Epílogo

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4 años y medio después.

—Nena, mírame.

—Sigo enfadada con usted, señor Cassady. —replicó ella, a pesar de que sus embestidas parecían estar haciéndole ver las estrellas.

El sexo de su mujer siempre lo acogía de esta manera, lo abrazaba dulcemente en su calor, pues no había otro lugar en el mundo en el que ahogarse de tanta pasión. Casi cinco años habían pasado desde que Joanne Jones se convirtió en la señora Cassady, y, aunque su relación tuvo que hacer frente a múltiples obstáculos, hoy en día se consideraba el hombre más afortunado del planeta.

—Tu cuerpo no dice lo mismo...—replicó.

¡Cómo podía ella estar entregándole su cuerpo si su mente se mantenía obstinada en su enfado!

—Mi cuerpo...tiene sus necesidades.

—Eres lo único que amo, y lo sabes.—ella afianzó el agarre alrededor de su cintura y lo instó a que la penetrara mucho más profundo.

—¿Así? —le preguntó con la intención de desafiarlo, pues sus carnes intimas lo abrazaron con fuerza. —El vídeo de ayer no decía lo mismo. —agregó. El oficial estuvo a punto de perder la conciencia a causa del placer contenido. —Lo odio mucho, señor Cassady.

—Ódiame siempre así...—susurró él junto a su oído hasta que lo liberó. —Dejándome entrar en ti.

El enfado de su mujer se debía al dichoso vídeo que TJ grabó durante la despedida de soltero de Elijah Woods, pues en éste se le veía en pleno escenario siendo el protagonista del show.

Si Joanne supiera lo incómodo y bochornoso que fue tener a aquella mujer desnudándose en sus narices no hubiera malgastado su tiempo en llenarse de celos.

Al contrario, aquella madrugada al volver a casa, lo único que hubiera deseado nada más entrar por la puerta es que su mujer lo desnudara y le hiciera el amor para así volver a marcarlo con su olor.

—Voy a llegar, Madd...—gimió.

Madd.

¿Por qué no lo llamaba *amor*?

Algunas veces, el oficial sabía que su amor seguía siendo infantil y egoísta, pero cómo este no hacía daño a nadie, él haría lo que le viniese en gana.

—Amor...llámame amor...—le exigió él no pudiendo contenerse por más tiempo. —Joanne, por favor.

Su esposa lo atravesó con esos profundos ojos oscuros un tanto burlones al comprobar que no podría resistir por más tiempo.

—Córrete... —respondió ella con la respiración entrecortada. —Por favor...amor.

Con todo su cariño, él bombeó toda su miel en el interior de su esposa, quizás, inmerso en su lucha por concebir a ese otro bebé que se les resistía a llegar a este mundo.

—¡Señor Cassady!

—Dime, amor.

—¿Puede pasarme los pañitos húmedos, por favor? —Joanne tendió su mano para que le entregara los pañitos húmedos con los que limpiar la boca y los mofletes de su primogénita. —Ava, cariño, parece que has devorado el helado con demasiado gusto.

—Lo siento, mami.

—No pasa nada.— su esposa le limpió las mejillas, y después se las besó. —¿Y tú, dónde tienes la cabeza?

—¿Yo?

—No. El otro señor Cassady con el que estoy casada y tengo una hija. —le reclamó. Mientras le arreglaba las coletas deshechas a Ava. —Pareces estar en las nubes desde hace un buen rato.

#2 Mía, al fin (Trilogía Jackson Creek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora