lovely - lipsoul

O18

Al día siguiente todo volvió a ser "normal" ChaeWon estaba callada comiendo mirando la televisión y YeRim esperaba a JinSol que cortaba pequeños pedacitos de manzana para dárselos, trató de darle a ChaeWon pero esta se negó diciendo que solo quería comer sus cereales.

—Wonnie... ¿La niñera te trata bien?

ChaeWon se quedó en silencio.—Hace llorar a YeRim... y dijo que soy muy.... muy... agarmada... agara..

—¿Ella te dijo eso?— ChaeWon asintió.— ¿Por qué no me dijiste? Ella no debe decirte esas cosas, ChaeWon. Ni hacer llorar a YeRim.

—Dijiste que no había que hacer ruido.— JinSol lo sabía, estaba tan arrepentida de todo lo que estaba haciendo, porque HeeJin tenía razón, a pesar de todo el dolor que pudo sentir su hermana mayor, nunca la trató mal.

—Pero... esas cosas son diferentes, ese tipo de cosas debes decirme.

—Quiero ver a JungEun unnie.—Al parecer con solo mencionar el nombre YeRim pronunciaba: mamá, buscando si la rubia estaba ahí al parecer.—La tía HeeJin dijo que podíamos ir.

—¿Hee-... —Iba a negarse, pero al ver los ojos de ChaeWon y lo que HeeJin le había dicho el día anterior de volver a ganar la confianza de ChaeWon, si eso la hacía feliz y no era nada malo, no podía negarlo.—Deja arreglar tu cabello ¿Sí?

La pelinegra asintió rápidamente casi corriendo hacia la peliazul y ponerse dandole la espalda. Peinó un poco con los dedos y con una liga pequeña hizo una coleta baja.—Vamos.

Por primera vez en semanas ChaeWon tomó su mano, incluso si serían solo unos segundos, porque no irian lejos, JinSol supo que JungEun era especial para las niñas, y alejarlas de ella solo haría más daño. Con timidez tocó la puerta, eran las diez de la mañana y JinSol suponía que JungEun ya estaba despierta. Al abrir vieron a la rubia con sus lentes y el cabello cayendo hasta más abajo de sus hombros, los mechones rubios de a poco se iban mostrando el color natural.

—¡Unnie!—ChaeWon casi se lanzó a ella, la abrazó y YeRim trató de bajarse de los brazos de JinSol que no tardó en dejarla de pie en el suelo para que fuese con JungEun también.

—ChaeWon-ah.—Se agachó a la altura de ambas, YeRim seguía balbuceando: mamá tratando de llamar la atención de la rubia.

—Te extrañamos mucho.—ChaeWon se escondía en su cuello. La cargó ya que ella no parecía querer salir de sus brazos todavía y las invitó a pasar. JinSol pensó que recibiría un golpe o algo parecido.—Ayer fue el cumpleaños de YeRim... quería que estuvieras ahí.

—Bueno, pero estoy aquí ahora con ustedes ¿Eso está bien?— La pelinegra no dudó en asentir con una sonrisa cada vez más grande.—Tu libro de colorear se quedó aquí el otro día, ve por el, en mi habitación—Volvió a asentir y cuando JungEun volvió a dejarla de pie corrió con su hermana detrás a la habitación de la rubia. JinSol se sentía incomoda, mordió su labio inferior mirando hacia otro lado.—¿Estás bien?

—Sí... Yo...lo estoy.—Se atrevió de una vez a mirarla sintiendo su garganta cerrarse sin dejarla hablar correctamente.— Lo siento mucho.

—Me gusta cuidar de ChaeWon. Estaba deprimida por estar sola todo el día, la modalidad de mi universidad me complica más el hacer amigos o relacionarme con mis compañeros, y desde que...ChaeWon llegó y las pocas veces que cuidé a YeRim también. Se sintió como si volviese a ver el lado feliz de todo esto... Cuando hablamos ese día, las veces que me invitaste a cenar, pensé... por fin tengo... una amiga, o lo más cercano a eso.

—Y yo lo arruiné.

—No, no lo hiciste. Solo no sabes como manejar tus sentimientos, y cuidar de dos niñas también es difícil.

ChaeWon llegó con su libro de colorear en mano y YeRim se acercó a JungEun pidiendo ser cargada cosa que la rubia no dudó en hacer.

—¿Tienes que trabajar hoy?

JinSol lo pensó, podía pedir un día libre para hoy y quedarse más tiempo con sus sobrinas, y el domingo tomar un turno de más temprano para recuperarlo.

—Me tomaré el día libre.—Aseguró.

—¿Entonces...Podríamos salir? Se nota que has estudiado mucho, te servirá para relajarte.

—¡Sí! Tía Ji, di que sí.—ChaeWon se acercó a ella, la peliazul la cargó dejándose contagiar por la sonrisa y apretando las regordetas mejillas de su sobrina mayor.

—Sería genial.