13. Una esposa inusual

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Aquí tenéis un nuevo capítulo

-Buenos días.

-Buenos días. - respondió ella abriendo esos ojitos traviesos a la vida. -Ya estás en casa.

Maddox reptó por la cama hasta llegar a la altura del rostro de su esposa para poder besar esos labios que aún seguían tan sumidos en el sueño como su dueña. Joanne le sonrió dulcemente a la vez que lo acogía contra su pecho, y él se dejaba caer sobre ella como un hombre borracho de amor. Se sentía bien tener un lugar al que volver. Unos brazos en los que cobijarse. Sobre todo, si eran los brazos de la mujer de tus sueños, y éstos sabían siempre qué hacer para alejarte del dolor. Por eso, el oficial acomodó su rostro sobre el pecho de ella, oyendo latir a ese corazón que era su bien más preciado, y se dejó acunar por esa respiración pausada que le estaba brindando una calma nunca antes experimentada. Desde el momento, en que su esposa se había marchado de Comisaría, el oficial no había sido capaz de sacársela de la mente ni un sólo instante, tampoco a ese dichoso vestido azul que lo sonrojaba a causa de todas las cosas sucias que le había hecho con él puesto.

¡Joder, se ponía duro con sólo recordar cómo la señora Cassady había chupado su polla hace unas horas!

-¿Dormiste bien, amor?

-Sí.-respondió ella introduciendo los dedos entre los mechones de su cabello. - Cassady, ¿es que planea no dejarme ir a la cafetería esta mañana?

-¿Tanto se me nota?

-Quítate la ropa. - demandó ella.

- Ahora mismo, amor.

Él siempre estaba preparado para una buena sesión matutina de sexo sin control.

- No me estás entendiendo.

-¿Es que no quieres hacer el amor? - le preguntó. - Ya sabes, yo la meto y tú... -Joanne le cubrió la boca con la palma de su mano.-¡Esto es censura!

Su esposa se echó a reír, y tiró de la tela de su camisa para indicarle que seguía con la ropa de oficial puesta.

- Has estado toda la noche patrullando, debes estar cansado. - le dijo ella. Lo estaba. Pero Maddox siempre reservaba un cierto porcentaje de energía para rendir en caso de que su esposa tuviera que saciar sus instintos en su compañía. -¡Cuánto pesas, Madd! -exclamó. Él había vuelto a dejarse caer sobre su cuerpo. - Entonces, no me dejas más opción que desvestirte.

-¿Lo harías por mí?

-Engreído. - respondió. Él la ayudó a incorporarse en la cama, y Joanne terminó colocándose de rodillas sobre el colchón. - Primero, va la camisa. ¿Dónde tienes el pijama?

-No tengo pijama.

Quitarse una camiseta implicaban unos 9,16s perdidos de besos o caricias, y él se había prometido no desperdiciar un tiempo tan valioso en vano en compañía de su mujer.

- Vayamos a tu habitación, o te dará pereza más tarde. - ella tiró de su brazo por la fuerza, y otra vez su esfuerzo cayó en saco roto. - ¡Lo sabía! -exclamó echándose a reír. - Sabía que no ibas a consentir que durmiéramos más de una semana en habitaciones separadas.

#2 Mía, al fin (Trilogía Jackson Creek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora