervioso, como con la constante necesidad de sentirse aprobado por el menor, sólo deseaba llegar a casa a acostarse y ver si tal vez Nahoya podría estar con él esa noche, aunque sea abrazándole hasta dormirse y en una de esas quizá pueda volver a cantarle.

Llegó a la torre y estacionó en el subterráneo, apagó el motor y sacó el seguro de las puertas.

—Bien, quédate conmigo o no te dejarán entrar.— Ran sacó la llave del auto y abrió su puerta junto al pelinaranja, descendiendo ambos del vehículo.

Activó el seguro con su llave y caminó hacia el ascensor con Nahoya detrás siguiéndole.

Las puertas metálicas se abrieron y presionó el  botón 74.

—No me jodas, ¿Es el último piso?— Su ceño se frunció algo asustado.

—¿Te desagradan las alturas?— Le observó de reojo.

—No es eso... ¿Qué haces en un terremoto?— Murmuró.

—Ah, supongo que evacuar por las escaleras hasta la zona segura...— Soltó una risa baja.— Aunque la torre está construida para soportar un terremoto...—

—A-ahá...—

Después de unos momentos la puerta se abrió y ambos salieron del ascensor.

El pasillo es bastante precioso y elegante a los ojos de Nahoya, de alfombra burdeo y paredes color crema con tallados en los pilares de las esquinas y esos guardapolvos de madera oscura.

Llegando a la puerta del fondo Ran acercó sus huellas digitales a uno de los sensores y luego su retina a una pequeña cámara.

La puerta se desbloqueó y abrió.

—Ah... qué genial.— Nahoya observó con curiosidad el pequeño panel.

—Cualquiera puede ir y copiar una llave... es mejor así.— Entró a la residencia y dejó su chaqueta en el perchero.

Nahoya apenas entró quedó demasiado sorprendido por la belleza del lugar, todo lucía tan sofisticado y limpio. Aunque sabe que es todo lo contrario a Ran.

El mayor cerró la puerta y caminó hacia la cocina que estaba a un lado de esa gran sala, sacando un vaso y sirviendo agua desde la puerta del refrigerador.

—Deberías comer algo ¿bebiste?— Su voz se notaba tranquila.

—Ah, sí... bebí dos vasos con vodka y jugo.— Murmuró.

—Ah... deja que te prepare un sándwich.— Sonrió de lado.

—No te preocupes, está bien así, ya no estoy tan ebrio.— Suspiró.

—Bien, como quieras...— Dio un largo trago a su agua y dejó el vaso en el lavaplatos.— Ven, vamos a que te pongas pijama.—

Pero Nahoya se quedó quieto pensando un poco.

—Dejé mi bolso en el auto de Rindō...— Puso su mano en su frente.

—¿Es mi oportunidad para que uses mis camisas como pijama?— Sonrió travieso.

—Vete al diablo...— Sus mejillas tomaron color.— Dormiré con mi ropa.

—¿Dormirás con esos jeans ajustados y una camisa sucia?—

—... ¡S-sí!—

—Ya no seas tan terco...— Salió de la cocina y caminó hasta la bonita escalera negra.— Ven...—

Soltó un suspiro agobiado y entre maldiciones fue tras el de trenzas, subiendo los escalones hasta el segundo piso.

Ran abrió la puerta de su habitación, algo simple, la bonita y grande cama con un pequeño velador, una cómoda con algunas plantas y flores encima, junto a un marco de fotografía y el gran armario adherido a la pared .

Ambos entraron y Nahoya se lanzó a la cama del mayor como un pequeño niño buscando el descanso.

—¿Entonces duermes conmigo? Perfecto...— Abrió una de las puerta del armario y sacó una de sus camisas blancas y se la tiró encima.

—¿Hablabas enserio con eso?— Sus mejillas volvieron a tomar color.

—Quizá...— También se sonrojó.

—Agh... Bien.—

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Tough ; [ NahoRan ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora