Aratis

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El caos se desató cuando Tania anunció que los platos servidos para el desayuno de los líderes contenían veneno.

-Pedimos paciencia por favor.- El líder del parlamento nacional habló tan fuerte que todos quedaron callados de inmediato por el miedo a ser reprendidos de nuevo. -Gracias, ahora...- El hombre ataviado en túnicas de seda y telas finas se levantó de su lugar junto a un tintineo producido por los cascabeles que le adornaban la ropa, luego miró a Tania como si estuviera mirando a un enemigo más que a otro miembro de una unidad de élite. -¿Si es veneno porqué usted no presenta síntomas graves?-

Tania sonrió, hubiera reído si eso fuera gracioso, y lo era hasta cierto punto pero cuando implicaba a Dahana eso le quitaba por completo lo divertido, si alguien se atrevía a atentar contra su líder le enseñaría que incluso en la tierra podía haber un infierno y que ella podía pasar de ser el ángel más bondadoso a el diablo más despiadado.

-Fui entrenada desde muy temprana edad.- Tania entrelazó sus manos detrás de su espalda para que nadie notara como sus puños se cerraban y abrían desesperadamente, si había puesto veneno en ese desayuno quizá igual lo hubieran puesto el día anterior, y de ser así al menos una pequeña dosis ya estaría dentro del cuerpo de Dahana. 

-¿Ajá?- Presionó el hombre sin esconder su arrogancia.

-Los venenos fueron parte de mi entrenamiento, todos, mi tutor se encargó de suministrarme pequeñas cantidades en un comienzo, poco a poco más y más, en la actualidad soy inmune a varios venenos y aunque ahora pienso que lo que probé no era veneno es bastante similar, después de todo las drogas igual envenenan el cuerpo y se encargan de consumirlo.-

Otra nueva ronda de murmullos y cuchicheos se propagaron por la estancia irritando más al hombre que a Tania le recordaba una piñata por la forma tan ostentosa en la que iba vestido.

Los cascabeles se agitaron bruscamente cuando el hombre volvió a tomar asiento, casi desparramándose en su asiento. Molesto se sobó la cien y cuando volvió a mirar a Tania en sus ojos solo se reflejaba un profundo cansancio, como si sus fuerzas hubieran sido  arrebatadas de un segundo a otro.

-Señorita...- El hombre hizo lo posible por mantenerse lúcido, algo en su interior le dolía, le quemaba. -Us...- Sus palabras no alcanzaron a ser pronunciadas cuando su cuerpo quedó inmóvil y el color de su piel comenzó a menguar, estaba casi blanco cuando Tania llegó a su lado y le tomó el pulso.

-Sigue vivo.- Anunció.

-¡SERVICIO MÉDICO!- Los guardias del hombre se dispusieron a salir para llamar a los médicos y enfermeros del lugar. -¡LLAMEN AL SERVICIO MÉDICO!-

-No.- Tania acomodó al hombre y activó su poder de sanación, aún no había logrado que dicho poder alcanzara la fase final pero con lo que tenía aún sería capaz de regenerarle los órganos internos que parecían deshacerse por un ácido, que, además acusaba un gran dolor. -Los médicos no podrán hacer nada, yo me encargo.-

-Pero tú...-

-¡Que ella se encarga joder!- Dahana exclamó molesta mientras miraba de mala forma a los guardias que se quedaron de piedra al escuchar la voz seria de la líder.

Dahana abandonó su lugar para ir con Tania, dándole espacio prudente para que pudiera atender como era debido al hombre casi agonizante frente a ellas, una mano en su hombro la sobresaltó pero de inmediato volvió a relajarse cuando se percató de quien era.

-La droga de lord Tanya.- Clauden había pasado de tener un rostro alegre y vivaz a uno lleno parecido al de su prometido, parecía que ahora ambos pensaban matar a todos. Sus palabras fueron respaldadas cuando notó que el hombre al que Tania estaba tendiendo tosió sangre, demostrando que no solo se había desmayado por falta de comida en el desayuno, esa sangre provenía de una hemorragia interna, sus órganos estaban dañados, y sacar conclusiones rápido era su fuerte.

ND Secretos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora