Aquí tenéis un nuevo capítulo.
Este es el antepenúltimo de esta novela.
¡Disfrutad!🦋
-Amor, ¿por qué estás llorando?
Su esposa estaba frente al espejo de su dormitorio intentando caber en ese vestido negro que siempre había sido objeto de sus fantasías, y cuya cremallera ahora mismo no podía ser cerrada a causa de ese vientre abultado en el que descansaba su bebé.
Y que lo volvía loco.
Sobre todo, después de que, hace unos días, ella revelara ante todo Jackson Creek que eran pareja, y que esperaban el nacimiento de su bebé con la mayor alegría. Desde entonces, ya no había necesidad de ocultarse, ahora él podía besarla a su antojo en presencia de cualquiera sin que su esposa sintiera la necesidad de ocultarse, o de obligarlo a reprimir este amor que lo tenía sonriendo las veinticuatro horas del día.
Todo había cambiado tan rápido que a Maddox Cassady le costaba creer que no estuviera soñando, y que la felicidad que estaba calentando su pecho sólo fuera algo pasajero.
-Joanne, háblame. -insistió. Sintiéndose ligeramente preocupado. -¿Qué te ocurre?
-No tengo nada que ponerme.
-Con la cantidad de ropa que tienes en el armario. -comentó él al percatarse de la cantidad de prendas que colgaban de sus perchas, aunque por la manera en que ella lo miró se dio cuenta demasiado pronto que la había fastidiado. -¿Cuál es el verdadero problema?
-Nada me sienta bien.
-¿De qué estás hablando?
-No tengo casi nada de ropa premamá. Y como tuve que ponerme al día con la cafetería, no pude ir a comprarme un vestido para la fiesta de nuestro bebé. -lamentó. Esas lágrimas caprichosas resbalaban por sus mejillas, y él no tuvo más remedio que secarlas. -Pero, ¿qué importa? Nada me queda bien.
-Amor, no digas eso.
Lástima que ella no pudiera verse a través de sus ojos.
Su polla se había puesto dura con tan sólo verla parada frente al espejo con esa lencería morada que enfatizaba las nuevas curvas de su cuerpo, y que prendía tal fuego en su interior que estos días sin sexo comenzaban a ser una auténtica tortura.
-¡No voy a ir! -exclamó, y la mujer cayó derrotada sobre la cama. -¡No me cabe nada!
-Tonta.
-¡Maddox! -le gritó al sentir cómo él se apoderaba de una de sus piernas. -¡Qué estás haciendo!
-Voy a demostrarte cuán deliciosa te sigues viendo a mis ojos. -espetó Maddox mientras la obligaba a deshacerse de sus bragas. -Por todos los dioses, amor, tan jugosa como un pastel de moras.
-Oh, cariño.
Estos días se habían limitado únicamente a ponerse al día con sus respectivos trabajos, por lo que el amor había quedado en un segundo plano.
-Esa actitud tuya me hace pensar que no te he comido lo suficiente como para que te metas en esa cabeza que eres absurdamente perfecta a mis ojos. -la regañó no sin antes tirar de ella para colocarla al borde de la cama. -Hueles como un rayo de sol, amor.
-¿Eso es bueno?
-Muy bueno. -respondió él sumergiendo el rostro en ese centro tan delicioso. -Siempre me lleva a días mejores.
ESTÁS LEYENDO
#2 Mía, al fin (Trilogía Jackson Creek)
RomanceSi yo la amo, ¿qué podría importarme lo que la gente piense de mí, o de este amor que ha intoxicado mis venas durante años? Y no es como si no hubiera intentado arrancármelo del pecho más veces de las que puedo recordar, a pesar de que, siempre ter...