epilogue.

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epílogo  ━━━━━━ • ✿ • ━━━━━━

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epílogo
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Leila aún recordaba la primera vez que había escuchado la palabra prisión.

Era otro típico día soleado y acalorado en la isla. La pequeña rubiecita tenía probablemente unos cinco años. Traía un vestido floral y unas zapatillas rosadas. Podría decirse que ese fue el último año de la pequeña Leila usando vestidos. Luego de que empezara a copiar ciertos comportamientos de Topper, ya no quería usar vestidos ni vestir el color rosa, simplemente porque quería parecerse más a su hermano. Claramente olvidó luego aquella etapa, pero habían sido unos años "rebeldes" para su corta edad.

Leila Nathalie iba en su asiento protector mientras movía sus piernas, las cuales colgaban del asiento del auto. A su lado, Topper jugaba con una figura de acción de su superhéroe favorito, mientras una gorra caía sobre su cabeza, era enorme y se la había confiscado a su padre.

La rubia miraba por la ventana hasta que comenzó a escuchar la conversación que su madre tenía con su padre. No siempre entendía lo que hablaban o las palabras que usaban, por lo que la mayoría del tiempo preguntaba.

—¿Qué es la prisión, mamá? —preguntó con su voz chillona y sin uno de sus dientes delanteros. Pudo recordar la sonrisa que su madre había puesto ante su inocencia.

—Es un lugar a donde van la gente mala. Como los que maltratan animalitos o los que no le hacen caso a su mamá —Crystal había respondido mientras volteaba su rostro y miraba a su pequeña.

—Ahí terminarás si sigues robándome mis dulces y mis juguetes, Lei —respondió su hermano usando aquel apodo que él le habían puesto, cinco años después lo había dejado de usar, y quizás lo habría olvidado.

—¡Claro que no, Topper! —chilló nuevamente mientras le regalaba una mirada de odio. Bueno, la Leila de cinco años no sabía lo que era el odio, solo sabía fruncir su ceño cuando la acusaban o se molestaba.

Su madre le había escondido el verdadero motivo por el que la gente terminaba en prisión, y era obvio. Sería morboso decirle a un niño las muchas razones por las que una persona pudiera terminar encarcelada. Así que nunca entendió muy bien la vez en la que un hombre borracho fue hasta su casa a buscar riña con su padre. Aquel hombre le había gritado barbaridades mientras que Crystal llevaba a los mellizos a su habitación compartida, les había pedido que no salieran.

Leila y Topper compartieron una mirada asustada mientras que su madre cerraba la puerta. Leila seguidamente de eso comenzó a llorar, por lo que Topper rápidamente trepó la litera, subiendo a su cama —ya que había elegido la cama de arriba—, y traía uno de sus peluches de superhéroes. Peleaba con Leila para que esta no los tomara.

—No llores, Lei. Ten —bajó de la cama mientras le entregaba el peluche. La rubia dejó de llorar, y tomó el peluche mientras rascaba su ojo con sus nudillos.

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