#2 Mía, al fin (Trilogía Jackson Creek)

5. Fruto del amor

Un par de días después

¿A qué venía este ataque de nervios?

El corazón estaba a punto de estallarle, y no sin motivo aparente, porque su teléfono no dejaba de vibrar en el interior del bolsillo de su pantalón a causa de las numerosas llamadas que Joanne le había hecho desde la noche anterior. A Maddox ya le había quedado bastante claro que ella aún conservaba sentimientos hacia Patrick Sorensen, y que no se veía formando parte nuevamente de una relación. Y, mucho menos, con él. Por lo que, al oficial le estaba costando bastante entender a qué venía este repentino arranque de interés por su parte, si él realmente se estaba esforzando por no seguir arrastrando este amor por más tiempo. Por no lanzarle su corazón como si éste se tratara de la misma bomba atómica cayendo sobre Hiroshima. Y, sin embargo, la mujer no parecía tenerle ni la más mínima compasión, y se comportaba como si disfrutara presionando sobre la herida abierta.

A pesar, de lo maravilloso que se sintió hacer el amor en aquel hotel de Vancouver, lejos de todo.

Y de todos.

- ¿Te encuentras bien? - le preguntó Alex. Él le regaló una sonrisa tranquilizadora a su acompañante con la que pretendía redirigir la conversación en otra dirección. - Lamento que Elijah te haya obligado a venir, en serio. Sé lo insistente que ese renacuajo puede llegar a ser. - comentó, y él aprovechó para beber un sorbo de su bebida. - Está empeñado en conseguirme un novio antes de las fiestas de Navidad. Oh no, tranquilo. - a Maddox se le fue la coca-cola por el lado equivocado, y se vio obligado a cubrirse la boca con una servilleta. - Lo último que ahora necesito es a un hombre que demande un tiempo del que no dispongo.

Iba a matar a Elijah.

Su única intención al organizar este almuerzo había sido provocar algún tipo de acercamiento amoroso entre su hermana mayor y él.

-Sabes que he venido engañado, ¿no? -le preguntó. Por la expresión de la mujer, Maddox supo que ella tampoco había estado al tanto de los planes de Elijah. - Creí que comeríamos juntos, ya que no nos vemos tan a menudo. Pero cinco minutos antes del mediodía me escribió para decirme que le había surgido un problema en el trabajo, y que, en su lugar, vendrías tú. - Maddox rio al recordar el descaro de su amigo por mentirle de esa manera. Más tarde, se lo haría pagar. De la manera más dolorosa posible. - Después, misteriosamente su teléfono dejó de recibir llamadas, al igual que los mensajes en los que describí con lujo de detalle cómo le patearía el culo en cuánto lo viera.

- Ese renacuajo... - gruñó la mujer. Y, por la manera tan violenta con la que Alex deslizaba el cuchillo a través del trozo de carne de su plato, Maddox agradeció no ser él quien estaría en el pellejo de Elijah más tarde. - Lo único que necesito es que Elijah se centre en sus estudios, y no que haga de Celestina conmigo. Ni contigo.

Eso mismo pensaba él.

- Lo único que no entiendo es por qué te eligió a ti para tener esta cita conmigo, ya que creí que tú tenías novia. Él mismo me lo dijo hace un par de semanas. -el oficial sabía que Alex hablaba desde la inocencia más absoluta, aunque con la herida tan abierta como la tenía, lo último que necesitaba es que alguien más hurgara en ella. - Y lo recuerdo muy bien porque aquella noche lo pillé llorando a moco tendido al llegar del trabajo, así que le pregunté qué le ocurría, y me dijo que su mejor amigo había conseguido a la mujer de sus sueños.

- Se equivocó. - se oyó admitiendo en voz alta. - Yo me equivoqué.

- Soy una bocazas. - agregó Alex al ver la reacción que sus palabras habían tenido en él. - No puede ser. - la manera en que las pupilas oscuras de la mujer se dilataron le hicieron saber que algo impactante debía estar sucediendo a su espalda. - ¿Qué está haciendo usted aquí, jefe? Y... - Alex echó un vistazo tras el rubio que estaba frente a ellos para encontrar a otro hombre castaño fulminándolos a ambos con la mirada. O sólo a él. A Maddox se le activaron todas las alarmas. - Señor O'Connor, ¿qué están haciendo aquí?